El feminismo, el dique de contención de la extrema derecha
Hablamos con cuatro mujeres que batallan contra la regresión de los derechos sexuales y los derechos laborales, el avance del machismo entre los jóvenes y las violencias digitales

BarcelonaCon un mapa en el que la ultraderecha gana peso en los Parlamentos y en los gobiernos y los derechos de las mujeres se ven amenazados en todo el mundo, hemos hablado con cuatro mujeres que batallan contra esta regresión de derechos desde cuatro ámbitos: los derechos sexuales y reproductivos, los derechos laborales, el avance del machismo entre los jóvenes y las nuevas formas de odio. El feminismo, las feministas, como dique de contención contra los discursos antiderechos.
Miembro de la Comisión por el Derecho al Aborto de Madrid
"Cuando las mujeres se organizan, cambian el mundo"
Dos décadas de gobiernos conservadores del Partido Popular han colocado a la Comunidad de Madrid en una posición avanzada en los ataques a los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, una de las dianas preferidas de los grupos ultras para ganar espacio social. Gemma Candela es miembro de la Comisión por el Derecho al Aborto de Madrid, una entidad que lucha en la esfera política para que "no se dé ni un paso atrás" en todas las conquistas que han costado sacrificios y años y que, pese a que se hayan hecho ley, no se cumplen. "El acceso al aborto no está asegurado", afirma el activista, que da datos: sólo 71 de los 17.870 abortos practicados el pasado año en la región se realizaron en la pública. Candela denuncia que para abortar en el sistema público se debe hacer una "gincana" diseñada por el gobierno autonómico para hacer del proceso un camino lleno de obstáculos. Todas las mujeres que piden una intervención gratuita del embarazo (así como el método farmacológico) deben pasar primero por una oficina autonómica que les hace un informe favorable para poder pedir una cita para la intervención en una de las siete clínicas acreditadas. Todos estos centros se encuentran en la ciudad de Madrid, y la oficina sólo atiende en horario de oficinas por la mañana, así que la atención se complica para las mujeres que viven en poblaciones sin buena conexión de transporte público, o las que tienen situaciones más vulnerables.
Para Candela, no es casualidad que Madrid haya sido sede del encuentro de partidos y movimientos de ultraderecha, porque en la capital española hace muchos años que los antiabortistas están muy bien organizados y realizan concentraciones ante las clínicas autorizadas, como la veterana Dator. Se desplazan grupos contrarios a la libertad de las mujeres y les llaman "asesinas", y para intimidarlas han plantado una lona enorme en un edificio cercano con la cara de bebés sonrientes. Incluso invitan a las mujeres que se dirigen a la clínica a un café aparentemente inofensivo que en realidad impide que la mujer pueda someterse a la interrupción del embarazo al haber roto el ayuno prescrito. "La policía no hace nada y nos dicen que solo rezan, pero te dicen que matas a niños y te acusan de pederastia", se queja Candela, que también incide en "la violencia previa al 8-M" contra las feministas organizadas. En los últimos tres años, la Policía Nacional ha detenido cada año a activistas "sin sentido". Sin embargo, el activista subraya que, pese a los aires retrógrados, las mujeres deben movilizarse porque –afirma– cuando las mujeres se organizan "cambian el mundo". Y pone el ejemplo de la fuerza contra la reforma del PP para volver a la ley del aborto restrictiva de 1985. "No debemos olvidar que las mujeres echamos [Alberto] a Ruiz Gallardón [ministro de Justicia que dimitió porque no prosperó su propuesta]". ¿Cómo se combate el discurso ultra? "Llega un punto que ya no puedes hacer más pedagogía y optas por moverte en grupos más cómodos".
Periodista, escritora, activista, cómica
"La visibilidad tiene la condena de que se paga sufriendo violencia contra ti"
La primera vez que la periodista y escritora Irantzu Varela recibió un ataque fue en el 2011: después de publicar un texto en su blog, un anónimo la envió a fregar platos. Tres años después, ya fue una amenaza de muerte por un vídeo que había publicado en una sección del diario Público. Desde entonces, los ultras se han cebado con esta activista feminista vasca, aunque sostiene que, más que notar un aumento de la violencia, sí aprecia "una mayor conciencia" social. Comentarios e insultos que hasta hace poco se dejaban pasar y normalizaban, ahora ya no. "Esa conciencia que da el feminismo para reconocer las violencias y señalarlas hace que parezca que se produzcan más", dice. "Hemos dejado que nos dijeran "puta", "meuca", "te mataré" o "vuelve a tu casa", y ahora estos ganan elecciones", añade.
Varela firma Lo que quede (Contintametías), una especie de memorias feministas en las que repasa episodios de violencia por el hecho de ser una mujer "visible" e incómoda, a la vez que también destaca cómo lo ha hecho para sanar las heridas. Ha recibido insultos en las redes sociales y por correo, pero también le han acosado junto a casa. Todo lo ha denunciado, "asesorada legalmente", pero las denuncias no han prosperado porque –subraya– las leyes no están de parte de las mujeres, y menos de las feministas. Lejos de amedrentarse y callarse, cree que el único camino es "la agitación y la propaganda", hacerse ver y oír para tapar bocas. Eso sí, "desgraciadamente la visibilidad tiene la condena de que se paga sufriendo violencia contra ti". Es injusto, pero no hay nada que hacer.
El activista apunta a que el gran error ha sido minimizar el peligro de estos grupos ultras hasta el punto de que se decía que eran "cuatro recogidos", cuando en realidad se ha demostrado su capacidad para obtener financiación y organizarse a todos los niveles. "Ahora pagamos las consecuencias de ser tolerantes con los intolerantes", dice, y afirma que se ha pecado de hacer valer el principio de la "libertad de expresión" para no reaccionar frente a ataques furibundos contra mujeres y otros colectivos. En este sentido, Varela defiende que no se puede ceder espacio a estos grupos, y cita como advertencia que "en una mesa con un nazi y nueve escuchando en realidad hay diez nazis". Según afirma, el feminismo es la herramienta más afilada que existe hoy en día para luchar contra esta ola ultra que quiere a las mujeres "caladillas" para mantener los privilegios del patriarcado. En cambio, las redes sociales, sobre todo X a raíz de la compra de Elon Musk, son canales que facilitan la proliferación de los mensajes y postulados machistas, racistas y anti-LGTBIQ+, porque unos algoritmos ocultos ayudan a dar voz a unos ya silenciar a otros. Dice que ahora le resulta más complicado que sus mensajes tengan mayor relevancia, mientras que las cuentas ultras tienen mucho ganado. Tiene claro que la violencia digital es caldo de cultivo para otros tipos de violencias.
Psicóloga social feminista y codirectora de la consultora G360
"Algo no hacemos bien si los jóvenes piensan que tendrán más libertades con gobiernos de extrema derecha"
El ideario de extrema derecha ha conseguido colarse en el universo de los jóvenes a través de las redes sociales y utilizando un lenguaje llano que conecta con este público. Si bien se constata entre los jóvenes un aumento de actitudes y discursos anclados a la derecha y la extrema derecha, la psicóloga social feminista y codirectora de la consultora G360, Gemma Altell, también pide no sobredimensionar el porcentaje de jóvenes que comulgan con este discurso: “Uno de los intereses de la extrema derecha es igualdad", argumenta.
Sin embargo, los discursos antifeministas y antigénero están calando entre una parte de la juventud. Son discursos fáciles que tocan la fibra. "Una de las cosas que deberíamos aprender de la extrema derecha es la capacidad de dar argumentos sencillos, contundentes y fáciles de entender, porque algo no estamos haciendo bien si los jóvenes piensan que con gobiernos de ultraderecha tendrán más libertades", dice Altell, quien constata que los argumentos de los partidos de izquierda siempre han "sido". "Porque el mundo es complejo y queremos mantener esa complejidad, pero eso no ayuda a transmitir argumentos de forma masiva", añade. El reto es traducirlo a un lenguaje que llegue a la gente. "La extrema derecha está sabiendo conectar con la gente -con falsas expectativas, eso sí- enumerando los problemas reales que la gente percibe que tiene. Pero no da soluciones", asegura.
Altell también constata que el feminismo y la igualdad se han dejado de ver como "cuestiones revolucionarias". Además, los adolescentes y jóvenes necesitan, como parte de su etapa vital, distanciarse de sus progenitores. Y esto juega en contra. Si el discurso mayoritario entre sus padres es la igualdad y el feminismo, ellos se desmarcan. ¿Y qué hacer? Esta psicóloga recomienda huir de posiciones adultocentristas y detenernos a escuchar a los jóvenes. "Eso significa tener que escuchar cosas que no tenemos ganas de oír, pero es desde aquí que podremos formular preguntas que permitan la reflexión. Si tú preguntas a un joven qué puede aportar Trump, podrá argumentar. Porque si les damos las respuestas no se estimula el pensamiento crítico", dice.
También hay que hacer autocrítica. A muchos jóvenes el avance feminista les ha descolocado, y la forma en que se está explicando el feminismo no ayuda: "Debemos huir de posiciones adoctrinadoras y aleccionadoras, porque sabemos que no funciona". ¿Y cómo hacerlo? "Hay que generar más espacios de debate y crear contextos en los que se permita hablar de lo políticamente incorrecto, porque sólo desde la escucha podremos acompañar una reflexión crítica", añade.
Los últimos datos mostraban que el 30% de los jóvenes no creen en la democracia. Hay muchas lagunas históricas. "No conocen el franquismo y para los jóvenes un sistema totalitario es, como mucho, un concepto abstracto", dice Altell, que propone plantear cambios en la enseñanza de historia en las escuelas para asegurarse de que se imparte el temario referente a la historia más reciente, que es lo que "ha marcado y condicionado el momento en el que vivimos". "Es nuestra responsabilidad". Y alerta: "Aún no sabemos la dimensión que supone que algunos jóvenes no sepan qué va".
Secretaría de acción sindical de CCOO en Cataluña
"No hay nada consolidado si no seguimos luchando"
Trabajos precarios. Sueldos más bajos. Despidos laborales coincidiendo con un embarazo. Mujeres a las que se pregunta en una entrevista de trabajo si tienen hijos o quieren tenerlos. Trabajadoras autónomas que no pueden permitirse un permiso de maternidad o una baja laboral. Son muchas las situaciones en las que los derechos laborales de las mujeres se ven amenazados. Además, la brecha salarial entre hombres y mujeres se ha reducido en sólo 200 euros desde 2008. Las mujeres cobran 6.200 euros menos que los hombres al año.
También ha habido avances, algunos de los cuales benefician también a los hombres. La nueva ley de familias, por ejemplo, ha comportado mejoras para facilitar la conciliación, aunque sigue pendiente el permiso remunerado de ocho semanas. Pero Cristina Torre, secretaría de acción sindical de CCOO en Cataluña,alerta de que con la actual situación geopolítica "puede haber un retroceso de derechos". "No hay nada consolidado si no seguimos luchando, y ésta es la mejor manera de combatir la extrema derecha y la derecha radical", añade.
Torre recuerda que muchas de las luchas sindicales se traducen en mejoras para las mujeres, y asegura que las negociaciones de los convenios colectivos en los centros de trabajo deben realizarse con perspectiva de género para poner fin a las diferencias salariales entre hombres y mujeres. Defiende el anteproyecto de ley de reducción de la jornada laboral de 40 a 37,5 horas que debe servir, dice, para adaptarse a la transformación actual de los puestos de trabajo: "Ya nadie trabaja como en los años 80". "La productividad que tenemos hoy día en una hora de trabajo no es la misma que hace 40 años", asegura. Según Torre, la reducción de esta jornada debe mirarse "con perspectiva feminista y de clase": "Nos debe permitir vivir mejor, repartir mejor los trabajos de cuidado, no puede que las mujeres dediquemos más horas que los hombres a cuidar a nuestros familiares", dice. Y añade: "Quien tiene dinero para pagar cuidadores para sus hijos o para el cuidado de personas mayores no necesita reducirse la jornada laboral. Es tan importante seguir subiendo salarios como repartir trabajos con la reducción de la jornada". El sueldo medio anual de las mujeres en 2022 fue de 24.359 euros y el de los hombres, de 29.381, un 17% menos, según los últimos datos publicados por el INE.
Socialmente, las tareas de cuidados han sido sectores feminizados, mal pagados y que han gozado de poco reconocimiento social. "Y no es casualidad, porque estamos en una sociedad machista", dice la número 2 de CCOO en Catalunya. "Debemos tener una sociedad dispuesta a pagar correctamente los trabajos de cuidados, y lo que se ha hecho es externalizar estos servicios. Hay que reforzar esta pata del estado del bienestar, por lo que reclamamos un pacto de cuidados para reforzar estos servicios públicos para el conjunto de la ciudadanía".
En cuanto al auge de la extrema derecha, Torre también pide hacer autocrítica. "Que haya mayorías de extrema derecha en unas elecciones significa que hay gente trabajadora que les ha votado. Y que la gente vote en contra de sus intereses significa que no estamos explicando bien cuáles son esos intereses", argumenta. Para Cristina Torre, la lucha de las mujeres trabajadoras es la lucha del feminismo. "Tenemos mucho trabajo por hacer para que también los hombres entiendan que mejorar los derechos de las mujeres no va en contra de nadie, sino a favor del conjunto de la clase trabajadora", concluye.