El baile de las debutantes, el 'after hours' del clasismo
Medios de todo el mundo se vuelcan durante una semana con esta fiesta privada de superelite que invita a alguna joven de clase obrera megabrillante para disimular su pecado original
BarcelonaLos humanos somos muy empeñados con nuestros errores. Nos miramos con mucha atención Instagram para aprender a odiar nuestros cuerpos, utilizamos las pocas fuerzas que nos quedan a las 11 de la noche para pelearnos con robots en X, terminamos amplificando las fake news cuando lo que queríamos era combatirlas, nos compramos ropa hecha en la otra punta del mundo para ir a pasar un fin de semana sostenible en la montaña, hacemos tuits contra el capitalismo desde móviles de 1.300 euros... y así siempre . No podemos dejar de tener costumbres que nos van a la contra.
Uno de los momentos álgidos de la falta de sentido común de nuestra especie llega a finales de noviembre, cuando en París se celebra el baile de las debutantes. Este evento es una especie de Port Aventura del clasismo, creado artificialmente para las personas que adoran que les enfríen por la cara este defecto de la raza humana. Concretamente, está pensado para que lo disfruten especialmente las personas que sueñan con formar parte de la clase social privilegiada para así poder pasar de ser las víctimas del clasismo que nunca podrán acceder al baile, a las ejecutoras que nunca querrían que entrara nadie que no fuera de su clase. Cada año se constata que éste target, que a priori podría parecer reducido, es cuantitativamente mayor de lo que se podría pensar, a juzgar por el alud de noticias que escriben los medios y lo posicionadas que acaban en los rankings de las webs.
¿Pero en qué consiste? La fiesta, celebrada actualmente en el hotel Shangri-La de París, congrega a alrededor de una veintena de chicas de entre 16 y 20 años provenientes de todo el mundo que celebran su entrada en la edad adulta acompañadas de sus padres , con una cena y un baile posterior que se inicia con un vals. El denominador común entre todas estas jóvenes es haber nacido en familias privilegiadas o, lo que es lo mismo, no tener ningún mérito propio en relación a su prestigio social, ya que cuando nacieron ya eran ricas, poderosas y conocidas. El evento, que es una fiesta restringida organizada por una empresa privada, tiene como clave de negocio aprovechar el defecto tóxico que tienen muchas personas de clase obrera de consumir material que va en contra de sus intereses, porque ésta fiesta es la muerte de la meritocracia, el único elemento que podría permitirles subir a lo que queda del ascensor social.
Evento global
Cada año desde 1994, la relaciones públicas parisina Ophélie Renouard organiza este evento en algún hotel de la capital francesa. El que más tiempo ostentó éste mérito fue el Crillon. De hecho, entonces se llamaba Ball Crillon y se entendía como la versión actualizada del tradicional baile de debutantes, que tuvo lugar por primera vez en el Orangerie del Palacio de Versalles en 1954. Desde que Renouard tomó las riendas, éste escaparate del privilegio inmerecido no ha dejado de coger más y más fuerza. Si bien en un principio sólo tenía tirada entre la aristocracia francesa, poco a poco fue haciendo gracia –o FOMO...– en las casas nobiliarias europeas. Veían este evento como una última posibilidad de seguir acercando su descendencia a familias de, al menos, su mismo estatus, y, básicamente, evitar así que a la larga la niña se les casara con el hijo del chófer.
Esto siguió así durante años hasta que Renouard, en el 2000, fichó como debutante a Lauren Bush, una sobrina de George W. Bush. Bush, que era lo que entonces se llamaba una it girl, hizo que el evento recibiera una atención mediática masiva en EEUU, donde cualquier cosa que huela a historia yold money se convierte automáticamente en su fetiche. La sobradísima dejó más que claro que las princesas destronadas europeas funcionan mejor cuando se las mezcla con las hijas de los reyes y reinas –también sin corona– de EE.UU. en general y de Hollywood en particular. Tanto es así que el evento ha contado desde entonces con Lily Collins, hija de Phil Collins; las hijas gemelas de Julio Iglesias; Corinne, hija del actor Jamie Foxx; Tallullah Willis, hija de Bruce Willis; Sophia Rose Stallone, hija de Sylvester Stallone... o este año con Lucia Ponti, nieta de Sophia Loren, y Apple Martin, hija de Chris Martin y Gwyneth Paltrow.
Un 'mix' explosivo
Todas estas jóvenes se han encontrado allí con todo tipo de princesas alemanas y francesas sin cargo oficial, y con condesas y ducas de apellidos infinitos que las estadounidenses no recordarán nunca más. Esto se debe a que, para estas herederas de aristócratas, París es sólo un decorado, y no cabe duda de que volverán corriendo a Los Ángeles oa los Hamptons para criticar la decrepitud de este supuesto glamour europeo. Lo triste de todo es que las americanas también son un gancho para los intereses ególatras de las insignificantes debutantes europeas, asiáticas o sudamericanas, ya que atraen una atención mediática que por sí mismas no tendrían. Sin embargo, el conjunto resulta interesante para los medios, que cada año explican impúdicamente que esto es la versión "moderna" [sic] de los antiguos bailes de debutantes, en los que las jóvenes de la alta sociedad se vestían por primera vez de largo, y que la elección de las mujeres que se invitan nada tiene que ver con sus orígenes socioeconómicos.
A propósito de lo segundo, los temas económicos, la organizadora declaró a la revista Paris Match, en 2009, que el patrimonio de los padres "nunca ha sido un criterio de selección" para elegir a las jóvenes. Yo creo que ese día debió resquebrajarse algún espejo de la Galería de los Espejos de Versalles por la ola expansiva de las risas que provocó en toda Francia aquel chiste de mal gusto. Por ser que no es un criterio, resulta curioso como nunca se ha invitado a ninguna chica que haya ido en metro desde la banlieue hasta el decimosexta redondeo de París, donde tiene lugar el show. Lo que ocurre es que por vergüenza clasista, la organización algunas veces incluye a jóvenes de familias trabajadoras que son absolutamente brillantes por no ser acusados de lo que en realidad son. Como mucho, suele ser una de las 20 que acuden cada año. Lo hacen para evitar las críticas más obvias, pero caen en un error peor, ya que el mensaje que transmiten es que, para ser aceptado, si eres de clase obrera tienes que ser absolutamente brillante, si quieres cenar con ellos. Esto queda demostrado por los perfiles de las chicas jóvenes de la cuota pobre que han invitado a lo largo de los años. Por ejemplo, Lauren Marbe, hija de un taxista del Reino Unido cuyo coeficiente intelectual superaba al de Einstein, u Olivia Hallisey, que en una feria de ciencias organizada por Google inventó una prueba para detectar el virus 'Ébola. Pobres chicas; no sé de qué hablarían con el resto...
Una tataranieta de Franco
Por cierto, ésta fiesta también es clasista internamente. Pero, claro, como todas han crecido naturalizando el clasismo no les parece mal y nunca nadie se ha quejado. Algunas chicas abren el baile mientras el resto miran. Las elegidas son las más queridas por los medios a juicio de la líder organizadora. Y este año ha elegido para la ocasión la tataranieta de Franco, Eugenia de Borbón Vargas —limpia de Carmen Martínez-Bordiú—, la única a la que han permitido llevar tiara, porque era la única con rango de princesa, ya que su padre, Luis Alfonso de Borbón, es el eterno pretendiente al inexistente trono francés. Me imagino a Apple Martin destripando la ranciedad de los duques de Anjou con los trabajadores de Goop, la web con la que su madre vende velas con olor de su vagina en todo el mundo...
Por último, también cabe mencionar que esta orgía de la destrucción de los valores democráticos y de la salud mental también es machista. Cada una de estas jóvenes promesas de la nada es acompañada en la fiesta por un joven de más o menos su edad llamado cavalier que, si no se le abastece a sí misma, le buscan. Los que proporciona la organización suelen ser jóvenes rubios con apellidos larguísimos capaces de provocar suicidios entre los funcionarios del registro civil, que, desde hace unos años, son de la misma altura que ellas a petición de Anna Wintour, que de manera muy instintiva siempre piensa en los problemas más graves que afectan a nuestra civilización. Por cierto, la fiesta tiene siempre una causa benéfica. ¿Cómo negarse a ponerse un traje de alta costura y joyería de lujo para que un niño del sudeste asiático tenga una libreta y un lápiz extra este curso?