Cuando un monje que camina y un poeta amante de las siestas se encuentran
Salvador Giralt reúne las conversaciones con el monje de Montserrat Ramon Ribera-Mariné
Hay cosas que se nos hacen montañas. Como las contradicciones. Para muchas personas, son montañas infranqueables; para otros, oportunidades de subirlas. Pero todavía existen quienes, quizás no tantos, que no solo las suben, sino que lo hacen preguntándose qué hay después: crestas de contradicciones que el caminante recorre. No en vano, la parábola de la vida, con sus contradicciones inherentes, es el camino. Cuando un monje que sale del monasterio para caminar y un poeta amante de las siestas y del yoga se encuentran, ¿qué sale de este encuentro?
En 2017 la Nau Côclea organizó por tercera vez el Grand Tour, una propuesta itinerante en la que, cada verano, varios artistas comparten sus obras con el público en largas rutas a pie durante semanas. El escritor Salvador Giralt (Poblenou, 1954) es uno de los miembros organizadores y durante aquel año, cuando el Grand Tour pasó por la Casa d’Espiritualitat del Miracle, en el Solsonès, entrevistó a Ramon Ribera-Mariné, el monje de Montserrat que se encargaba del lugar desde 2007. Un primer aspecto lo atraía y lo enlazaba con la propuesta artística: aquel hombre era un caminante . “Que un monje camine es singular, casi una contradicción”, explica Giralt. Y cuando decimos que camina no quiere decir que salga a andar de forma esporádica o regulada: había épocas en las que, si tenía que hacer gestiones en Barcelona, iba caminando. “En una de las conversaciones me dijo: «Los primeros 30 kilómetros vas bien, los siguientes 30, también más o menos bien», ¡y ya llevamos sesenta! –añade admirado Giralt–. Después dice: «En los otros 30 la mente se te dispara, y es bastante alucinante, como una pérdida de control»”.
Descalzo de prejuicios
La serie de conversaciones ven ahora la luz en el libro El camí del monjo (Publicaciones de la Abadía de Montserrat). No abandonamos las contradicciones; al contrario, seguimos andándolas. Por ejemplo, a pesar de participar en el Grand Tour y publicar el libro, Giralt no suele andar: “¡Me canso! En uno de los Grand Tours quería enviar una crónica de la etapa cada día, así que primero tenía que caminar y después escribir. ¡Casi me muero! Fue una de las hazañas de mi vida, ¡poder llegar vivo! Si yo fuera monje no saldría. ¡Quizás soy más monje que él! Soy un poco ermitaño, me gusta mucho la soledad; ahora que se critica tanto, yo la necesito”.
A pesar de que la atracción por la vida monástica es una constante en la vida de Giralt, a la vez tuvo que dejar los prejuicios en la puerta cuando iba a entrevistarse con el monje: “Me muevo en los ambientes literarios e incluso en la poesía en el ámbito rompedor, de cambiarlo todo. De pequeño estuve internado en un colegio de curas y eso me provocó un rechazo por el tema católico, como a tanta gente de mi generación. He buscado la espiritualidad en Oriente, en el yoga, en la meditación… En este sentido, estas entrevistas en formato libro son como un intento de recuperar el hilo de una tradición cercana de la cual nos habíamos desconectado. Mi perspectiva es la de una persona que se lo mira desde fuera, pero con curiosidad y respeto, como una forma de entrar en un mundo que está al lado y que no conocemos”.
El mismo Ribera-Mariné, en el libro, habla de estas contradicciones, o tensiones, que lo han marcado: “Toda la vida ha sido uno querer retirarme y, en cambio, no parar de encontrarme con gente. Por lo tanto, ha sido una vida de una cierta tensión. Mi ideal era retirarme, y continuamente me encontraba con gente”.
También el hecho de andar, de querer saber qué hay más allá, supone cierta ambivalencia que no se acostumbra a asociar con la aparente vida repuesta y centrada de un monje: “Mientras no llegue a término, buscaré. Y, por lo tanto, buscaré como monje, como buscador, como investigador y, mientras tenga fuerzas, como deportista. Andar es una acción simbólica que me ayuda a continuar buscando. Me parece que es un patrón de existencia, de la persona insatisfecha, que quiere satisfacerse”.
Experiencia de conciliación
Un monje que acepta reglas y dogmas, pero que, a la vez, piensa por si mismo, indaga, replantea, no se conforma. “Mi vida intelectual es eso –explica en el libro–. Todo el mundo dice que las cosas son de este modo, que esto son tres cosas, cuatro cosas. Quizás sí, pero podría ser de otro modo. Examinémoslo, razonémoslo. El móvil son las ganas de cambiar; no de cambiar, de ver otras cosas. ¿Qué hay detrás? Me parece que mi caso es constitutivo. Cada cual lo debe vivir de una manera diferente; para mí es constitutivo. Buscar nuevas perspectivas, buscar nuevas situaciones, buscar. No quedar satisfecho de aquello que se dice. Buscar nuevos puntos de vista”.
Este talante casa con Giralt: “El punto de vista de Ramon es muy libre e interesante, y parte de esta contradicción, con mucho bagaje de monje, puesto que hace cincuenta años que lo es, pero pensando por su cuenta. En este sentido, son muy interesantes los dos últimos capítulos del libro, cuando habla del milagro del Miracle y su interpretación del retablo del siglo XVI. Se lo mira no como historiador, sino como si fuera un libro: ¿Qué le dice? Creo que esa parte se tendría que leer andando por el retablo”.
“De todos modos –puntualiza– no es un libro para especialistas, sino divulgativo, y me ha sorprendido que se esté recibiendo muy bien. Por ejemplo, entre la generación que ahora tiene treinta años, y que no tiene los traumas del pasado, pero tampoco conoce nada e incluso le puede parecer exótico todo este mundo”.
"Para mí –continúa Giralt– ha sido una experiencia muy interesante, de conciliación, de dejar atrás prejuicios que tenía, y decir: ahora ya estamos en otra etapa, a ver qué hay. No sé si quiero participar en esta comunidad, ahora de momento ha salido esto. Tengo un problema típico de mi generación: desde un punto de vista espiritual, nos encontramos en tierra de nadie, desarraigados, hemos perdido la base. Tengo prácticas de yoga, meditaciones. A ver cómo evolucionará todo esto. El acercamiento cristiano es muy diferente del del hinduismo y el budismo, y en las conversaciones lo intento pinchar un poco por si encontramos similitudes. Y no es sencillo. Son acercamientos diferentes, pero seguramente complementarios”.