"La ciencia nos asegura que las plantas son capaces de escucharnos"
Hablamos con Alessandra Viola, periodista científica que explora la inteligencia de estos seres vivos y su impacto en nuestra vida cotidiana
Un día muchos de nosotros olvidamos cómo es vivir al aire libre, rodeados de bosques y florestas. Ahora estamos lejos de las tonalidades de verde y de los sonidos de la naturaleza, un mundo que sustituimos por el asfalto y las luces de neón, por los atascos de tráfico y los relojes que avanzan sin fin. Y, por el camino, nos olvidamos de todas las enseñanzas que nos ofrecía la naturaleza. Incluso de lo que nos explicaban las plantas que, como maestros zen, durante siglos nos habían ayudado a encontrar el camino hacia la curación, tanto física como espiritual.
De todo esto habla la periodista científica Alessandra Viola, autora del libro Pregúntale a una planta (Ariel, 2025), en el que explora la inteligencia de estos seres vivos y su impacto en nuestra vida cotidiana, combinando ciencia, artes y literatura.
"La ciencia nos asegura que las plantas son capaces de escucharnos. Los plant talkers, las personas que hablan, están convencidas de que no sólo los entienden, sino que se comportan en consecuencia", explica Viola. Ahora bien, ¿cómo podemos entender lo que nos dicen? Hace un par de siglos, Victor Hugo había escrito que era triste pensar que "la naturaleza habla y el género humano no escucha".
esto cita a Monica Gagliano, profesora de una universidad australiana, que dice que cuando aprendemos a escuchar las plantas sin necesidad de oírlas hablar, se manifiesta un lenguaje que habíamos olvidado, y que, más allá de las palabras, nos transmite expresiones ricas en significado y nos vincula, sin intermediarios, hacernos sentir todo tipo de sentimientos y emociones. No es de extrañar humanizar plantas y árboles hasta el punto de que se den situaciones como la que se vivió en Melbourne en el 2013, año en que se puso en marcha una campaña para vigilar la salud de los árboles de la ciudad para que a los alumnos se les ocurra. problema en las ramas. Lo que no se esperaban los creadores de la iniciativa es que pronto empezaron a recibir correos de personas anónimas escribiendo todo tipo de cartas personales a los árboles.
Observar el verde nos relaja, por eso es frecuente encontrar este color en las paredes de hospitales o escuelas. Pero hay más: mirar las plantas tiene beneficios para nuestra salud: mejora la atención y reduce la ansiedad. También acelera la convalecencia de enfermedades y accidentes e incluso las prevé, tal y como demostró un estudio realizado sobre la población de una prisión estadounidense. "Se dieron cuenta de que los reclusos que tenían vistas al campo desde las celdas iban menos a la enfermería que los que no las tenían", explica Viola.
El verde nos devuelve a nuestra naturaleza animal, a nuestros orígenes, cuando estar rodeado de este color significaba estar en un lugar donde no faltaba comida ni agua, un refugio donde poder sobrevivir. Según la autora, una prueba de ello es el éxito de los llamados baños de bosque, una técnica japonesa que se ha popularizado en todo el mundo. "Quienes la practican ven reducida su tensión arterial y los niveles de cortisol, la hormona del estrés. También favorece la concentración, la creatividad y los tranquiliza", asegura.
El problema es que muchas veces no tenemos un bosque o un jardín a mano cuando más lo necesitamos, sea por falta de tiempo o por falta de proximidad. ¿Cómo obtener unos beneficios similares en estos casos? Para Viola, es mucho más sencillo de lo que pensamos: a través de la imaginación. Es cierto que nunca podremos disfrutar de las sensaciones que nos da el poder vivir diversos sentidos a la vez como la vista, el oído, el olfato y el tacto, pero sí que podremos imaginarlo para acercarnos a estas percepciones lo mejor posible. "Hay estudios realizados con resonancias magnéticas que nos indican que las zonas del cerebro que se activan cuando experimentamos algo y cuando lo imaginamos son las mismas", asegura Viola.
De esta manera, la autora recomienda que aunque estemos haciendo cola al médico, en un atasco o esperando el metro, siempre podemos volver a lo que ella considera nuestro "jardín interior". Es un espacio imaginado que habremos creado nosotros mismos con todos los elementos que más nos gusten e inspiran. Puede ser un frondoso bosque, un huerto o un jardín romántico. Cualquier espacio sirve mientras nos dé paz, serenidad y refugio. Y lo mejor de todo es que siempre podremos volver.