Cae otro gobierno en el corazón de Europa. Francia se ha quedado sin gobierno. Otro primer ministro en la picota. François Bayrou ha durado nueve meses, poco. Sus antecesores inmediatos fueron también breves: cinco primeros ministros en cinco años. Barnier y Attal, ambos anteriores, duraron, respectivamente, tres y ocho meses; ambos sumados no llegaron al año. El país no encuentra la fórmula, y cada nueva sacudida política acerca algo más el peligro de una futura victoria de la ultraderecha de Le Pen. La crisis de gobernanza política y la debilidad económica de Francia son paradigmáticas de la falta de rumbo de una Europa que ve cómo Trump la desprecia y cómo Putin le asedia en Ucrania. La magnitud está en horas bajas, y Europa se resiente.
Incapaz de aprobar unos presupuestos austeros con el objetivo de reflotar la economía, el centrista católico Bayrou, un occitano hijo de campesinos, ha perdido, como era previsible, la cuestión de confianza que había presentado: 364 diputados han votado en contra y sólo 194 a favor. El mayor y segunda economía de la Unión Europea –séptima del mundo– no logra la mínima estabilidad política para salir del desconcierto. El propio Bayrou, historiador de formación, acentuando el dramatismo ha hecho este lunes un llamamiento desesperado y sin efecto: "Francia está en peligro de muerte". No, no está. Pero sí ahora mismo sufre un agudo desconcierto, sin horizonte para salir del oscuro túnel en el que se ha instalado. La angustia nacional marca el debate político, cuya coyuntura partidista hace muy difícil ninguna suma parlamentaria efectiva.
Un crecimiento muy débil del producto interior bruto (PIB), una deuda creciente y el déficit en aumento son los indicadores que marcan el día a día francés, aunque el paro está a niveles casi tan bajos como los del 2008. En todo caso, como está, Francia no tiene capacidad de sostener su históricamente generoso. Pero al mismo tiempo está muy lejos de alcanzar un consenso social ni una mínima fuerza política para una política que le redimensione, un ajuste que el gobierno Bayrou había cifrado en 40.000 millones de euros. "Francia no produce lo suficiente y no trabaja lo suficiente", había dicho Bayrou. No se puede pagar el estado que tiene. El callejón sin salida tiene difícil salida. Y, además, los productores del país ven cómo los aranceles del supuesto amigo estadounidense castigan sus exportaciones y cómo el acuerdo de la UE con Mercosur rebela a los campesinos galos, una ruralía que hace tiempo que se siente olvidada y menospreciada. A este panorama aún hay que sumarle el esfuerzo de defensa impuesto por la guerra de Ucrania, con EEUU en retirada a la hora de soportar el gasto de la OTAN. El rompecabezas es de máxima dificultad.
La crisis, pues, es de calado profundo, político y económico, vasos perfectamente comunicados. Bayrou acudirá este martes al Elíseo para hacer efectiva su renuncia ante el presidente de la República, Emmanuel Macron, quien también sale debilitado de este nuevo fracaso. La extrema derecha y la izquierda radical le conminan a convocar elecciones. Macron probablemente resistirá. Pero Francia se tambalea.