Barça

"¿Por qué por ser una chica no te dejaban jugar al fútbol?"

Niños y niñas de quinto de primaria descubren gracias a la exfutbolista azulgrana Esther Torrecilla la dura realidad del fútbol femenino

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Esther Torrecilla, pionera del Barça Femenino, imparte una charla a los alumnos de 5è de primaria de la escuela Folch y Torres de Badalona

"¿Pero por qué tus padres no querían que jugaras al fútbol?", pregunta Biel con los ojos como platos. El pequeño no le encuentra ningún sentido. "No lo entiendo": se oye también entre el cuchicheo en el aula. Los 23 alumnos sentados en círculo se miran a Esther Torrecilla expectantes. Quieren una respuesta ante una duda que nunca se habían planteado. Aitana, una de las más atentas, se mira fijamente a la exfutbolista que les ha venido a ver a la hora antes del patio: como si necesitara una respuesta, como si la explicación que saliera de la boca de Esther resolviera una duda que lleva acompañándola mucho tiempo. Después de unos segundos, la exfutbolista responde: "Porque el fútbol no era un deporte para chicas".

La realidad se abre ante la inocencia de los alumnos de la escuela Folch i Torres de Badalona en una jornada organizada por la Agrupació Barça Jugadors. La lucha que tuvo que afrontar Esther para jugar a fútbol deja boquiabierto a más de uno de los presentes en el aula. "¿Cómo puede ser que por el hecho de ser una chica no te dejaran jugar?", vuelven a preguntar interesados. La respuesta no es nada fácil, es fruto de décadas de desprecio hacia las mujeres en el mundo del deporte. La niñez de Esther, sin embargo, se regló por esta máxima: a ella siempre le llamó la atención la pelota. Como su hermano, quería bajar al campo de la comunidad de edificios donde vivía para poder pasarlo bien, para jugar, para ser una niña. Y aquí estaba el problema.

Esther Torrecilla, pionera del Barça Femenino, impartiendo una charla a los alumnos de 5º de primaria de la escuela Folch i Torres de Badalona.

Su madre, desde el balcón de casa, la controlaba y la hacía subir. Esther, sin embargo, nunca se dio por vencida y jugaba de portera. ¿El motivo? Era el único lugar del campo que su madre no podía ver desde el balcón. Las caras de los alumnos, que se esconden bajo las mascarillas, son un poema. Mientras la exfutbolista explica los obstáculos que tuvo que soportar hasta levantar la primera Copa de la Reina del FCB Femenino en 1994, todos los ojos están clavados en ella y las manos se van levantando poco a poco. Las preguntas son constantes, desde la inocencia, la incredulidad y la curiosidad de un niño de 10 años. "Si jugabas al fútbol eras un marimacho", explica la exfutbolista culé , que tuvo que soportar que los niños con quienes jugaba se dirigieran a ella como Sergio. Claro, ¿una chica no podía jugar con ellos y, además, ganarles, no? Su madre, que no quería que jugara con la excusa de que los niños podían hacerle daño, no tuvo ningún argumento para prohibirle jugar cuando, un día, detrás del Miniestadi, descubrieron que el Barça tenía un equipo donde todo eran chicas. "Aceptó que el fútbol me hacía feliz, a pesar de que a ella no", confiesa Esther.

Aitana no aparta los ojos de ella. La mira como si su historia fuera un polo de atracción, como si todo aquello fuera más allá de una historia lejana, como si fuera personal. "Yo de pequeña quería ir al Badalona a jugar, donde está mi hermano, pero mi abuelo me decía que no llegaría donde ha llegado mi hermano. A mí me daba rabia y le decía que sí que podría, pero hoy en día hago gimnasia artística", explica la alumna. Todas las preguntas, tan oportunas, y las sonrisas y miradas cobran sentido. Aitana es de aquellas niñas que todavía tiene que sufrir la discriminación, el desprecio de un mundo que las ve como forasteras, invitadas de piedra. Las palabras y la experiencia de Esther, sin embargo, han calado en la pequeña de diez años, que, cuando se acaba la charla, sale corriendo al patio. "Me ha animado a jugar otra vez con los chicos y las chicas", dice con una sonrisa de oreja a oreja.

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