Editorial

Lamine Yamal y la Cataluña del futuro

Mural Lamine Yamal
17/05/2025
2 min

El Barça de Flick y de Lamine Yamal ha deslumbrado al mundo del fútbol esta temporada, que pase lo que pase en la final de la Champions será recordada como la de la irrupción del genio de Rocafonda, un adolescente de 17 años de madre guineana y padre catalanomarroquí, educado en La Gran Masía, y que en pocos meses ha pasado ya de especialistas. La prensa internacional ha agotado los calificativos para definir sus goles extraordinarios, y en estos momentos su rostro y su número 19 han traspasado las fronteras del fútbol para convertirse en iconos de ámbito planetario.

El barcelonismo ha disfrutado como nunca con este grupo de jóvenes catalanes de la cantera, apuntalados por un par de polacos que podrían ser los padres de alguno de ellos, y jugadores en su máxima plenitud como Raphinha o Kounde. Su desacomplejo total, su forma de jugar como si todavía estuvieran en el patio de la escuela y no importara el resultado, su solidaridad infinita y el buen rollo que transmiten ha despertado el barcelonismo del letargo en el que parecía sumido desde la marcha de Messi.

La sensación general es que, con esta Liga, comienza una nueva era azulgrana liderada por este fenómeno llamado Lamine Yamal, que sorprende tanto por su talento como por una madurez poco común en los chicos de su edad. Quizás los barcelonistas aún no son conscientes de lo que quiere decir que el próximo ídolo mundial provenga no solo de La Masia, como Messi, sino que sea un catalán de Mataró. Un catalán, además, que representa a la perfección la realidad de la Cataluña actual, el país que gente de todo el mundo ha elegido para convertir en la tierra en la que quieren ver nacer a sus hijos, un país de mezcla y mestizaje que tiene en la lengua catalana su punto de encuentro, la columna vertebral de su identidad.

En esto hay que reconocer que el deporte va por delante. Es mucho más fácil ver Laminas Yamal o Baldes en un campo de fútbol que en el despacho de una gran empresa, en el Parlamento o incluso en un aula universitaria. Esta Cataluña, con cerca de un 25% de población de origen extranjero, todavía tiene que dar muchos pasos de gigante para ser igual de presente y diversa en todos sus estratos sociales, pero el primer paso es reconocer la realidad y, en su caso, enorgullecerse de ella.

En este sentido, Lamine Yamal representa el sueño de multitud de jóvenes inmigrantes que cada día llenan las plazas jugando a pelota, aquí y en todas partes de Europa, soñando con romper todas las barreras que el racismo y la xenofobia ponen en sus vidas. Su caso es similar al de otros jugadores como Nico Williams o incluso Kylian Mbappé, que el pasado verano llamó a movilizarse contra la extrema derecha en las elecciones francesas. Lamine Yamal, con su sonrisa de niño travieso con brackets, su autoconfianza sin límites y al mismo tiempo su humanidad enseña el camino a todo un país que todavía arrastra demasiado complejos y rencillas de vuelo gallináceo.

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