San Juan

Cerrar ventanas y poner música: consejos para mascotas con miedo a los petardos

La alta sensibilidad auditiva de los animales de compañía hace que durante la verbena de San Juan puedan desarrollar importantes estados de angustia por el ruido de la pirotecnia

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Un perro escondido bajo una cama

BarcelonaMientras afuera los petardos iluminan la noche de San Juan y las calles se llenan de chasquidos, en casa hay alguien a quien este ruido le asusta. Se esconde detrás la taza del váter. ¿Será una amenaza de la que habrá que protegerse? ¿O quizás habría que echar a correr para huir aunque sea saltando por la ventana? Los hay que lo hacen porque el miedo –y en muchos casos el pánico– domina la situación. Llamada Ona, esta bolita de pelo, acurrucada y temblorosa, metida en su madriguera improvisada, y en compañía de su responsable, Carole Conforti, busca recuperar la tranquilidad ante estos petardos que no puede predecir ni entender.

Hace años que la historia se repite por la verbena. “Le acerco su colchón por sí, quiere echarse, no bebe, no come... Y esto no le dura solo el rato de las explosiones, sino que durante semanas cualquier cosa que se asemeje a un petardo la atemoriza”, expone Conforti, que dice que de los cuatro perros que tiene, Ona, de once años, y Nutella –pero en menor medida– sufren este miedo. “Si no podemos movernos del lavabo, al menos la acompaño en este momento tan complicado para ella”, explica. La preocupación de los propietarios de animales de compañía lleva cada año a un incremento importante de consultas en el veterinario para minimizar los síntomas que los petardos provocan en perros, gatos y otros animales. Según datos del Colegio de Veterinarios de Barcelona, los tratamientos por ansiedad por petardos se incrementan 80 veces por la verbena.

“Aparte de temblores intensos, los perros pueden sollozar, babear, mostrar intranquilidad, dar vueltas y ladrar desesperadamente sin control. Claros signos de angustia, con lo cual podrían sufrir consecuencias graves como taquicardia severa, el colapso e incluso la muerte”, dice Ricard Adán, veterinario especialista en etología clínica. A pesar de que el miedo, siempre que sea razonable, es una “reacción fisiológica normal ante un sonido fuerte que puede indicar peligro”, asegura Adán. “Si queremos que no lo pasen tan mal, tenemos estrategias", añade Elena Garcia, veterinaria de Ethogroup, del proyecto Vetbonds y colaboradora de Anicura Ars Veterinaria. Entre ellas, hacer paseos de calidad lejos de los petardos, pero no obligarlos a salir si no quieren. En casa, cerrar ventanas y bajar persianas para intentar que el ruido entre en casa el mínimo posible, poner música o encender la televisión como ruido de fondo. “Muchos perros y gatos tienen un lugar preferido donde esconderse, lo mejor es respetarlo y si no lo tienen, hacer uno. Hay que evitar regañarlos o enfadarse con ellos por el hecho de que estén muy asustados, porque es una cosa que no pueden controlar”, señala esta veterinaria.

El educador canino y psicólogo Ricard Rojals resalta la efectividad de los ejercicios de desensibilización a los petardos. Lo único que hace falta es tiempo. “Para acostumbrar al perro a los petardos, podemos poner este mismo sonido en la televisión o en algún otro aparato mientras le damos de comer o hacemos alguna actividad de olfato. La idea es que asocie los petardos a una cosa positiva, a pesar de que en el fondo saben que el sonido proviene de una fuente artificial”, dice. Otros recursos son “darles alimentos para mordisquear, porque los ayuda a liberar endorfinas, o que aprendan a quedarse dentro de la cesta de transporte, que es un buen aislante del sonido”, dice este experto. Ahora bien, advierte que, “si bien acostumbrar a un perro al ruido de los aviones es posible”, en el caso de los petardos “a veces no lo es tanto, porque suenan muy fuerte, ocurren en milésimas de segundo y se tiran de manera esporádica”. “Nosotros los tenemos normalizados, pero ellos no. No pueden anticiparlos ni controlarlos, aspectos que provocan que todavía les den más miedo”, puntualiza Elena Garcia. Además, las feromonas y los suplementos dietéticos también pueden serles útiles, así como la medicación, prescrita siempre por un veterinario. “El apoyo farmacológico puede tener que empezar semanas antes. No vale ir al veterinario el día 23 a primera hora de la tarde para que te dé una pastilla”, recalca Garcia. “Mucha gente, además, tiene en la cabeza la pastilla del petardo, que contiene acepromazina. Ahora tenemos alternativas más respetuosas y eficientes desde el punto de vista animal”, indica. “La acepromazina –según apunta Rojals– es un fármaco derivado de los antipsicòtics que genera una parálisis del sistema motor del animal, pero igualmente recibe los inputs sensoriales auditivos de los petardos, así que es mucho peor porque no puede reaccionar”.

Alta sensibilidad auditiva

Los animales son más sensibles a los sonidos que los humanos. Ruidos que para nosotros son molestos, a ellos les pueden resultar incluso dolorosos. Los perros, de media, tienen un rango de audición de 10.000 a 50.000 Hz, mientras que las personas solo alcanzan de 16.000 a 20.000. La distancia desde la cual un perro puede sentir un oír es cuatro veces superior a la de un humano. “En el caso de los gatos, su oído está todavía más desarrollado, incluso tienen una sensibilidad acústica superior”, según el Colegio de Veterinarios de Barcelona, que reclama una regulación sobre el uso de la pirotecnia y limitar el lanzamiento.

La doctora en antrozoología Paula Calvo advierte que, si tenemos un gato y es la primera verbena que pasamos con él, es mejor “estar a su lado”. “Puede pasarse el día escondido, pero sabrá que tú estás en casa y nuestra compañía lo tranquilizará”, asegura. La veterinaria y etóloga Mònica Vila defiende que, “si el animal aprende que mirándonos y pidiéndonos ayuda nosotros lo sostenemos, simplemente por el hecho de poder contar con nosotros este miedo ya disminuirá”. Envolver el lugar donde se acurruque el felino con mantas para apaciguar el sonido y asegurarnos de que come y bebe son algunas de las recomendaciones. Y una alerta: “Hay que ponerle comida y agua cerca. Si un gato se pasa 72 horas sin comer nos podemos encontrar que haga una complicación hepática, y podría acabar muriendo”, subraya Calvo.

Se ha detectado que, de media, el número de avisos de casos de animales perdidos, comparado con otros periodos, aumenta por San Juan más de un 60%, y que el incremento de casos de recogidas de animales encontrados crece también hasta un 130%, según datos del Archivo de Identificación de Animales de Catalunya. Galet, de seis años, con hipersensibilidad auditiva, tiene una predisposición a hacer lo que sea para huir del ruido. Hace años que trabajan con su referente, Beth Mussull, directora de Itcan Intervencions Assistides amb Gos. “Llegó a casa cuando tenía tres meses después de un viaje muy largo en avión. Si cuando paseábamos le pasaba un monopatín por el lado, su primera reacción era salir corriendo. Genéticamente, ya tiene predisposición a tener miedos”, aclara esta responsable, que tiene seis perros más.

Ante el agravio que pueden comportar los petardos en los animales, y también en personas con sensibilidad auditiva, ciudades como Parma, en Italia, han prohibido por decreto cualquier tipo de pirotecnia ruidosa. En Catalunya, empresas como La Traca ofrecen entre su oferta petardos de baja sonoridad, un proyecto piloto que han puesto en marcha este San Juan. “Se trata de productos que van desde los 97 hasta los 120 decibelios. También se recomienda una distancia mínima de uso a la hora de tirarlos”, destaca el director general, Jordi Brau. Una iniciativa respetuosa con estas sensibilidades, porque no todo se acaba con San Juan: pocos días después, llega San Pedro.

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