"Diseñar el vestuario de un espectáculo es muy distinto a hacer moda"
Nicolas Vaudelet –excolaborador de Jean Paul Gaultier– firma el vestuario de ILU, el nuevo espectáculo del Cirque du Soleil en Andorra
Barcelona3, 2, 1! ¡Empieza la función! En el escenario sólo hay una taquilla en la que se venden las entradas del Palacio de las Ilusiones, donde un abuelo bondadoso de barba blanca pasará una tarde llena de emociones con sus limpias. Éste es el punto de partida deILU, el nuevo espectáculo de Cirque du Soleil concebido expresamente para Andorra, una colaboración que ya dura doce veranos y que se ha convertido en un imán turístico por el Principado donde el espectáculo podrá verse hasta principios de agosto. Más allá de un espectacular número de circo –con trapecistas, acróbatas y funámbulos en estado de gracia–, ILU es un homenaje a la infancia, esa etapa de la vida en la que los límites entre la realidad y la ficción se desdibujan. En este mundo de fantasía dirigido por Lydia Bouchard deambulan personajes extravagantes, monstruos de caramelo, caballos que relinchan e, incluso, un parsimonioso oso polar. En la puesta en escena, el vestuario desempeña un papel fundamental. No sólo ayuda a construir los personajes, sino que refuerza su relato.
Dos horas antes del estreno, toda la actividad se concentra en una carpa adyacente a la pista central. Allí está el backstage, que se asemeja al camerino de un teatro de campaña. Una veintena de artistas se están transformando en personajes y se maquillan sentados frente a varias hileras de espejos retroiluminados. Puede observarse, pero en ningún caso interpelar. La concentración de sus rostros muestra que ya están entrando en su papel. Justo al lado de la zona de peluquería y maquillaje se encuentra la de vestuario. Lo delatan las máquinas de coser y, sobre todo, las burras en las que hay colgadas decenas de piezas. Dina, Aubin, Rodrigo, Solène, Natsume, Tamaki... La ropa que lucirá cada artista está marcada con su nombre, tal y como se hace en el backstage de un desfile de moda. Un hombre de mediana edad lo mira y sonríe, quizá pensando en el esfuerzo realizado durante los últimos ocho meses. Él es Nicolas Vaudelet, el diseñador bretón que firma el vestuario deILU, su tercer espectáculo andorrano después de Diva y Rebelde.
"Todo arranca con un moodboard de inspiración que comparto con Lydia, la directora. Hago muchísimos bocetos y, a partir de ahí, comienza el trabajo con el taller. Diseñar el vestuario de un espectáculo es muy distinto a hacer moda, cambia la técnica de confección de las prendas y la elección de los materiales. Nosotros debemos tener en cuenta los movimientos de los artistas y, sobre todo, su seguridad. Además, después de cada función, todo el vestuario acude a la lavadora", explica Vaudelet, que sabe de qué habla cuando compara una forma de trabajar con la otra. "Con sólo dieciocho años entré en Lacroix y luego tuve la suerte de colaborar con John Galliano en Dior; con Marc Jacobs en Louis Vuitton; con Alexander McQueen en Givenchy y con Sonya Rykiel". Pero la figura que más le marcó fue la de Jean Paul Gaultier, con quien estuvo siete años, hasta el 2007. "Con él aprendí muchísimo, sobre todo a encontrar inspiración en todas partes, en las cosas de la vida cotidiana o en una joya del alta. También a enfrentar a los opuestos y mezclarlos", rememora sobre aquellos años junto alenfant terrible. "En 2006 diseñamos el vestuario de la gira mundial de Madonna, el Confesiones Tour. Allí fue cuando me entró el gusto por los shows a gran escala". Al año siguiente Vaudelet se mudó a Sevilla para llevar la dirección creativa de la firma de ropa y marroquinería El Caballo, una aventura que cerró cuando empezó a colaborar con el director Franco Dragone, para quien dibujó los figurines de Ruido, un espectáculo de danza del Ballet Nacional de España por el que recibió el premio de Mejor Figurinista en los Premios Max de 2014.
Dragone, que en los noventa había dirigido algunos de los espectáculos más recordados del Cirque du Soleil, fue la segunda puerta de entrada de Vaudelet en el mundo del vestuario escénico. En 2015 triunfaron en el Lido de París con el espectáculo Paris Merveilles, donde Vaudelet diseñó más de 600 trajes. Después el bretón colaboró en espectáculos que le llevaron a Rusia, China y Turquía, hasta que en el 2017 se enroló en el Cirque du Soleil. Con ILU, Vaudelet suma ya catorce espectáculos en su historial. "El circo actual está muy centrado en la parte humana, en la personalidad del artista, quizá por eso los vestimos de forma más realista. También es cierto que cada vez me piden más moda, quizá por el bagaje que tengo", asegura. De hecho, en el primer número deILU aparece una mujer roja que lleva un traje con un pecho-joya dorado de donde cae una gota de leche. "Podría ser un guiño a Schiaparelli, porque me gusta mucho el trabajo de Daniel Roseberry. Pero también a las joyas-escultura que los Lalanne hacían para Yves Saint Laurent, en el pecho mimado de la escultura de Julieta Capuleto en Verona o en el busto de Dalida en Montmartre", explica.
A lo largo del espectáculo las referencias fashionistas son múltiples: los caballos se inspiran en los que la escultora Janine Janet –que fue escaparate de Balenciaga– hizo para la película El testamento de Orfeo (1960) de Jean Cocteau; la chica barbuda tiene reminiscencias en una casaca de pelo sintético de Martin Margiela; el brazo articulado por donde juguetea al hombre-peluche te transporta al final del desfile de Primavera-Verano 1999 de Alexander McQueen cuando dos robots de la industria automovilística rociaron de pintura el vestido blanco de la modelo Shalom Harlow... y la lista continúa. "En mis inspiraciones siempre hay referencias a la moda ya Gaultier. La figura del botones se refleja en el Gran Hotel Budapest de Wes Anderson, sobre todo por los colores. Pero es cierto que la parte más Gaultier del personaje es cómo lleva la ropa, con la chaqueta por dentro de los shorts tartán y los tirantes por encima de la chaqueta, es decir poniendo por encima lo que normalmente va por debajo", afirma. Este botones también tiene una escena con dos personajes fascinantes: el barbero, que lleva una camiseta de rayas marineras y la mujer barbuda, que al desprenderse del pelo deja a la vista un mono efecto segunda piel de. diseñar en 1993 para el espectáculo Fachada, un entretenimiento de la bailarina y coreógrafa Régine Chopinot. Poco después las recuperó para la colección Las Tatouages (PV 1994) y actualmente son uno de los must de la marca. Así se retroalimenta la rueda de la moda, donde siempre llega el momento de soltar. Y Vaudelet lo sabe muy bien: “Un estreno es como dar a luz. Se acaba la presión, nuestras creaciones ya no nos pertenecen a nosotros, sino al público.