Agentes de los Mossos d'Esquadra durante un operativo conjunto en una plantación con 1.813 plantas de marihuana escondida en medio del bosque.
31/05/2025
3 min

Nos gusta ser líderes y líderes en muchas cosas. En innovación, en investigación, en exportaciones... y quisiéramos serlo en interconexiones aéreas y aeroportuarias. Quisiéramos ser un hub, un sitio de intercambio y de conexiones en muchos ámbitos. Pero lo que no nos interesa es, precisamente, uno hub que cada vez crece más: el de la droga. Y hay muchas razones que han facilitado que cada vez lo seamos más. Por un lado, porque tenemos mucha costa, estamos en un lugar estratégicamente situado en el Mediterráneo –relativamente cerca de la costa africana y con muchas calas escondidas en las que desembarcar la droga– y muy cerca por carretera de la ruta europea, y con muy buenas conexiones tanto aéreas como marítimas, lo que facilita la entrada desde destinos más lejanos.

A todo ello, se suma una legislación que es vista tanto por los expertos como, sobre todo y de manera preocupante, por las bandas de narcotraficantes cuanto más laxa y permisiva que la que existe en otros países. Y, también, una amplia masa forestal que ha favorecido en los últimos años poder esconder grandes plantaciones de marihuana en medio de los bosques, aunque ahora están aprovechando las naves y masías abandonadas para producir indoor. La radiografía que hacemos hoy en el dossier es bastante explícita sobre la situación. La globalización, que ha favorecido el movimiento de personas y sobre todo mercancías, así como un contexto internacional de aumento del poder de las grandes mafias de la droga, cada vez más globales y bien organizadas gracias al uso intensivo que realizan también de las nuevas tecnologías, están creando la tormenta perfecta.

El número de decomisos y detenciones por tráfico de drogas no ha parado de crecer y ahora es prácticamente el doble del de hace 15 años. Además, aunque Catalunya siempre había sido un lugar de paso, lleva más de una década centro de producción de marihuana y empiezan a detectarse, aunque puntuales, laboratorios de drogas sintéticas. El tipo de banda, cada vez más internacional, se está haciendo más complejo y ya no se puede asimilar un tipo de droga a una nacionalidad concreta, como antes, sino que colaboran y organizan para hacer más eficiente el proceso especializándose en los distintos escalones del tráfico, desde la producción hasta la distribución al por menor.

Está pasando por todo el mundo y Cataluña no es una excepción. Los narcotraficantes utilizan todas las herramientas que tienen a su alcance para tomar el control, y las policías, todas, deben correr para intentar eliminar una lacra que cada vez se esparce más y en la que cada vez hay implicados delitos más violentos. Sin embargo, la presión tiene efectos, y esto se ve cuando en varias operaciones se ha conseguido cortar de pura cepa la llegada de algún cártel, disminuir la entrada en grandes operaciones en el puerto o en la costa o evitar el aumento de los laboratorios de producción. Pero es una carrera de fondo en la que no está claro que acabe ganando la ley. Serán necesarias más herramientas, posiblemente un endurecimiento de la legislación en cuanto al tráfico y también seguramente un aumento de los efectivos y medios que tienen los Mossos y otros cuerpos de seguridad para perseguir el tráfico. Y, por supuesto, habrá que atacar también la financiación y el blanqueo.

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