Cuidar a la muerte: ¿qué podemos decidir sobre el entierro?
Las doulas de la muerte, las cooperativas de consumo funerarias y los entierros naturales son algunas de las alternativas al circuito funerario tradicional
BarcelonaCuando una persona amada muere, además de enfrentarnos a la pérdida, debemos tomar decisiones sobre las que a menudo no tenemos suficiente información. ¿Qué opciones y derechos tenemos a la hora de preparar un entierro? Si la muerte es el único hecho inevitable y universal, ¿por qué no disponemos de esta soberanía? "La muerte formaba parte del día a día. Antes se veían las esquelas por la calle y ahora ha dejado de ocupar un espacio público. Al ser tabú, hemos perdido todo el conocimiento, y se ha producido un alejamiento", apunta Alba Calvo, de la cooperativa Som Provisionals, que reivindica precisamente este binomio entre soberanía y muerte. Núria Puigdevall, otra de sus socias, lo achaca a la urgencia. "La muerte es vista como un problema para el capitalismo porque es una situación nada productiva" y, por tanto, "cuanto más rápido ocurra, antes podremos volver a trabajar". Ellas defienden que, sin embargo, podemos adaptarnos cuidando el momento de morir, y esto pasa por hacer una planificación previa y por incluir la muerte dentro de la vida. Así pues, más allá de la incineración o el entierro, ¿qué podemos decidir y qué no?
Doulas de la muerte
Hay una figura a la que podemos recurrir si no sabemos cómo proceder. Son las doulas de la muerte y se encargan del acompañamiento emocional al final de la vida, pero también del asesoramiento funerario. "Nos molesta que las empresas funerarias tengan ánimo de lucro cuando es un servicio por el que todos debemos pasar. Nuestro sueño sería que fueran públicas y con precios asequibles, que no tuviéramos que hacer este esfuerzo económico y que no tuviéramos que pasar por los chantajes emocionales que te hacen para venderte un ataúd de persona con el que te parece a la persona con más gama relacionándolo con la persona con lo que te parece. económico", explica Puigdevall, quien añade que el descontento es una sensación común con la industria funeraria, liderada por grandes grupos en Catalunya, donde solo hay tres funerarias municipales y una sin ánimo de lucro.
En su labor divulgativa, ellas informan a las familias de sus derechos. Muchas no saben que pueden elegir la funeraria; aunque existe la cremación directa, un servicio más asequible por el que vienen a buscar el cuerpo y te devuelven las cenizas, sin más protocolo. Tampoco saben que "aunque te ofrezcan un paquete de servicios, lo único obligatorio es el traslado del cuerpo y el féretro": "El resto se puede hacer de muchas maneras sin coste". Es el caso del velatorio, que puede organizarse en casa o en un espacio privado con el cuerpo hasta 48 horas después del certificado de defunción; o sin el cuerpo presente, posteriormente; dos opciones que pueden aportar a su familia intimidad y tiempo. Como doulas de la muerte, también se encargan de organizar estos velatorios o ceremonias funerarias y del ritual de lavado del cuerpo. "No nos estamos inventando nada. Es lo que hacían nuestras abuelas. Nosotros ofrecemos este servicio, pero si hay algún familiar que quiere hacerlo, está perfecto. Animamos a la gente a recuperar esta autosuficiencia al morir", añade Puigdevall.
Un entierro por un euro y medio
Un sencillo entierro cuesta de media al Estado 3.700 euros, según datos de la OCU del 2023, mientras que en Girona superaba los 4.000 euros. En Barcelona no existen datos desde el 2021, cuando se situaba como una de las ciudades más caras, con precios que podían llegar hasta más de 5.000 euros. En España, además, se aplica el 21% de IVA, cuando en la mayoría de los países los servicios funerarios están exentos o tienen un IVA reducido como bien de primera necesidad. Si existe un seguro de deceso contratado, se llega a cuadriplicar la inversión. Por eso, la OCU recomienda no tenerlos y desde Som Provisionals recuerdan que el dinero no gastado se puede reclamar si se comunica antes de la disposición final.
Los vecinos del combativo barrio de Can Deu de Sabadell llevan cuarenta años organizando contra esta situación que consideran abusiva a través de la cooperativa de consumo Funeraria Can Deu, con la que han demostrado que es posible pagar un funeral si cada socio ingresa un euro y medio cada vez que muere uno de los más de 2.900. "El difunto y las personas inscritas en su póliza no pagan porque ver el nombre en el recibo en aquellos momentos remueve", explica la vicepresidenta, Vanessa Nofuentes. Las personas y la transparencia son los principales valores de esta iniciativa, añade la presidenta, Ester Lopera, que acompaña a las familias en este momento crítico: "Una palabra amable se agradece en un momento difícil". La tesorera, Ángeles Úbeda, comenta que tienen superávit y que no dejan de apuntarse a vecinos, pero no tienen intención de crecer, sino que quieren que el modelo se replique en otros barrios y municipios.
Morir ecológicamente
No sólo contaminamos en vida, sino que emitiremos emisiones hasta el día de nuestro entierro. Según un informe de La Fondation Services Funeraires – Ville de París, enterrar en tumba de cemento o nicho genera 833 kilos de CO₂, mientras que el funeral natural, es decir, el entierro directamente en el suelo como hacen los musulmanes, reduciría las emisiones a 182 kilos de CO₂, una cifra Es lo que reivindica Jordi Miralles, biólogo y presidente de la Asociación para el Enterramiento Natural. De hecho, la legislación española dice que el entierro debe realizarse "sobre terrenos permeables", pero los cementerios que conocemos son enjambres de hormigón, mientras que en el resto de Europa son mayoritariamente de tierra. Por tanto, el funeral natural es una opción legal siempre que haya espacio: "Están todos cimentados y, como tenemos tanto miedo a que la muerte sea antihigiénica, no hay ningún cementerio que se atreva", denuncia.
La entidad promueve elementos más ecológicos como el ataúd de cartón, que no se encuentra en la mayoría de las funerarias por el poco margen económico que ofrece. También impulsa el compostaje humano, que ya se hace en Estados Unidos y en Alemania. El proceso consiste en rodear el cuerpo con un preparado de material vegetal y aplicarle oxígeno. El resultado es un humus que tiene el valor añadido de la fertilidad.
A la hora de tomar decisiones, el factor tiempo es clave para Miralles. Nuestra legislación establece un límite máximo de 48 horas para la inhumación de un cadáver, mientras que en países como Reino Unido y Francia se hace en un plazo de entre 5 y 7 días, y en Alemania pueden tardar hasta 14 días. "Si hay más tiempo, podemos hacerlo mejor. Yo tengo clarísimo que es por eso que en España hay tantos problemas con el duelo. En Suecia, a los 50 años, la gente ya hace limpieza de lo que ha acumulado y tienen una palabra para ello [Döstädning]", reivindica el biólogo, que apunta que la putrefacción no comienza hasta pasados tres o cuatro días. Explica el proceso con total naturalidad: "La muerte, al igual que el nacimiento, es un proceso biológico flipante, con la diferencia de que éste ocurre fuera".