"Ahora hay menos locales LGBTIQ que hace 15 años": así ha revolucionado Grindr las citas y relaciones gays
La aplicación recibe críticas por cómo está diseñada y por su impacto en el colectivo LGBTIQ, pero los usuarios aseguran que también es una herramienta para crear comunidad
"Para hacer red", "para buscar sexo", "para sentirme parte del mundo gay" o "para conocer gente del colectivo". Con 15 años de vida, Grindr se ha convertido en la plataforma de flirteo por excelencia de la comunidad gay. Pese a los intentos de la empresa de ampliar el negocio con el resto del colectivo LGBTIQ, la mayoría de los usuarios siguen siendo hombres con sexo con hombres.
"Es una aplicación de cruising digital". Así define Grindr el periodista y antropólogo Christo Casas, autor del libro Malas pécoras, en la que hace una reivindicación de la promiscuidad "como algo no necesariamente malo". "Se nos ha explicado que es mala desde una moral católica y capitalista que nos ha enseñado a llevar el sexo al ámbito privado del hogar". Apunta que bajo la aún extendida condena moral a aplicaciones como Grindr por favorecer relaciones sexuales inmediatas y vínculos a menudo efímeros "se esconde una condena a las prácticas sexuales ya las sexualidades disidentes".
Coincide el sociólogo experto en sexualidad y género Òscar Guasch, también profesor en la UB, que destaca que estas prácticas sexuales "son relaciones democráticas entre adultos sensatos que consienten libremente", y señala las críticas "reaccionarias" como "críticas a la democracia y la libertad en el ejercicio de la sexualidad". De hecho, Guasch remarca, citando al teórico Marcel Mauss y su libro Ensayo sobre el don, que estos encuentros sexuales espontáneos crean un "sentido de pertenencia (es decir, vínculos y solidaridades) entre los que participan" y, por tanto, comunidad.
Dejando a un lado la condena moral, la aplicación recibe habitualmente críticas por cómo está diseñada y por cómo esto repercute en la salud mental de los usuarios. "Todas las aplios para ligar tienen este concepto de catálogo, que no está tan alejado de lo que puedes hacer en una discoteca cuando quieres ligar. Lo que ocurre es que en Grindr hay un lenguaje y unos códigos que no tienen ningún sentido", considera Ian, un joven barcelonés de 23 años. "Es bastante agresivo y deshumanizante, la mayoría de gente te trata como si fueras un objeto", explica Carlos, que tiene la misma edad y es de Malgrat de Mar.
Más allá de los problemas de salud mental que puede suponer la validación personal a través de la aprobación de los demás exclusivamente mediante la apariencia física, una de las características que favorece la deshumanización que apunta Carlos es el sistema de etiquetas "estanco e hiperidentitario", como lo llama Casas, que ofrece Grindr. Como en muchas aplicaciones, los usuarios pueden poner su peso, tamaño, horóscopo… pero también escoger que aparezca la posición sexual (casi siempre coitocéntrica) que prefieren, la tribu gay con la que se identifican o sus gustos sexuales. Esto hace que "una práctica sexual como ser pasivo o que te guste el sexo oral se convierta en tu identidad inalterable", apunta Casas, lo que supone "una paradoja" según él: "Estas aplicaciones sexuales que supuestamente deben servirnos para explorar más libremente nuestra sexualidad, te invitan a limitar previamente a estas citas. algo que se habla y, por tanto, vivo y cambiante. Pero dejándolo por escrito, se cristaliza.
Respecto a esta "frialdad" y "deshumanización" de la que hablan algunos usuarios, dejando de lado el diseño de la aplicación, Casas apunta a dos factores sociales: por un lado, a que "cuando te socializas como hombre, se presupone que no debes mostrar sentimientos y cuidar a los demás". Por otra parte, recuerda que hay que tener en cuenta que "la sexualidad homosexual se ha construido en la clandestinidad, lo que ha desincentivado las relaciones profundas, de compromiso y estables" y esto, de una u otra forma, ha dejado huella en los códigos sociales de la comunidad.
Aunque ahora estas relaciones puedan ser públicas y, por tanto, sea más fácil mantener una estabilidad, Guasch señala que antes costaba mucho encontrar a una pareja sexual del mismo género. "En ese contexto de escasez, cuando encontraban una pareja, el vínculo que establecían tenía cierta solidez social". Ahora, mencionando a Bauman y su idea de sociedad líquida, apunta que "las tecnologías facilitan los encuentros en un contexto de abundancia de parejas, de tal forma que los vínculos son efímeros porque hay mucha oferta".
Impacto en el colectivo
Sobre estos encuentros que también facilita el aplique, la mayoría de usuarios contactados para este reportaje afirman que cuando han quedado con alguien lo han hecho o bien en su casa o en la otra persona, o bien en un bar. Esto es, en un espacio privado o en un espacio mercantilizado. En este sentido, según Casas, "Grindr actúa como una herramienta de higienismo urbano". Tal como ocurre en otros ámbitos, "aplicaciones como Grindr han digitalizado el cruising y el flirteo, lo que tiene un impacto", afirma.
Por un lado, "ha eliminado el sexo de espacios como parques, playas, cines, lavabos…, devolviéndolo al ámbito privado, cuando lo que hace que el sexo queer sea algo político es precisamente que se pueda practicar, ver y hablar de ello en el ámbito público", dice Casas. Por otra parte, apunta Grindr como un causante del cierre de locales LGBTIQ. "Ya no sólo en ciudades de provincia, incluso en Barcelona hay menos locales LGBTIQ que hace 15 o 20 años" parte Grindr. "Me lo descargué porque me acababa de mudar a una ciudad nueva y quería conocer a gente nueva, no sólo en un plan sexual o sexoafectivo, sino también para hacer red con gente del colectivo", relata Jordi, gerundense de 26 años "Quería conocer chicos y hacer amigos gays. Vivo en Osona y no es fácil encontrar lugares donde conocer a gente del colectivo", explica Xevi, de 39 años, que reconoce que no le suena ningún sitio explícitamente LGBTIQ en la zona.
Futuro del modelo de aplicación
"Yo soy de un pueblo de Cuenca, de 120 habitantes, donde siempre he pensado que era el único marica", relata Casas. "Grindr podría ser la herramienta para crear red entre maricas en lugares del territorio rural", apunta, a la vez que advierte: "El problema es que Grindr está haciendo dinero con eso. A mí me preocupa especialmente el hecho de que almacena datos privados como tu estado serológico, las vacunas que tienes… información que sólo el sistema de sanidad público no sabe en todo el mundo". Como solución, Casas propone que "al igual que se ha situado en el debate que quizás es necesario crear un Twitter público, entendiendo que el espacio digital también es un ágora pública, crear un sistema digital para enredar al colectivo LGBTI y queer que vive en el territorio despejado podría ser algo muy positivo. Mientras no exista un servicio público encargado de hacerlo, se está encargando de ello un servicio privado como Grindr", concluye.