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Memoria histórica

Los cuatro hermanos que revolucionaron las escuelas republicanas

Los hermanos Vigatà, de Torregrossa, fueron maestros seguidores del método Freinet durante la Segunda República y, a pesar de ser defenestrados por la dictadura, parte de su legado aún persiste

Los alumnos de Rossend Vigatà en una excursión durante la II República.
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ArbecaLa familia Vigatà originó un fenómeno que hoy día podría llegar a ser viral. Cuatro de los cinco hermanos que nacieron a finales del siglo XX en el pequeño pueblo de Torregrossa (Pla d'Urgell) se convirtieron en maestros de escuela, una coincidencia poco común en una época en la que predominaba el analfabetismo rural. El quinto hermano, Marcel·lí Vigatà, fue concejal por ERC y murió en la guerra.

Los padres, Miquel Vigatà y Dolors Simó, hicieron un esfuerzo inaudito para dar formación y cultura a todos sus hijos, sin ser económicamente acomodados. Todos tenían también formación musical. El padre, según un censo de 1896, era labrador, "aunque trabajó de zapatero, de cartero y de camarero en el café de la familia, donde solían ir sectores republicanos y de izquierdas del pueblo", explican los historiadores locales del Centro de Investigación del Pla d'Urgell Mascançà.

Las carreras docentes de los cuatro hermanos Vigatà se dispersaron por diferentes comarcas catalanas, pero les unió su compromiso por los valores republicanos y un modelo de enseñanza común, el del pedagogo francoès Célestin Freinet. Se trataba de un proyecto revolucionario que daba protagonismo a los alumnos y basaba su enseñanza en la experiencia vivencial. Obviamente, el espíritu disciplinario y dogmático del franquismo intentó después aniquilar esta propuesta, relegando a muchos maestros freinetistas a la muerte, la fuga o el olvido. Pero, en cierto modo, la dictadura fracasó en ese objetivo.

Una cuna freinetista

El mayor número de maestros españoles freinetistas de la Segunda República surgió en el entorno rural, paradójicamente en un contexto en el que el ambiente cultural era muy poco estimulante. Muchos de estos docentes estaban concentrados en Cataluña, Andalucía y Madrid.

Los principios freinetistas arraigaron con fuerza y, en especial, con la edición de revistas escolares gracias al uso de viejas imprentas, un fenómeno que fomentaba la creación de textos libres e ilustraciones elaboradas por los niños. Se trata de una práctica que nos transporta a la emotiva película El maestro que prometió el mar (2023), que recrea la tarea docente que hizo el tarraconense Antoni Benaiges en un pueblecito de Burgos.

Este es el escenario que nos transporta al grupo Batec, integrado por un conjunto de maestros rurales de Ponent que en los años veinte se reunían regularmente "para compartir tertulias, debatir sobre educación y sobre el mundo que les rodeaba", explica el periodista de la Granadella, Xavier Franch, en un artículo publicado recientemente en la revista Garriga del Centro de'Estudios de Les Garrigues. En estos encuentros (que llamaban Batecs) llevaban a cabo "mítines pedagógicos", hablaban con las familias, con las autoridades y se apoyaban unos a otros en su labor.

Los cuatro hermanos Vigatà asumieron un papel activo en estos encuentros. El hijo mayor, Josep, fue maestro en diferentes escuelas de Barcelona, Tarragona, Fígols d'Organyà y diez años en Sant Vicenç de Castellet. Es precisamente en estos dos últimos pueblos donde impulsó con los alumnos dos cabeceras de gran renombre, Narieda y Vida Escolar. Eran revistas que trataban temas variados de la realidad rural de los años treinta desde una perspectiva infantil. Josep Vigatà "otorgaba un especial valor al mundo peculiar de los niños, a sus preocupaciones y a su plasmación escrita a través de las redacciones que hacían", explica David Sanz, profesor del actual Institut Castellet, en un estudio sobre el maestro torregrossí.

El maestro Miquel Vigatà con sus alumnos a las puertas de las escuelas de Arbeca durante la Segunda República

Por su parte, el pequeño de los Vigatà, Miquel, fue maestro en Santa Maria d'Oló (Bages) de 1934 a 1936. Él mismo describió aquellos años como "un momento en el que había mucha renovación dentro de los maestros, había entusiasmo por nuevos procedimientos y nuevas técnicas". Según el libro Enseñar a pensar de Salomó Marqués, Miquel Vigatà tenía en su aula un banco de carpintero para realizar trabajos de marquetería, un acuario donde sus alumnos metían los peces que recogían del torrente y la imprenta que servía para publicar otra revista, L'Alegria d'Oló, que se intercambiaba con otras escuelas de Cataluña y del estado español.

En un ambiente muy similar surgió la revista Cultura Infantil en Arbeca. Su impulsor era otro Vigatà, Rossend, que adquirió la imprenta en abril de 1936 gracias a la colaboración con el ayuntamiento. Rossend había impartido previamente clases en Anglesola y en Espluga de Serra (Tremp) y en 1933 llegó a Arbeca, de donde no se movería. Uno de los alumnos que tuvo en la época republicana, Antoni Pau, dejó escrito que en aquella época "ir a la escuela era una fiesta, amenizada con un sistema educativo que te hacía deleitar la enseñanza, era la alegría cada mañana de econtrarte de nuevo con el maestro que trabajaba a tu lado y te iba fundiendo su saber con admirable constancia y dedicación. Antoni Pau describía a Rossend Vigatà como un "maestro de pura vocación, un profesor dinámico y avanzado a su tiempo".

De Cultura infantil se hicieron tres ediciones, entre abril y junio de 1936. Los textos de los alumnos se imprimían en formato revista para poder llegar a mucha gente, lo que "implicaba una gran responsabilidad y un cuidado en la presentación, así como en el diseño y los dibujos que acompañan a los textos", explica Concepció Pau, hija del exalumno de Vigatà. Las edades de los niños y niñas que participaban iban de los seis a los trece años.

Interior de la revista Cultura Infantil de abril de 1935.
Ejemplar de la revista 'Cultura infantil' de junio de 1936

Las escuelas que trabajaban la metodología Freinet mantenían contacto entre sí, tanto para el intercambio de revistas como de colaboraciones. Algunos textos, si se consideraban interesantes, se publicaban en revistas de otras escuelas freinetistas. Así es como la de Arbeca tenía relación con otras muchas. A modo de ejemplo, en el número 3 de Cultura Infantil aparecen textos de escuelas de Barcelona, Lleida, Girona, Huesca, Cuenca, Cáceres, Soria e, incluso, Bañuelos de Bureba (Burgos), el lugar donde fue después asesinado Antoni Benaiges.

En la contraportada de este último número de Cultura Infantil, los alumnos se despiden así: "Con este número nos despedimos de nuestros queridos lectores hasta el próximo curso". No sabían que aquella sería su última revista y el fin de todo un proyecto. El 18 de julio de 1936 estallaría la guerra.

El ostracismo franquista

De los cuatro hermanos Vigatà nos falta Antoni. Él no había formado parte del grupo Batec, sino que prefirió ir por su cuenta y, después de estudiar magisterio, se fue a conocer mundo: Francia, Cuba, Colombia o Venezuela. En 1932 regresó a Cataluña y ejerció de docente en Torre de Capdella y en el colegio Claver de Lleida y fue delegado de la Federación de Trabajadores de la Enseñanza (FETE) y miembro del PSUC. Con la guerra, se exilió en México, donde primero ejerció de maestro en la Escuela Regional Campesina de Uayalceh (en Yucatán). Después fundó, junto con otros maestros catalanes, el Colegio Cervantes de Torreón bajo algunos de los principios freinetistas y con un préstamo financiado por el Servicio de Evacuación de los Republicanos Españoles (SERE). Con el paso de los años, el centro fue ganando alumnos. En el primer curso escolar (1939-40) eran solamente treinta, pero en pocos años se multiplicaron por diez. Actualmente, son unos 1.700 y han llegado a superar alguna vez los 2.300.

El maestro Antoni Vigatà, en el centro, con alumnos y fundadores del Colegio Cervantes de México

Antoni Vigatà compartía desde un principio la propiedad de la escuela con el resto de fundadores, pero poco a poco se fue convirtiendo en el socio mayoritario después de la renuncia de sus colegas. Desde 1978, su nieto, Jaime Méndez Vigatà, es su director y su heredero. Su abuelo Antoni le siguió ayudando en la tarea hasta su muerte en 1982 y fue enterrado allí mismo en Torreón. "Su vida era el colegio, quería vivir al lado e, incluso, él mismo realizaba tareas de mantenimiento", recuerda su nieto en una entrevista que le concedió al pedagogo Salomó Marqués.

Miquel Vigatà también desapareció del mapa. Perdida la guerra, pasó hacia Francia, a los campos de concentración de Arles y Argelers, y terminada la ocupación nazi, se quedó trabajando en oficios diferentes, hasta que en 1975, con la jubilación y coincidiendo con la muerte de Franco, se instaló en Lloret de Mar, donde murió.

Tres de los hermanos Vigatà –Rossend, Josep y Miquel– en los años ochenta.

Quien fue duramente castigado y depurado por el régimen franquista fue Josep, junto a su esposa Montserrat Salafranca, que ejerció de maestra con él en Sant Vicenç de Castellet. Su expediente se resolvió bajo las acusaciones de catalanista y anticlerical y "puede hacer propaganda de sus ideales entre sus alumnos". El matrimonio fue enviado forzosamente a enseñar a Burgos, los dos separados en escuelas de localidades diferentes y, después de cinco años, pudieron regresar juntos a Cataluña, donde continuaron ejerciendo la docencia hasta la jubilación. Pero Sant Vicenç de Castellet continuó recordándolo.

El maestro Rossend Vigatà, a la derecha de la fotografía, junto a otros maestros.

Rossend sufrió una depuración similar. Después de un breve exilio en Francia, al volver le encerraron en un campo de prisioneros y después tuvo permiso para volver a ejercer en Arbeca, eso sí, inhabilitado para desempeñar cargos directivos y de confianza y bajo una forzosa convivencia con la doctrina nacionalcatólica. "Fue un hombre muy reservado y se cuidó mucho de no hablar nunca de política", recuerda Xavier Vidal, maestro jubilado de Arbeca e hijo de otro docente excompañero de Vigatà. Fue fiel a ese silencio hasta su muerte. "Debía tener miedo, ya le habían castigado una vez y no quería hacer ningún comentario que pudiera levantar nuevas acusaciones", ratifica su hijo Joan Vigatà.

Unas niñas pasan por la calle dedicada al maestro Rossend Vigatà, en Arbeca (Lleida)
El nombre de la calle en una placa, calle dedicada al maestro Rossend Vigatà, en Arbeca (Lleida)

A pesar de las duras condiciones, Rossend persistió como maestro y se ganó el cariño de los vecinos. Por su larga trayectoria en Arbeca, el pueblo le nombró hijo adoptivo y le puso su nombre en la calle que pasa por las escuelas actuales, justo en el emplazamiento donde siglos atrás se erigía el castillo.

"El sistema no ha caducado, sino que se ha actualizado"

La vigencia del método Freinet

El método Freinet no ha terminado de morirse nunca. Debió de pasar un período letárgico durante los primeros años del franquismo, pero a partir de los años sesenta, en paralelo con otros movimientos como el de Rosa Sensat, el planteamiento freinetista resurgió. En 1969 se funda en Santander el Movimiento Cooperativo de Escuela Popular , que todavía se mantiene operativo. Aunque en Cataluña el freinetismo reapareció con cierta fuerza, las corrientes educativas de carácter más nacionalista en tiempos de democracia acabaron relegándolo en un segundo plano.

Un reconocido freinetista que ha estado en activo hasta hace muy poco es Sebastià Gertrúdix , nacido en 1951 en Ciudad Real, pero maestro en Torrent de Cinca (en la Franja) y, durante más de veinte años, en Torres de Segre (Segrià). La lectura significativa, el texto libre corregido por los propios alumnos, las matemáticas cotidianas y, obviamente, las publicaciones escolares y la correspondencia entre alumnos fueron de nuevo las técnicas freinetistas que Gertrúdix aplicó en sus aulas en plena democracia. "El sistema no ha caducado, sino que se ha actualizado", opina el docente, quien reconoce que esta pedagogía centenaria ha dado sentido a su profesión. "He dedicado muchas horas como maestro, me he implicado afectivamente y me he sentido realizado", concluye.

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