Empieza el año diciendo adiós al sedentarismo

Los inicios de la actividad física pueden ser duros, pero ya no se abandona cuando se notan los beneficios

BarcelonaSi retrocedemos millones de años, nuestros antepasados eran cazadores recolectores y tenían un cuerpo diseñado para sobrevivir a través del movimiento: cazaban, recolectaban, cargaban a las presas, excavaban y escapaban de los depredadores. Se calcula que recorrían entre ocho y quince kilómetros diarios solo para sobrevivir. Con la llegada de la agricultura, las necesidades cambiaron, pero seguían teniendo un estilo de vida obligatoriamente muy activo. Actualmente, todo lo que nos hace falta para sobrevivir –alimentarnos, tener un hogar y escapar de los peligros mortales– no nos requiere ningún tipo de esfuerzo ni de actividad física: vamos a la tienda o al supermercado –probablemente en coche–, nos desplazamos al trabajo con un medio de transporte y no escapamos físicamente de ningún depredador.

Nuestro estilo de vida ha cambiado completamente, pero el cuerpo no ha evolucionado al mismo ritmo que los hábitos de la sociedad occidental. A todo esto hay que sumar que nuestro consumo calórico ha aumentado considerablemente, es decir, ingerimos muchas más calorías a lo largo del día que anteriormente, y que hemos añadido costumbres muy tóxicas, como el tabaquismo o el alcohol, aunque sea en dosis bajas y esté socialmente aprobado.

Este conjunto de despropósitos nos lleva a desarrollar una serie de enfermedades físicas y mentales muy graves y que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya trata de pandemia, como son la obesidad, la diabetes, algunos tipos de cáncer, afectaciones cardiovasculares, depresiones, estrés, ansiedad... Además, generan un verdadero malestar y unas condiciones desfavorables de vida a las personas que las sufren, sin hablar del gasto público millonario que comportan.

Visto así parece bastante trágico, pero la buena noticia es que la solución está al alcance de todo el mundo, de todos los bolsillos, edades, condiciones y perfiles: consiste en abandonar el sedentarismo. Dicho de otra manera: adquirir unos hábitos de vida saludables. Y el inicio de año es un buen momento para poner manos a la obra.

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Por qué nos cuesta dar el paso

En general, somos conscientes de esta necesidad. Nos sabemos la teoría y nos han explicado del derecho y del revés que introducir la actividad en nuestro día a día nos aportará muchos beneficios a nivel físico, psicológico, emocional, relacional y social. Es decir, a nuestra salud global. Pero si sabemos que nos es tan beneficioso, por no decir imprescindible, ¿por qué nos cuesta tanto dar el paso?

“Los inicios de toda actividad física son duros. Nos genera dolores musculares por falta de costumbre y nos acelera el pulso, la respiración y la temperatura corporal, cosa no muy agradable cuando no se está habituado a ello. Requiere un esfuerzo, un sacrificio y ser capaces de entender que el beneficio es a largo plazo y no momentáneo”, explica Marc Pujol, cofundador de Amtté, una empresa que se dedica a llevar los hábitos de salud a las empresas. Y lo que dice es muy cierto. Para notar los efectos beneficiosos de la actividad física se necesita implicación, constancia, continuidad, paciencia y un poco de fe. Un esfuerzo personal muy importante que no todo el mundo está dispuesto a hacer hasta que no hay una necesidad explícita, normalmente por falta de salud.

Àlex Castillo, un ingeniero de 53 años que se declaraba completamente sedentario, empezó a hacer ejercicio hace dos años con un programa de promoción de la salud que le ofrecieron desde la empresa. “Al inicio lo pasé muy mal, pero soy terco y poco a poco fui notando que me encontraba mejor, veía que evolucionaba, aunque fuera poco a poco, y este hecho me motivaba a seguir. He perdido 25 kilos y ahora viene la fase dos: dejar de fumar”, dice.

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Cómo animarse a empezar

Dar el primer paso es complicado, pero lo que es verdaderamente difícil y lo que genera más frustración es ser constante y paciente las primeras semanas. Una vez superadas, la obligación, poco a poco, pasa a ser una necesidad, y ya podremos decir que nos hemos enganchado.

Hay diferentes estrategias que nos pueden ayudar a hacer más soportable este inicio:

1. Buscar actividades motivadoras. Es decir, aunque lo que está de moda es salir a correr, ir en bicicleta o jugar a pádel, no tenemos por qué hacerlo si no nos motiva. Actualmente, la oferta es más extensa que nunca y hay que encontrar lo que nos guste y nos haga sentir más cómodos. Si tenemos que probar diez actividades antes de encontrar la que nos encaja, hagámoslo, ¡no desistamos!

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2. Hacerlo en compañía. Quedar con otra gente hace que el día que no tenemos ganas vayamos igualmente por el compromiso adquirido. Y seguro que, cuando acabemos, lo agradeceremos.

3. Fijarse un horario. Tener muy claro que ese día a esa hora lo tenemos dedicado a la actividad física y no saltárnoslo como tampoco nos saltaríamos una visita al médico, ir a buscar a los niños a la escuela o ir al supermercado a comprar.

4. Integrarlo en la rutina diaria. Tiene que formar parte de nuestras prioridades y tiene que estar en nuestro horario diario. No podemos dejarlo al azar de cuando tengamos tiempo, porque este momento no llegará nunca.

5. No querer hacer más de la cuenta. Es mejor poco y bien hecho que mucho y mal hecho, puesto que muy probablemente nos llevará al abandono. Seamos conscientes de nuestras posibilidades horarias, familiares y laborales.

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Una vez nos hemos puesto a ello, la cuestión es cómo perseverar. “Tenemos clientes que empiezan por problemas de salud o por alguna lesión y, cuando se dan cuenta del bienestar que les aporta y de qué mejoras les resulta en su día a día, ya no lo abandonan”, explica Anna Farrés, licenciada en ciencias de la actividad física y el deporte (CAFE) y codirectora de Espai Salut, un centro de rehabilitación y entrenamiento personal de Vic. “Consiguen integrarlo, y venir ya forma parte de la rutina semanal”, añade.

Una vez nos ponemos a ello, tenemos que perseverar

También hay una serie de estrategias mentales y emocionales que nos pueden ayudar a no abandonar:

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1. Confiar en uno mismo. Pensar que lo conseguirás, que lo quieres hacer y que lo harás. Nadie mejor que uno mismo para animarse a invertir en la salud y el bienestar propios.

2. Ir sin ganas. Llevar siempre la ropa o el material en el coche con nosotros. Aunque un día no tengamos ganas, vayamos igualmente. Cuando haga un rato que estemos haciéndolo y nos hayamos quitado la pereza de encima, estaremos muy contentos. “Muchos clientes llegan con cara de cansados, con pereza y con pocas ganas. Empiezan a hacer el calentamiento con parsimonia y un poco apáticos, pero, a medida que va avanzando la hora, ves cómo les va cambiando la cara y salen con mucha más energía y vitalidad que con la que habían entrado”, asegura Anna Farrés.

3. Pensar en cómo nos sentimos una vez hemos acabado. Si la actividad es placiente y nos motiva, no hay nadie que al acabar no se sienta mejor que cuando ha empezado. Recordemos esta sensación y hagámosla volver a la memoria el día que nos queramos echar atrás. “Cuando vuelvo a casa de correr me siento con vitalidad, con energía y con mucha más autoestima y confianza conmigo mismo, y esto lo arrastro a lo largo del día”, afirma Àlex Castillo, que tiene la costumbre de salir muy temprano por la mañana.

4. Priorizar el bienestar por encima de otros aspectos. Pensar en lo que nos aportará aquella actividad y valorar los pros y contras. La pereza versus los beneficios.

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Múltiples posibilidades para no desfallecer

Demos un paso más, ahora que ya hemos conseguido iniciarnos y tener continuidad. Otro aspecto que nos puede ayudar es encontrar el momento adecuado para hacerlo:

1. A primera hora de la mañana. Antes de entrar al trabajo, y así ya no se tiene que pensar más en ello durante el resto del día y se puede dedicar al trabajo, la familia y las relaciones sociales.

2. A mediodía. Aquella gente que tiene turno partido y un montón de tiempo que se acaba desaprovechando.

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3. Al salir del trabajo por la tarde. Mentre los hijos están en las extraescolares, por ejemplo. Si ellos se visten para ir a hacer fútbol, ballet o bicicleta, ¿por qué no nos podemos cambiar también nosotros y hacer alguna actividad? Seguramente podemos encontrar a algún otro padre o madre que se anima.

4. Por la noche. Cuando ya tenemos a toda la familia colocada y nos dedicamos un momento a nosotros.

Y también nos puede ayudar saber las opciones que tenemos para la práctica deportiva y encontrar la que más nos encaja:

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1. En grupo. Cada vez hay más grupos organizados que hacen actividad física, sobre todo grupos de correr y de todos los niveles. Además, se conoce a personas nuevas con inquietudes e intereses parecidos a los nuestros.

2. Al aire libre. No se necesita nada, más allá del material que requiera la actividad escogida. No hay horarios, ni disposición, ni aforos.

3. En casa. Podem hacernos nuestro espacio y, si tenemos hijos pequeños, compartir la actividad con ellos como si fuera un juego. Hoy en día hay infinidad de vídeos y de rutinas que nos pueden ayudar a movernos desde casa.

4. En el gimnasio. A veces pagar una cuota nos ayuda a mantener el compromiso con nosotros mismos.

“Alucino yo mismo. Me lo llegan a decir hace dos años y no me lo habría creído. Sí es cierto que me costó un poco, pero llega un momento en el que no sabes por qué pero un día no puedes salir por alguna razón y notas que te falta algo, incluso te da rabia”, admite Àlex. “Un día un trabajador de una empresa en la que habíamos implantado un programa de promoción de la salud nos dijo: "Hacer actividad física me ha cambiado la vida, y con ella la de mi familia y la de mi entorno". Ese día entendimos que nuestro trabajo valía realmente la pena”, concluye Marc Pujol, cofundador de Amtté.