Estampida familiar en Navidad del rey Carlos III de Inglaterra
Tras su año más duro, el monarca británico contará con bastantes ausencias durante estas fiestas, en las que el palacio de Sandringham no brillará tanto como cuando Isabel II era la reina
BarcelonaCuando se mira desde fuera, la vida de los reyes parece estar dotada de una varita mágica para borrar todo tipo de problemas. Sin embargo, hay destinos vitales de reyes y reinas que son trágicos los mires por donde los mires, trágicos a pesar de todos los privilegios que acumulan. Es el caso del rey Carlos III, el heredero que más años estuvo en posición de heredero del mundo y casi de la historia. Concretamente, estuvo calentando el motor en posición de salida durante 70 años, desde los 4 que tenía cuando su madre se convirtió en reina hasta los 74 de cuando le tocó a él sentarse en el trono. Fueron siete décadas en las que no pudo servir para la única labor para la que le habían criado y formado. Años y cerraduras sin poder aportar prácticamente ningún valor a la sociedad británica durante los cuales, además, destacó mayormente por protagonizar polémicas de carácter amoroso que lo único que hicieron fue mermar la reputación de la institución que un día tenía que liderar . O dicho de otro modo: para enturbiar la buena imagen de la monarquía que pudiera proyectar a su madre con su trabajo bien hecho.
La hora de Carlos, sin embargo, llegó finalmente en el 2022 y ese momento para empezar a proyectarse fue el inicio de una serie de problemas que le han impedido hasta ahora brillar especialmente durante su reinado, que está indefectiblemente destinado a ser corto. Se había pasado setenta años ideando cómo podía ser él como rey, imaginando cuál podía ser su aportación, qué valor añadido podía aportar desde su privilegiada posición... pero a la hora de la verdad los problemas con los que ha encontrado –y no por su culpa– han impedido que se visualizara su sello como monarca. Sus problemas de salud, los de su mujer, los de su imprescindible joven Kate Middleton o los problemas intrafamiliares de Windsor se han convertido en el contenido más habitual de los titulares de prensa que comienzan con su nombre.
Muchas bajas
Quizá sea por eso que resulta especialmente triste que la época navideña, en la que los Windsor siempre destacaban por su gran reunión familiar en el palacio de Sandringham, sea ahora noticia por todas las bajas que habrá. Después de un 2024 que se puede calificar como elannus horribilis de Carlos III (el rey y la persona), el monarca deberá rellenar los vacíos que los Windsor han dejado en la mesa con la presencia de parentela política para que no se note tanto que las cosas internamente no van nada bien y que no hay clemencia ni el año en que el cáncer le ha afectado.
Pese a que hubiera sido bonito observar cierta conmiseración, no era muy previsible que éste approach fuese el elegido por Andrés de York, el hermano más conflictivo y agresivo del rey. El exmarido de Sarah Ferguson y la propia Sarah Ferguson ya han hecho saber que no hace falta que les esperen a Sandringham estas fiestas porque ellos se quedarán ambos solos en el Royal Lodge, cuya majestuosa casa dentro del recinto de Windsor el rey Carlos los quiere echar porque entiende que les da una dignidad que no merecen después de su papel protagonista en el escándalo de pederastia de Jeffrey Epstein. El que era el hijo preferido de la difunta Isabel II, que el año pasado sí acudió a la cita familiar, no ha aplicado ningún tipo de estrategia de disimulación de su profundo rencor hacia su hermano Carlos, al que ha preferido hacer este feo uno de los días en los que más atención tiene la familia. Evidentemente, con toda intención de erosionarlo.
Lo que ha sorprendido ha sido la elegancia de sus hijas, Beatriz y Eugenia, que en vez de cerrar filas marcadamente alrededor de su padre e ir al Royal Lodge, han mantenido una sutil equidistancia en la batalla real entre hermanos . Sabedoras de que algún día quizás tendrán que contar con algún favor de su tío rey o de su primo Guillermo cuando llegue al cargo, no se han querido mostrar demasiado cercanas en la guerra de su padre contra su tío. Para ello, han optado por una elegante salida: cada una irá a pasar la Navidad en casa de sus familias políticas. ¡No me dirán que no es un moderado y estético equilibrio el de las princesas! Mientras su padre y su tío no son capaces de rehacer ningún puente ni el día de Navidad, ellas dan un paso al lado. A mí me ha sorprendido positivamente, sinceramente esperaba menos de esos dos eternos satélites reales. Creo que se nota el buen consejo de la viscudísima Sarah Fergusson, que para acabarlas de convencer de que debe estar bien con todo el mundo también les habrá dicho que no pueden descuidar las oportunas visitas a las familias de los hombres ricos con los que se han casado... En total, por la banda York, habrá un total de 9 bajas entre hijas, maridos y nietos.
¡Ni el hijo!
Como era inevitable pensar, tampoco se sentarán en la mesa ni el príncipe Enrique ni Meghan Markle, que continúan con su guerra fría contra la casa que les ha dado la fama, que después de cuatro años fuera deloficio real se ha demostrado como su único medio de vida, ya que han fracasado en todos aquellos proyectos en los que aparte de fama había que tener algún talento. Después de cinco años sin acudir, los Sussex ni están ni les esperan. Realmente, después de un año tan difícil para el monarca hablaría bien de ellos algún gesto de empatía, pero, claro, quizás quien debe recibirlo ya ni quiere. Más que nada porque cada vez que se intentan relacionar con ellos es por acumular material para algún eventual reality que puedan protagonizar el día de mañana, cuando se acabe el dinero.
Para disimular toda esta serie de bajas, algunos medios especializados especulan con que Carlos III invitará a algunos familiares políticos. Quienes tienen más números son los descendientes de su esposa, Camila. La reina consorte tiene un hijo y una hija, Tom y Laura. Él tiene dos hijos y ella, tres. Es decir, que entre estos dos, sus parejas y sus descendientes el monarca ya recuperará nueve figurantes para la tradicional caminata entre el palacio y la iglesia de Santa María Magdalena, donde la familia real británica lleva 40 años en misa en Navidad. Además, las criaturas Parker-Bowles son ya conocidas porque actuaron como pajes reales cuando se celebró la coronación del rey. También se prevé que los Middleton puedan ser invitados para acabar de llenar este escenario, donde la sangre azul está cada vez más diluida, algo que a los británicos no sabemos si les va a gustar a la larga. Al menos, al menos los hermanos de Kate Middleton siempre que han dado titulares y han atraído la atención mediática no ha sido por escándalos. Mal por mal, es mejor que estén ellos que el vacío.
Quizá la baja afluencia se deba a que el rey Carlos tiene algo de fama de tacaño y eso desmotivaría a los asistentes por las bajas expectativas que generan los regalos que les pueda hacer. Sin embargo, no sería cosa suya, eso de ser poco espléndido. Años atrás, la tarde del 24 de diciembre a la hora del té los Windsor ya se daban regalos bastante peculiares unos a otros en el salón rojo del palacio de Sandrigham. Cuenta la leyenda que un año a la reina Isabel le regalaron un gorro de ducha y que la princesa Ana le regaló a su hermano Carlos una tapa de un aseo. Fíjense como esto entonces nos parecía gracioso y entrañable, pero que si ocurriera este año nos parecería básicamente friki. La magia de los royals británicos se esfuma a marchas forzadas.