Fauna

Pues no, quizás no somos tan diferentes de una cacatúa

El escritor, ornitólogo y fotógrafo estadounidense Noah Strycker ofrece una mirada profunda, científica y divertida a la vida y la naturaleza de las aves, al tiempo que establece conexiones sorprendentes entre su comportamiento y el de los humanos

Un colibre en pleno vuelo
17/07/2025
5 min

BarcelonaComo mamíferos, no nos extraña que a menudo se establezcan paralelismos entre los humanos y ciertas especies, o que a menudo recurrimos a las similitudes de algunos de los comportamientos de los primates con los nuestros. Pero quizá nos sorprenda más pensar en que nos parecemos mucho más a las aves de lo que creemos, y cómo el comportamiento de algunos ejemplares puede ser un reflejo de nuestras actitudes. Es la tesis que sostiene el ornitólogo Noah Strycker, uno de los mayores expertos del mundo en pájaros que, aparte de mostrarnos su día a día de una manera fascinante y cautivadora, ha aprovechado sus años de estudio para fijarse en todo lo que los pájaros nos dicen de los humanos.

Strycker se pasó todo el año 2015 recorriendo mundo en una investigación que le llevó a más de cuarenta países y que le permitió establecer un récord mundial al encontrar 6.042 especies de aves –más de la mitad de las aves de la tierra– en un año natural. De toda su experiencia nació este libro, Esa cosa con plumas (Capitán Swing) donde nos ofrece un paseo por la sorprendente e interesante vida de las aves. Noah Strycker reconoce que su interés y su fascinación por los pájaros le viene de pequeño. "Desde que tengo uso de razón que observo a los pájaros y los escucho. Gracias a un proyecto de una maestra de primaria, me uní a un club de observación de pájaros y empecé a ir cada vez más lejos en busca de nuevos descubrimientos. Fue el inicio de una obsesión de por vida", relata. El estadounidense presume de ser un "friki de los pájaros" y recuerda que todavía son unos grandes desconocidos. Pero como forman parte de nuestra vida cotidiana, pensamos que los conocemos. "Son misteriosos. Cada pájaro tiene un aspecto diferente, actúa de forma diferente y creo que piensa cosas diferentes, lo que es infinitamente entretenido y edificante para cualquiera que los observe". En este sentido, como investigador de pingüinos antárticos muy familiarizado con estos pájaros, cuenta algo que descubrió cuando ya pensaba que lo sabía casi todo de ellos: "Un día estaba observando la manera ordenada en que miles de pingüinos de Adèlia en la cabeza Crozier se balanceaban por una carretera de nieve y hielo entre el mar y sus nidos. ¿cómo hacen los estadounidenses. ¿Los pingüinos son derechistas?

El ornitólogo reivindica la inteligencia de algunas aves, como los cuervos, que "resuelven problemas, reconocen caras humanas, imitan sonidos, utilizan herramientas para obtener comida y se comunican de maneras complejas": "Como las personas, pueden ser crueles y vengativos, ¡y guardan rencor que las trans y también guardan rencor que las familias son transeúntes que guardan rencor conocidas por su ardid". Afirma que observar casi cualquier pájaro —y reflexionar sobre lo que vemos— "nos puede enseñar muchas cosas sobre nosotros mismos y nuestro mundo": "Los pájaros hacen todo lo posible por navegar por el mismo mundo en el que vivimos, y demuestran cualidades físicas y estrategias de comportamiento que podríamos copiar para nuestro propio éxito". En este sentido, asegura encontrar similitudes entre humanos y pájaros en prácticamente todos los ámbitos del comportamiento: reproducciones, repoblaciones, movimientos, ritmos diarios, comunicación, navegación, inteligencia, etc. Hay paralelismos profundos y significativos con los de los humanos, como el hecho de que las cacatúas puedan bailar al ritmo de una música, que las urracas puedan reconocer su reflejo obedeciendo a la conciencia del yo, la habilidad de las aves jardineras para crear obras de arte, la capacidad de las gallinas de obedecer a una jerarquía establecida ayudan a los progenitores a la crianza de sus hermanos pequeños siguiendo el bien común (y también el bien propio, evidentemente). En cambio, como expone Strycker, hay habilidades de los pájaros que los humanos no tenemos, algunas de ellas fascinantes, como el sexto sentido magnético que tienen las palomas para orientarse o la capacidad de ciertos grupos, como los estorninos, de actuar como imanes. El ornitólogo mantiene que las aves pueden comportarse de forma curiosa y sorprendente, pero básicamente persiguen las mismas cosas que nosotros: alimento, refugio, territorio, seguridad, compañía y un legado. Analizamos todo siguiendo algunas de las cualidades más destacadas.

La velocidad del colibrí

Los colibrís son aves egoístas, que no dudan en pelearse con agresividad por el territorio y la comida. Suelen llevar una vida solitaria y antisocial y sólo se emparejan un breve período de tiempo en primavera. Su gran esfuerzo es optimizar el consumo de energía y su vuelo estresante pone a prueba su corazón todos los días. La frecuencia cardíaca normal es de 1.200 pulsaciones por minuto cuando están en vuelo, 250 en descanso y 50 durmiendo. Necesitan comer compulsivamente para compensar la energía que gastan. ¿Los compensa? Esta reflexión, Trycker la traslada a los humanos, que llevamos cada vez un ritmo de vida más acelerado. ¿Realmente queremos ser como los colibríes?

La memoria de los cascanueces

Para sobrevivir los fríos inviernos en las altas montañas, los cascanueces deben hacer despensa. Esto les obliga a transformarse en verdaderos discos duros durante las temporadas de abundancia. No marcan los lugares y no existe ninguna indicación física de dónde han enterrado algo bajo tierra, pero, sin embargo, un cascanueces es capaz de localizar prácticamente todos los escondrijos durante el invierno. Esto significa que habrá tenido que memorizar y trazar un mapa mental de los hasta 5.000 lugares donde ha guardado comida y volver a buscarlo pasados muchos meses. Una prueba de que esta supuesta inteligencia imbatible que tenemos los humanos queda siquiera cuestionada, a la hora de comparar la capacidad de personas y cascanueces para recordar dónde dejamos las cosas.

Un cascanueces

La picardía de las urracas

Las urracas comunes son seres muy sociales. Son capaces de reconocerse frente al espejo, algo inusual en las aves. Aparte de esta conciencia del yo tan propia de los humanos, son aves espabiladas y con mucha picardía, capaces de pensar estrategias únicamente por divertimento, como el hecho de imitar algunos sonidos para hacer que los demás hagan lo que ellas quieren. Uno de los comportamientos más enigmáticos de las urracas silvestres es la costumbre de celebrar exequias fúnebres. Es habitual que cuando una se encuentra con una compañera muerta empiece a llamar a todo volumen para convocar a sus compañeras alrededor del cadáver. La inteligencia de las urracas se despliega de muchas maneras, especialmente en el terreno emocional, porque son capaces de tener sentimientos, por ejemplo experimentar aflicción, resentimiento, de burla...

El enamoramiento del albatros

La vida amorosa de los albatros es digna. Hablamos de aves que se pasan la mayor parte de la vida sobrevolando el mar (recorren unos 170.000 km anuales), lo que dificulta estar quieto tiempo suficiente para concebir el amor al igual que los humanos. Ahora bien, sin embargo los albatros son monógamos y tienen una tasa de divorcio que ronda el 0%. La búsqueda de pareja comienza cuando aproximadamente tienen seis años, después de un período que han pasado al mar prácticamente sin ninguna interacción social. Con seis años regresan a su isla natal y comienzan las danzas de cortejo. Entre los años de adolescencia, el mar y los bailes, pasarán cerca de quince años hasta que los albatros hagan su primer nido. A partir de ahí, la relación de pareja se mantendrá en el tiempo, aunque buena parte del año estarán los dos progenitores sobrevolando los mares. Una relación básicamente a distancia que se prolonga durante la larga vida de los albatros. ¿Será ésta la clave del éxito? En cualquier caso, cuando se encuentran, aprovechando al máximo el poco tiempo que pasan juntos, no es extraño verlos bien juntitos en los nidos, durmiendo bien acurrucados o dedicándose numerosas caricias mientras se limpian mutuamente las plumas.

Un albatros en pleno vuelo
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