Las víctimas de la dana no merecen la vergüenza de Mazón
Pocos días antes del primer aniversario de la dana que provocó 229 muertes y abundantes daños materiales en el País Valenciano, la continuidad de Carlos Mazón como presidente de la Generalitat representa una herida abierta que impide a las víctimas pasar página y contamina toda la vida política y social valenciana. Un año después, ha quedado acreditado que Mazón mintió en numerosas ocasiones y la instrucción de la juez de Catarroja, Nuria Ruiz Tobarra, ha ido desmontando una a una todas las versiones que han dado tanto él como sus subordinados.
Mazón mintió tanto sobre el almuerzo de más de cuatro horas que mantuvo con la periodista Maribel Vilaplana, que en un primer momento fue "una reunión de trabajo cerca del Palau", como sobre la hora en la que llegó al Cecopio, "pasadas las 19 h", que después resultó que eran las 20.31 h. Pero lo peor de todo es que durante toda la jornada, el peor día de la historia reciente del País Valenciano, ignoró las alertas meteorológicas, sacó hierro al mediodía cuando ya había localidades inundadas y no se puso en marcha hasta las siete y media, cuando ya había decenas de muertos y la riada arrasaba una comarca entera. Su desidia, combinada con la incapacidad absoluta de la cúpula de Emergencias para tomar la decisión de enviar una alerta que pudo salvar la mayoría de vidas, desató la tragedia.
Mazón es un presidente desacreditado por las encuestas (un 80% de los valencianos consideran que debería dimitir) y que sobrevive gracias a la respiración asistida de Vox. Su continuidad es un fracaso para el PP y, en especial, para su líder estatal, Alberto Núñez Feijóo, incapaz también de tomar decisiones drásticas en tan crucial cuestión.
Un año después, los valencianos tienen un presidente que se jacta de no haber tomado ninguna decisión el 29 de octubre de 2024, el día en que se justifica un cargo como el de presidente de la Generalitat, y que en hasta tres ocasiones se ha negado a ir a declarar voluntariamente ante la jueces. Su estrategia jurídica, basada en desvincularse de todo lo que ocurrió ese día, solo podría entenderse si ya hubiera dimitido de su cargo porque políticamente resulta dramática. Porque el mensaje que Mazón lanza a los valencianos cada vez que insiste en esta versión es, si alguna vez se vuelve a repetir una situación como aquella, que no cuenten con él.
Ahora bien, sería un error centrar toda la responsabilidad en la persona de Carlos Mazón. Mazón es el resultado de la cultura política de un partido, el PP valenciano, y, en concreto, su facción alicantina, que históricamente ha estado vinculada al sector turístico y ha despreciado el autogobierno valenciano. Para Mazón y los suyos, la Generalitat es una plataforma de promoción personal, y no una institución que debe velar por la seguridad de los valencianos, tal y como se hizo evidente hace un año.