Feministas en riesgo: ¿cómo se defienden de la violencia antigénero?
Activistas explican en un estudio de la UPF los efectos del miedo y de las agresiones que reciben en su salud emocional
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Barcelona"Antes, mi experiencia estaba atravesada por miedo a acabar en prisión y ahora por una agresión física". La frase la pronuncia una activista veterana a favor de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres (aborto, anticonceptivos, etc.) y resume el sentimiento de las activistas de la causa feminista que están en la diana de ataques de los grupos antigénero, bien organizados a escala internacional y potenciados por las redes.
Son muchos los estudios que han analizado cuáles son estos grupos con una agenda negacionista de los derechos de las mujeres, pero ahora el proyecto europeo RESIST ha puesto el foco en sus efectos este tipo de violencia contra las activistas feministas. Leerlo es adentrarse en un relato de terror, con grandes dosis de resistencia y plantar cara. En total, se han entrevistado a 254 mujeres de varios países y, en el capítulo español, se centran en Cataluña y Euskadi, territorios en los que, aunque este tipo de violencia es más débil que en Madrid, muchas de las 33 participantes coinciden al admitir que tienen miedo y que están agotadas emocionalmente.
En una conversación con el ARA, Maria Rodó, investigadora de la Universidad Pompeu Fabra que ha capitaneado el estudio, señala que una de las cosas que más le han sorprendido es "el nivel de violencia que estas mujeres sufren en su vida cotidiana". No sólo son insultos recurrentes, sino también amenazas de muerte o de violaciones ("la próxima eres tú", "si dejas que entren los negros y los moros, te violarán. Fótete"), acoso en la calle o en las redes y también agresiones físicas. El anonimato de las redes ha hecho más fácil y más sofisticados los ataques, y en un solo clic, el agresor puede colgar y difundir datos como la dirección personal o laboral o el DNI, cosa que se conoce como doxing (como se conoce en inglés el exponer documentos).
Profesionales de diferentes ámbitos
En el estudio, algunas de las mujeres aparecen con su nombre y profesión y otras esconden su identidad bajo un código. Son periodistas, políticas, abogadas, militantes de asociaciones por derechos sexuales que, como caras visibles de la defensa de la igualdad, están expuestas a ser reconocidas y atacadas. A una bombera, que supuestamente debe beneficiarse de la política de cuotas, le advierten que se "prepara una guerra contra la entrada de mujeres en el cuerpo".
Las amenazas provienen de mil frentes, como las de un desconocido que acorraló a una periodista de noche cuando iba sola por la calle por haber escrito un artículo feminista. También están los que irrumpen en un domicilio particular o en la sede de una ONG o empresa sólo para "atemorizar", apunta Rodó, que incide en que este estrés y temor por la seguridad personal y del círculo de amistades y familiares tiene un impacto brutal en la salud emocional de las entrevistadas: "Mi hermano me dijo: «si estuvieras en tu casa callada », esto no te pasaría", revela una de las participantes.
Además, si en alguna ocasión se han decidido denunciar los ataques se han encontrado "abandonadas" por las instituciones –sobre todo por la policía–, que normalizan las amenazas o los insultos con la excusa de no sobrepasar la " fina línea de la libertad de expresión", según la investigadora. En este sentido, denuncian la falta de un marco legal para poder retirar de las redes información maliciosa o robada de sus ordenadores personales o contar con una respuesta a la violencia digital. "Me dicen que no mire el móvil, pero es como decirte que no vayas en minifalda", lamenta una de las entrevistadas.
Si en Grecia o Alemania la intensidad de la violencia ha comportado la salida del país de las activistas, en Cataluña la investigadora apunta que "cambian sus comportamientos, moderan o silencian su discurso o abandonan las redes sociales". Están cansadas de discutir y de explicarse en todo momento, subraya Redondo.
Autodefensa y burbujas
Ante la ofensiva ultra, las feministas también han levantado estructuras de defensa ("de ayuda mutua", dice una de las entrevistadas), creando espacios seguros y "burbujas" tanto en las redes (silenciar o bloquear mensajes y cuentas concretas) como a la hora de elegir locales de ocio o de caminar . Algunas se han instalado alarmas o botones del pánico conectados a servicios de seguridad.
En medio de esta violencia, también hay quien se hace suya la frase del No pasarán, y admiten que "no están dispuestas a renunciar al poder que tienen" como figuras públicas para señalar o recriminar actitudes discriminatorias. "Muchas se sitúan en la trinchera y ellas se califican de guerreras", ilustra la investigadora de la UPF, quien también destaca que la violencia se incrementa si es una mujer no blanca, racializada o trans. Por el contrario, de la experiencia de los tres hombres feministas entrevistados se extrae que sufren una violencia mucho menos intensa que la de las mujeres.
Aunque en general se señalan grupos y partidos de ultraderecha como los agresores, para Rodó el estudio deja claro que la violencia antigénero es un fenómeno transversal y también hay agresores entre las izquierdas. Las participantes incluso han admitido que el mensaje ultra ha calado entre familiares y amistades, lo que hace que en muchas ocasiones se vean obligadas a callar y se sientan vulnerables.