En el primer año como presidente de la Generalitat, Salvador Illa fue fiel a su estilo serio y poco amante de la parafernalia y protagonizó una gestión centrada en la economía. Y es cierto que los datos económicos acompañan, como al resto del Estado, y que el hecho de ser un puntal de Pedro Sánchez juega a su favor. Seguramente la aportación a la estabilidad política que ha hecho Isla ha sido uno de sus mejores activos. Sin embargo, es cierto que ha sufrido alguna derrota parlamentaria.
La hoja de ruta del nuevo Govern es un pacto de investidura con ERC y Comuns que todavía está lejos de cumplirse en cuanto a los puntos principales. La financiación es el ejemplo más claro. Del compromiso de recaudar el IRPF de 2025 en 2026 se ha pasado a un aplazamiento de tres años forzado por las carencias técnicas y humanas que tiene la Agencia Tributaria de Cataluña. Tampoco se ha avanzado todavía en la definición del modelo para el conjunto del Estado, es decir, en el reparto de recursos, que es la otra pata del acuerdo. En este contexto, ERC ya ha dicho que no apoyará los presupuestos, ni en Barcelona ni en Madrid.
El objetivo quizás más ambicioso que se ha marcado Isla en el ámbito económico es superar a Madrid como locomotora económica del Estado. Illa aprovecha la entrevista que hoy publica el ARA para lanzar un mensaje al resto de presidentes autonómicos: hay que poner fin a la competencia desleal y al dumping fiscal que practica la Comunidad de Madrid, que actúa como una aspiradora de recursos que empobrece a los territorios de su alrededor, más que Catalunya. El presidente también insinúa que, a la hora de aplicar el criterio de ordinalidad en la financiación autonómica, habría que tener en cuenta el efecto capital de Madrid porque, de lo contrario, la comunidad que gobierna Ayuso sería la más beneficiada.
Hay que decir que aquí Isla, aunque tenga toda la razón, chocará con un muro: un muro político, porque ninguna barón del PP se atreverá a criticar a Ayuso, que es ahora mismo intocable; y también un muro de lo que podríamos llamar estructuras profundas del estado o deep state, que hace ya décadas que torpedean con todas las fuerzas y recursos cualquier intento de traspasar poder del centro hacia las autonomías, y menos en Catalunya. Basta con ver la oposición de los inspectores de Hacienda al nuevo modelo de financiación.
En todo caso, el proyecto que dibuja Salvador Illa está del todo interconectado con el de Pedro Sánchez en España y la frágil mayoría parlamentaria que le apoya. La esperanza de Isla es que Sánchez necesita que el modelo político y económico que ahora mismo representa Catalunya vaya bien para contraponerlo al neoliberal de Madrid. Pero por eso habría que hacer avances significativos en autogobierno, por ejemplo con la financiación o el traspaso de las competencias sobre inmigración, antes de que acabe el año. Entonces será el momento de realizar un diagnóstico más preciso de cómo quedan las legislaturas aquí y allá.