"Detrás de un trastorno alimentario, no sólo hay una persona que quiere verse delgada, hay más profundidad"
Hablamos con Miriam Salinas, psicóloga especializada y autora del libro 'Atrévete a comerte la vida'

BarcelonaCuando tenía nueve años, Miriam se centró de lleno en la natación de competición. Hacía seis horas diarias de entrenamiento, iba a campeonatos y recibía medallas y reconocimientos que hacían que, de puertas afuera, su vida fuera ejemplar. Centro en el deporte y en el alto rendimiento, también había encontrado en los amigos y compañeros del club todo el apoyo emocional y el amor que le faltó en casa. Hasta que un día, su cuerpo comienza a cambiar. De tener un cuerpo infantil, pasó a experimentar todos los cambios físicos y hormonales de la adolescencia. Le crecieron los senos, empezó a tener curvas ya sufrir todo tipo de transformaciones con las que no se reconocía ni se sentía cómoda. Cuando se miraba en el espejo, veía su imagen totalmente distorsionada, hasta que el rechazo fue tal que empezó a obsesionarse con su cuerpo y en la alimentación. Poco a poco, entró en una espiral de entrenamiento y restricción alimentaria de la que le era muy difícil salir. Exteriormente, seguía siendo una niña casi perfecta, pero lo que nadie sospechaba es que, cuando se quedaba sola, sufría atracones de dulces y de todo tipo de comida que después acababa vomitando. Todo este infierno ahora le ha hecho público en su libro Atrévete a comerte la vida (Grijalbo, 2025). "Quería mostrar que detrás de una mujer con un trastorno alimentario no sólo hay una persona que quiere verse delgada, sino que también hay otras muchas capas de profundidad", explica la autora, Miriam Salinas, que hoy en día es psicóloga y está especializada en ansiedad por la comida.
Engullir emociones
En las páginas del libro, ella relata lo pequeño que sufrió lo que llama el "síndrome de la niña buena". Es una forma de comportamiento tradicionalmente vinculada a las niñas ya las mujeres y que hace que se sientan obligadas a complacer al resto en todo momento, a intentar evitar conflictos o generar problemas. Es un patrón que busca la aprobación externa de la familia y de la sociedad en general y con frecuencia es a costa de su bienestar emocional y psicológico. "Es un síndrome en el que se tiene muy castrada la rabia, con mucha opresión por evitar tener conflictos con el resto y también por el miedo a no ser aceptados", explica la experta. Es decir, son personas que nunca dicen que no y que tampoco se quejan, con el objetivo de no generar rechazo y sentirse queridas. Por supuesto, esta actitud conlleva consecuencias muy negativas para la identidad personal: "Oprimir la rabia y decir que sí a todo el mundo es ir en contra de ti misma, y muchas veces todo lo que no decimos y nos guardamos dentro nos lo acabamos tragando, literalmente, con la comida", ejemplifica.
Para Salinas, la ansiedad no deja de ser una emoción mal expresada. Cuando toda esa carga emocional se dispara, muchas personas la gestionan a través de la comida. "Cuando masticamos, sentimos una liberación de esa energía. Esto lo hacemos todos en algún momento, el problema es cuando siempre, ante cualquier circunstancia, como la alegría o la pena, lo transitamos a través de la comida o de su ausencia", explica la terapeuta. Es decir, cuando comer compulsivamente, o no comer, nos da una falsa sensación de seguridad y de control.
Aunque pueda haber una predisposición genética a sufrir trastornos alimenticios –es uno de los factores individuales que los investigadores y científicos reconocen como causa y que la Asociación Contra la Anorexia y la Bulimia (ACAB) de Catalunya también reconoce–, Salinas explica que hay otros muchos factores que pueden llevar a una persona a acabar sufriendo este problema. Pueden ser comentarios en casa que sientes desde pequeño sobre las personas gordas o delgadas, o sobre la cantidad de comida correcta, pueden ser burlas o comentarios despectivos sobre el cuerpo por parte de compañeros de escuela. El modelo de belleza imperante y que se ve en la publicidad, en la televisión y en las redes y toda la presión por tener un cuerpo normativo tampoco ayudan. "Cada vez hay más personas con trastornos alimenticios", lamenta esta experta. Según datos del departamento de Salut, la pandemia provocó un fuerte aumento de los casos de trastornos alimenticios en Catalunya, que se dispararon tras el confinamiento. En 2021 el número de personas atendidas por estos trastornos creció un 61% respecto a 2018.
Ante esto, Salinas recomienda buscar ayuda lo antes posible y detectar cuáles son las circunstancias que han provocado el trastorno. En su caso, una falta de apoyo en casa, sumado a las exigencias de un deporte de alta competición, donde la pesaban dos veces al día, fueron algunos de los detonantes que la hicieron entrar en esa espiral destructiva. "Cada uno debe hacer su propio mapa para identificar sus causas", continúa.
Una vez que sabemos encontrar el origen que nos ha llevado hasta esta situación, es importante volver a reconectar con nuestro cuerpo, según la terapeuta. "Cuando no sabemos gestionar las emociones tendemos a desconectarnos del cuerpo. Allí es donde nos disociamos y perdemos de vista todo lo demás", explica. Así pues, dejar de sentir culpa o vergüenza por vivir un trastorno alimentario y volver a habitar nuestro cuerpo y escucharnos es esencial para caminar hacia la recuperación.