¿Por qué el tiempo cambia nuestro estado de ánimo?
Las señales del cuerpo, pese a notarse como una molestia, son una alerta natural heredada de nuestros antepasados, de cuando nuestro día a día estaba ligado a la naturaleza
BarcelonaUn día lluvioso, el viento perturbador, más horas de sol, el otoño... En definitiva, el tiempo que hace en el exterior resuena en nuestro interior: el cuerpo percibe los cambios meteorológicos y los manifiesta, a menudo, con alteraciones del estado de ánimo o molestias físicas muy presentes en el día a día. Pero eso que nos crea malestar, más allá de ser un inconveniente, es un don -ligado a nuestro pasado ancestral ya la supervivencia de quienes nos han precedido- al que hay que prestar atención y perspectiva. Según el catedrático de psiquiatría Antoni Bulbena, "quien nota el tiempo es un privilegiado", porque, en el fondo, "denota esta parte de humanos que nos demuestra que podemos vivir en la naturaleza".
Con una agenda laboral y familiar muy apretada, y viviendo en medio de un entorno urbanizado, es más complejo descifrar el mensaje corporal. “Creemos que las sensaciones que tenemos y las emociones son un estorbo, cuando esto que me está pasando me informa que mi cuerpo emocional y físico funciona bien; y mis instintos, también. Más vale deprimidos que muertos”, afirma Núria Casanovas, psicóloga especialista en meteosensibilidad. En otoño, cuando la luz solar se reduce y llueve más, es, precisamente, cuando los psiquiatras suelen atender a más pacientes. “Los receptores de la mente varían en función de los cambios meteorológicos y estacionales y las personas se descompensan. Es época de aumentar dosis en la consulta porque se incrementa la depresión y la angustia”, subraya Bulbena, jefe de la unidad de ansiedad del Hospital del Mar de Barcelona. En verano, con el calor, disminuye la tolerancia, aumenta la agresividad y, de rebote, los conflictos sociales. “La luz agobia los eufóricos. En la edad media, cuando los ponían a oscuras, se calmaban más. Con el calor se diagnostican más trastornos bipolares y psicosis maníacodepresivas”, añade este especialista. Para los expertos, el calor es una variable biológica. “Hay que tener en cuenta que si las personas más sensibles cogen un golpe de calor y toman alcohol, esta combinación aumenta aún más la probabilidad de agresividad”, apunta Bulbena, quien pronostica que “si esto se da se acabará a trompo antes de hora, así que de entrada mejor una ducha de agua fría y... no beber alcohol”. En cualquier caso, con frío o calor, saber gestionar las emociones y sensaciones, aprender a identificar estas señales que manifiesta el cuerpo y no actuar de forma automática ayudan, según los especialistas, a “surfear” la situación. Según Casanovas, vicepresidenta de la Junta de Intervención Social del Colegio Oficial de Psicología de Cataluña, "la idea es tener estrategias". "Pasarlo como algo bueno y sano, en lugar de un inconveniente. El cuerpo es sensible al ambiente y alerta de lo que va a pasar. No hay que sentirse culpable por no estar bien. Y si tengo una lista larga de cosas que hacer los días que no estoy bien, reducirla. Cuando cambie el tiempo, ya mejoraremos”, aconseja esta psicóloga.
La cromoterapia de la naturaleza
La propia naturaleza, de hecho, nos ayuda a autorregularnos con sus colores. Basta con mirarla para captarlo. Siguiendo con el otoño, las hojas de los árboles caducos modifican su tonalidad: primero rojas y después amarillas. Según la cromoterapia, el color rojo estimula la vitalidad y la pasión, y el amarillo da alegría. El blanco del invierno aporta armonía. “Los colores nos envían unos inputs en el cerebro que generan un cambio en las ondas cerebrales. Estas variaciones de colores de la naturaleza vienen en un período en el que hay menos luz y es más deprimente”, subraya Casanovas. Una ayuda, pero que actualmente pasa más desapercibida porque se calcula que el 90% de las personas en Cataluña viven en un entorno urbano, cifra que hace referencia no sólo a las áreas concurridas sino también a municipios que, a pesar de tener cercana la naturaleza, están urbanizados. “Vivimos alejados del ciclo natural. Por eso, incluso, hay niños a los que les genera rechazo pisar la arena con los pies, así como les molesta andar por la hierba... Aunque esto es nuestra esencia porque venimos de allí”, advierte Sandra Carrera, directora de la Red por la Conservación de la Naturaleza. Y no vale sólo el entorno natural, sino que éste, además, debe estar bien cuidado. "El hecho de tener un medio ambiente sano es bueno para la salud de las personas: tanto a nivel físico como psicológico, emocional y también espiritual", subraya Carrera, que también coordina la Mesa de Salud y Naturaleza en Cataluña.
Ataques de pánico por el viento caliente
El viento de poniente, caliente, del otoño, incrementa los ataques de pánico, que cuando llueve desaparecen porque la lluvia relaja, salvo si se alarga unos días seguidos, en los que entonces interviene otro factor, que es la luz con su valor terapéutico. El psiquiatra Antoni Bulbena, junto a un equipo de climatólogos, entre ellos Jordi Cunillera, determinó que se dan tres veces más ataques de pánico con viento de poniente y que, en cambio, los casos bajan a la mitad con la lluvia. Son dos veces menos frecuentes, según un estudio realizado en el Hospital del Mar durante un año. “Por otra parte, las personas que tienen un colágeno especial, que son más elásticas, tienen más ataques de pánico. Lo notan todo. Son auténticos barómetros. Llegan a ocupar cargos importantes pero sufren más crisis de angustia”, asegura Bulbena, a quien le preocupa la relación entre violencia y temperatura teniendo en cuenta que estamos en pleno proceso de cambio climático y aumento del calor.
Un ejemplo de altas temperaturas lo encontramos en Navata y en el pantano de Darnius-Boadella, en el Alt Empordà. Este pasado verano alcanzaron los 45,1 grados. La meteoróloga Mònica Usart advierte de las consecuencias: “Con el cambio climático la temperatura cada vez será más alta. Y cuanto más cálido es el aire, mayor capacidad tiene de almacenar humedad. Si hay mayor humedad, de hecho, nos cuesta más sudar, que es nuestro mecanismo de regulación de la temperatura corporal. Por tanto, si nos cuesta más sudar, esto puede generar más malestar. En paralelo, la temperatura del agua del mar es cada vez más alta y esto puede ser un motor a la hora de generar lluvias que sean de estilo más torrencial. A grandes rasgos, es como si nos tropicalizáramos”. El Mediterráneo es, de hecho, aparte del Ártico, el ámbito del mundo en el que se están manifestando más cambios asociados al cambio climático. Así lo asegura Marc Prohom, jefe del área de climatología del Meteocat. "Estamos especialmente expuestos a la subida de temperaturas y sobre todo en verano, donde el ritmo de aumento es más acelerado, con episodios de oleadas de calor más frecuentes, que duran más y alcanzan temperaturas más extremas", comenta este experto , que añade que "el concepto de noche tórrida, que no baja de 25 grados, hace 20 años no existía, y este año el Servicio Meteorológico de Cataluña ha activado ya en varias ocasiones las alertas por este calor nocturno". Calor que ahora nos va a dar una tregua porque antes toca la llegada del frío de invierno. Es un momento en el que aumentarán los trastornos efectivos estacionales: las conocidas depresiones del invierno. “Estas personas afectadas están como invernante. Se quedan más tiempo en cama, mantienen la distancia social, están más enfadadas... Se da cuando hay poca luz. Por eso la depresión del invierno la tratamos, aparte de fármacos, con luz y vida al aire libre”, concluye Bulbena.