La guerra comercial de Trump también desquicia al mundo
La excusa que pone el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, para imponer aranceles inéditos en México, Canadá y China no es económica. Los utiliza, dice, para obligar a estos países a controlar de forma más firme en sus fronteras el tráfico de fentanilo, la droga ahora mismo más mortífera en Estados Unidos, así como, en cuanto a los vecinos, la entrada de inmigrantes. Sin embargo, aunque sus dos vecinos se han puesto las pilas y han reforzado la frontera y perseguido más que nunca al narcotráfico, esto no ha sido suficiente para aplazar o rebajar los aranceles. Y se entiende, porque, en realidad, detrás de todo lo que hay es su obsesión por el Make America Great Again (MAGA), es decir, para forzar la inversión de las empresas en Estados Unidos, devolver industrias, crear más trabajo y disminuir el déficit comercial del país. Esto queda claro con lo que dicen otros miembros de su gobierno, como el secretario de Comercio cuando defiende que las inversiones en Estados Unidos de TMSC, el gigante taiwanés de los chips, responden a esa política proteccionista. Pero, sobre todo, en las declaraciones del propio Trump cuando, hablando de los futuros aranceles que impondrá a los productos europeos, se queja de que los europeos compran poco en Estados Unidos y que por eso hay que castigarlos.
El castigo económico es, de hecho, la forma que tiene Trump de relacionarse con el mundo, tanto con el exterior como con el interior del propio país. Está utilizando el dinero como la herramienta básica para ejercer su poder e imponer su ideología reaccionaria. Lo hace recortando la administración, despidiendo a miles de trabajadores públicos y retirando las ayudas y subvenciones a universidades, centros de investigación científica, entidades de ayuda humanitaria y todo tipo de asociaciones sociales, y también lo hace para forzar a terceros países a hacer lo que él quiere. Acaba de ocurrir con la retirada del apoyo a Ucrania y también con la puesta en marcha de estos aranceles, con los que ha iniciado una guerra comercial que los analistas, y de momento las bolsas, coinciden en considerar un error de consecuencias todavía imprevisibles.
Si saldrá adelante o no dependerá de la respuesta de estos países a la presión económica que les pone Trump. De la resistencia, y la resiliencia, que tengan por aguantar y mantener su soberanía. De momento, ayer Canadá ya respondió anunciando también aranceles sobre productos de Estados Unidos y considerando las tasas de la administración de Trump un intento de atacar la soberanía del país, que el magnate quisiera que directamente se adhiera a Estados Unidos en el marco de la política imperialista que está imponiendo. México también ha anunciado una respuesta, que en principio debería llegar el domingo, aunque está por ver hasta qué punto podrá resistir, ya que la dependencia que tiene del vecino del norte es mayor. Y China también ha contestado con más aranceles y la restricción a las exportaciones de materiales raros que necesita la industria estadounidense. En los tres casos, esta guerra está haciendo aumentar el nacionalismo en los tres países, que al igual que Ucrania, y la propia Unión Europea, gesticulan pero acaban reconociendo la dependencia estadounidense. Habrá que ver qué ocurre finalmente con la resistencia de los primeros afectados por una guerra comercial que tarde o temprano nos llegará a todos.