Ecologismo

La Cataluña urbana no puede dar la espalda a la rural

La riera de Santa Fe del Montseny
13/09/2025
2 min

Los bosques ocupan más del 41% del territorio de Catalunya, y en los últimos treinta años han ganado terreno, concretamente 122.000 hectáreas. Esto podría parecer una buena noticia, pero no tiene por qué serlo. El caso del Montseny es un buen ejemplo: ahora tiene más árboles que hace un siglo, tal y como explica el director de conservación del Parque Natural, Daniel Guinart, pero el bajón en las precipitaciones, el aumento del calor y una masa forestal descontrolada ahogan los árboles y la vegetación muerta se convierte en combustible para posibles incendios forestales.

Dejando aparte las reservas naturales, en el Montseny, como en buena parte de Cataluña, se han ido abandonando los usos agrícolas y la gestión productiva de los bosques. Desde los años cincuenta han ido desapareciendo pastos, cultivos y carboneros. El bosque ha ido tragando el espacio que han dejado estas actividades y cada vez tiene menos espacios abiertos. Esto también afecta a la biodiversidad: mariposas como la hormiguera grande, pájaros como la terrera vulgar y el aguilucho pálido, y plantas como la orquídea Spiranthes aestivalis dependen de prados y campos abiertos para sobrevivir. En caso de incendio, además, estas zonas más despejadas pueden ayudar a frenar las llamas, mientras que los grandes bosques sin interrupciones hacen que sea más difícil. La ingeniera forestal e investigadora del CREAF Diana Pascual recuerda, por ejemplo, que en febrero del 2022 unos viñedos frenaron un incendio que amenazaba el núcleo urbano de Roses.

Además, en el Parque Natural se ha añadido la presión humana, puntual pero masiva. Cualquier fin de semana de otoño y de buena parte del año el Montseny recibe a miles de catalanes con ganas de encontrar setas, respirar aire fresco, hacer ejercicio o alejarse de la ciudad. Solo en 2023 visitaron el parque más de 290.000 vehículos. Esta realidad obliga a poner sobre la mesa la gestión del Parque Natural del Montseny, más allá de las zonas que son reservas naturales, con el problema añadido de que el 84% del parque es de propiedad privada. Los propietarios privados no están obligados a tener planes de gestión acordados con la administración, y los que los tienen tampoco están forzados a ejecutarlos. Normalmente tampoco les sale a cuenta económicamente, y las subvenciones no llegan a todo lo que debería hacerse.

Abandonar los campos, los pastos y los bosques no es más ecologista ni favorece a la fuerza la naturaleza. Debemos recuperar presencia en el territorio que hemos estado ignorando durante demasiados años. Y esto pasa, por fuerza, por volver a vivir y, por tanto, por volver a realizar actividades económicas que encajen con el entorno, que en lugar de degradarlo ayuden a cuidarlo. Actividades que deben ser viables y sometidas a controles, sí, pero no ahogadas por la burocracia. La Catalunya urbana no puede dar la espalda a la rural y utilizarla sólo cuando le conviene, porque son el mismo país, porque si una se degrada a la otra sufrirá las consecuencias.

Con la crisis climática en marcha, el aumento de las olas de calor y los episodios de sequía, la gestión real del territorio se hace, además, cada vez más necesaria. Los incendios forestales extremos son un peligro real pero también un aviso.

stats