El pulmón alimentario del área metropolitana, el Parque Agrario del Baix Llobregat
En pleno corazón del área metropolitana de Barcelona se extiende el Parque Agrario del Baix Llobregat, una joya agrícola y ganadera que alberga 324 explotaciones activas
Repartido entre 14 municipios, desde El Prat de Llobregat pasando por Sant Boi, Viladecans y El Papiol, el parque es un territorio vivo, donde decenas de agricultores y ganaderos trabajan cada día para ofrecer producto fresco a la ciudadanía y mantienen vivo el oficio y la tradición agraria y ganadera junto a la ciudad. Entre todos los cultivos que prosperan, destaca la alcachofa de El Prat, que se ha convertido en símbolo de la identidad agrícola de la zona y embajadora gastronómica del Baix Llobregat. Todo ello, sobre un suelo muy valorado por su fertilidad, irrigado por la red de riego del Llobregat. También hay producción ganadera (aves de corral, porcino y ovino).
Pese a estar rodeado de infraestructuras como el aeropuerto y la autovía, el parque mantiene una actividad agrícola y ganadera viva, sólida y adaptada a los tiempos. Es un espacio que ha sabido preservarse, dar sentido a su propia historia y proyectar un modelo de futuro sostenible que reivindica la importancia de una alimentación basada en un producto de proximidad y respeto por el territorio.
Un territorio que ha resistido
Los campos del Baix Llobregat han alimentado el territorio durante siglos. Mucho antes de que el ruido de los aviones y el asfalto modelaran el delta, este territorio ya era un mosaico de pastos y cultivos que suministraba hortalizas y fruta fresca en los mercados de la ciudad. La relación agrícola y ganadera entre el delta del Llobregat y Barcelona se remonta, al menos, al siglo XIX, cuando la capital catalana vivía un crecimiento demográfico sin precedentes y necesitaba reforzar su abastecimiento alimentario. Durante el primer tercio del siglo XX, el delta se convirtió en un actor clave de las exportaciones de verdura y fruta a Europa, con productos como la alcachofa y el melocotón temprano.
Sin embargo, en los años noventa el futuro de este paisaje agrícola y ganadero quedó en entredicho. La expansión urbana e industrial, sumada a la construcción de infraestructuras estratégicas como el aeropuerto y vías de comunicación con Barcelona, amenazaba la continuidad de la actividad. Ante este riesgo, en 1998 se constituyó el Consorcio del Parque Agrario del Baix Llobregat con un objetivo claro: garantizar la preservación, la gestión y la dinamización de un espacio agrícola y ganadero único junto a Barcelona.
"Tenemos uno de los suelos más productivos de Catalunya", recuerda Helena Perxacs, gerente del Consorci del Parc Agrari. Y añade que las decisiones que se toman hoy son decisivas no sólo para el campesinado y la ganadería, sino también para todo el área metropolitana: "El parque agrario no sólo produce alimentos de calidad, sino que también cumple un papel esencial en la mitigación del cambio climático".
Generaciones de campesinos
El presente del parque pasa por manos como la de Imma Tugas, campesina ecológica y heredera de una estirpe de cinco generaciones dedicadas al campo. Pero ella no siempre tuvo claro que acabaría produciendo huerta. Fue a raíz de la pandemia que volvió a vincularse con la tierra familiar: "Empecé a dedicarme plenamente a ella durante la pandemia, cuando entendí que alimentar a la gente cuidando la tierra era el trabajo más digno del mundo", explica.
En su finca, en el término de Viladecans, todo su cultivo es ecológico. En invierno crecen verduras de hoja –como escarolas, acelgas y lechugas–, mientras que en verano predominan los tomates, los melones y las sandías. Últimamente, ha incorporado el cultivo del boniato dentro de proyectos de regeneración del suelo, que consiste en aplicar una cantidad importante de restos de poda de cultivos leñosos para aumentar la materia orgánica del suelo.
Su negocio es un ejemplo de integración territorial. Casi la mitad de la producción llega directamente a los comedores escolares de proximidad. "Es una forma de sembrar futuro: que los niños crezcan comiendo productos sanos y locales", dice. Sin embargo, no se está de denunciar sus dificultades: "Faltan ayudas para renovar maquinaria, para mejorar los caminos y para hacer frente a heladas y granizadas. El campesinado es clave para el territorio y necesita más apoyo real".
El relevo generacional
Uno de los grandes retos que afronta el Parc Agrari del Baix Llobregat es el relevo generacional. Germán Rodríguez, más conocido como Nano Papillas, es una de las pocas excepciones que rompen esta tendencia.
Con treinta años y trece hectáreas en producción –que pronto serán quince–, Rodríguez es uno de los pocos jóvenes que ha decidido quedarse en la tierra. Empezó con sólo diecinueve años.
Rodríguez señala un problema de percepción: "La sociedad cree que el campesino es como hace cuarenta años: una persona sin estudios, que no se gana la vida y que trabaja muchísimo". Esta visión estereotipada, dice, desmotiva a las nuevas generaciones a incorporarse al sector. "Los jóvenes ven por la tele que todo son problemas y que siempre estamos enfadados. No hemos sabido transmitir bien lo que hacemos, ni la importancia de nuestro trabajo".
Pese a las dificultades, Rodríguez reivindica el camino recorrido. Empezó con dos hectáreas y hoy ha consolidado un proyecto que combina tradición, innovación y soberanía alimentaria. Y una de las cosas que más valora es poder seguir compartiendo el trabajo con su abuelo: "Empecé esta aventura con mi abuelo y todavía está".
Producto de proximidad
"Somos la despensa de Barcelona", afirma Agustí García, labrador y presidente de la Cooperativa Agrícola de El Prat de Llobregat. Con esta frase, García resume una realidad a menudo ignorada por muchos consumidores urbanos: una parte considerable de las hortalizas frescas que llegan a la ciudad se cultivan en los campos del Parc Agrari.
"La ciudadanía debe confiar más en nosotros. Comprando a los campesinos, obtienen producto fresco, recién cosechado y con una huella ecológica mínima", defiende García, que lidera una explotación familiar de 56 hectáreas. Para él, el futuro pasa por reforzar el vínculo entre productores y consumidores, construir confianza y apostar por producto de proximidad.
El sistema de marca colectiva Producte Fresc, impulsado por el Consorci, quiere certificar la calidad y la procedencia de estos alimentos. "Cuando compras una lechuga del Parc Agrari, no sólo compras una hortaliza, sino también el trabajo de un campesinado arraigado y la preservación de un territorio", explica la gerente, Helena Perxacs.
Para reforzar el vínculo entre producto y territorio, el Parc Agrari impulsa iniciativas como Sabors de l'Horta. Esta campaña elabora una guía de restaurantes que cuentan con la certificaciónSabores de l'Horta, que garantiza que los platos que ofrecen están elaborados con productos identificados con el sello Producte Fresc, es decir, alimentos locales, de proximidad y de temporada provenientes del Parc Agrari. De esta forma, estos productos no sólo llegan a los hogares, sino que también se convierten en protagonistas de la cocina local y reivindican la conexión viva entre el campo y la mesa.
Un espacio que equilibra ciudad y naturaleza
La importancia del Parque Agrario del Baix Llobregat trasciende su función alimentaria. También es un gran pulmón verde que actúa como regulador climático y ambiental en una de las zonas más urbanizadas del país. Según Perxacs, "el parque ayuda a reducir la isla de calor, mejora la calidad del aire y regula el agua".
Esta función ambiental, a menudo invisible, resulta vital para la resiliencia del área metropolitana. En tiempos de cambio climático, espacios como éste son imprescindibles: mantienen el suelo vivo y ofrecen un contrapunto ecológico a la densidad urbana.
"La alimentación no es sólo una compra, sino que también es una manera de cuidar la salud y el territorio", reflexiona la campesina Imma Tugas, quien recuerda que cada hortaliza que llega a la mesa desde el parque lleva detrás una historia concreta y un compromiso con el futuro.