Bienestar

¿Por qué deberíamos andar descalzos más a menudo?

Una podóloga y un fisioterapeuta comparten algunos consejos para iniciarse en una práctica que puede aportar beneficios para la salud del pie

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Dos personas andando por la playa en una imagen de recurso.

BarcelonaAprovechando el calor y que, normalmente, se cuenta con más tiempo libre durante el verano, el mes de agosto es un buen momento para liberar los pies del calzado y tratar de andar descalzos en lugares adecuados. Antes de seguir profundizando en el tema y adentrarnos en esta práctica, hay que tener en cuenta que hablamos de forma generalizada y que siempre dependerá de la edad, del peso y de si se sufre alguna patología concreta por la que no nos sea ​​adecuada esta experiencia o, al menos, no sea conveniente llevarla a cabo sin la guía de un profesional. “Hay patologías que quizás no se han corregido en edad infantil, así que estos pies necesitarán un buen calzado más adelante. Por el contrario, hay personas con pies sanos que utilizan un calzado inadecuado, lo que puede generar patologías con dolores y molestias que les hacen cambiar completamente la pisada y les provocan problemas que no habrían existido”, explica Sònia Bruguera Vergara, podóloga con una larga experiencia.

Según los expertos, andar descalzo de vez en cuando puede aportar beneficios para prácticamente toda la población y todas las franjas de edad. “En la sociedad en la que crecemos, desde pequeños nos ponen un calzado en los pies y, desde entonces, vivimos con esta extremidad comprimida y limitada”, anota Bruguera. Esto explica por qué el hecho de andar descalzos estimula una musculatura que “la mayoría de las personas tenemos atrofiada por el hecho de tener los pies inmóviles dentro del calzado”, añade Eduard Mercader Vila, fisioterapeuta especializado en psiconeuroinmunología.

Los beneficios de quitarse los zapatos

Para aquellas personas que se animen a intentar caminar descalzas, Bruguera y Mercader proponen algunos consejos para disfrutar de la sensación placentera de unos pies libres y nos indican sus beneficios.

  1. Reconectar con el sistema nervioso. Mercader explica que recuperar la conexión natural con nuestro sistema nervioso es posible, porque “cuando caminamos descalzos damos estímulos táctiles y de desequilibrio”, de tal forma que estimulamos el sistema nervioso y ayudamos a compensar y equilibrar la conexión de las diferentes partes del cuerpo . El fisioterapeuta lo ejemplifica con el siguiente ejemplo: "Cuando hemos tenido inmovilizada alguna parte del cuerpo por una lesión, en el momento en que nos quitan lo que nos inmovilizaba hemos perdido mucha fuerza y ​​control del movimiento. Esto es lo que nos pasa a diario en los pies con el calzado".
  2. Contrarrestar patologías. "Aprovechar la arena de la playa en verano es ideal para contrarrestar patologías como los pies planos o la hiperlaxitud, ya que esta superficie estimula la musculatura de forma natural", expone Bruguera. La arena de la playa se modula bajo nuestros pies y también cambia según su textura, de tal modo que la planta y la musculatura que rodea el pie estarán en constante adaptación y trabajarán para conseguir avanzar recolocando correctamente la extremidad paso a paso.
  3. Trabajar la musculatura. Caminar descalzo mejora la capacidad de la musculatura, los ligamentos y la circulación. Si antes hemos hablado de personas con algunas patologías concretas, no sólo ellas pueden beneficiarse de esta práctica, ya que caminar descalzos sobre diferentes superficies como la hierba o la arena hace que el pie trabaje de formas diferentes y se estimule adecuadamente y naturalmente.
  4. Mejorar lesiones articulares. Por lo general, el uso del calzado hace que no tengamos la capacidad de controlar el impacto que ejercemos contra el suelo cuando caminamos o corremos. En cambio, “los estudios científicos que se han generado en este sentido demuestran que el impacto de toda la extremidad inferior, al andar descalzos, es mucho menor, por lo que conseguir este control de fuerzas de reacción del suelo durante el impacto puede ayudar a prevenir problemas en articulaciones como rodillas y caderas y también en la zona lumbar. Al ir desprotegidos anticipamos el impacto y lo amortiguamos de una forma más eficiente”, explica Mercader.
  5. Efecto calmante. El contacto directo con la naturaleza y con distintas superficies estimula a los receptores sensitivos y ayuda a calmar nuestro sistema nervioso; por tanto, nos proporciona una sensación de bienestar. “Este efecto puede variar según la superficie, ya que no es lo mismo andar por superficies naturales o artificiales, duras o blandas”, especifica Mercader.
  6. Buscar diferentes superficies. Para notar los beneficios completos vale la pena variar las superficies “para que el pie tenga estímulos diferentes y, sobre todo, buscar andar sobre zonas naturales para conectar con nuestra parte más primitiva”, añade Mercader.
  7. Iniciarse en la práctica progresivamente. Tal y como explican Bruguera y Mercader, dado que llevamos toda la vida con los pies adaptados al calzado es recomendable intentar caminar descalzos de forma muy progresiva. Así evitaremos sobrecargas o malas pisadas que nos puedan generar patologías paralelas que hagan que esta práctica, que debe ser placentera, acabe convirtiéndose en un inconveniente.
  8. Adaptar las estructuras. Mercader aclara que, “al principio, sólo caminando descalzos un rato todos los días podemos notar alguna pequeña molestia, que debería ir desapareciendo, porque los tejidos y la estructura de los pies se irán adaptando al cambio y cada vez lo tolerarán más rato ”. En caso contrario, será necesario dejar esta práctica y, si la molestia persiste o se incrementa, valdrá la pena visitar a un especialista.
  9. Permitir a los niños que caminen descalzos. Es cierto que, socialmente, debemos acostumbrar a los niños a llevar calzado y velar para que sea lo más adecuado posible, pero si aprovechamos las situaciones correctas y les permitimos pasar horas descalzos desde pequeños “les estamos facilitando las cosas de cara al futuro ”, afirma rotundamente Mercader.
  10. Ser pacientes. Lo más probable es que, al inicio, nos sintamos muy extraños o incluso incómodos, o que en alguna pisada experimentamos pequeños dolores, porque no estamos acostumbrados a notar texturas cambiantes o distintas temperaturas debajo de la planta. Es necesario darnos un tiempo para acostumbrarnos. Tanto la musculatura como la piel están poco habituados a estas alteraciones, pero la adaptación no es larga y, con el tiempo, nos daremos cuenta de que ha merecido la pena.

Encontrar las superficies adecuadas

Aunque los beneficios de andar descalzo son muchos, no es una actividad exenta de peligros. La exposición a superficies peligrosas y la falta de protección puede provocar lesiones cutáneas. Lo más recomendable es andar descalzos en casa, en la arena de la playa o encima de césped. En el caso de la arena, además, contribuye a eliminar impurezas de la piel y estimula la relajación. Es necesario evitar andar descalzos en lugares públicos como instalaciones deportivas, gimnasios, vestuarios o piscinas, por el riesgo de contagiarnos de hongos u otras infecciones. Otro factor importante es gozar de los beneficios de esta práctica a la temperatura adecuada. Si nota que el contacto con el suelo le enfría mucho los pies, opta por ponerse calcetines.

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