Drones sobre la playa del Somorrostro de Barcelona
07/05/2025
2 min

El otro día me asusté. Volvía a casa de noche, a pie, y habiendo dado una esquina la calle se encendió como si se hubiera hecho de día. Al cabo de un segundo ya volvía a ser oscuro, y de repente volvió a deslumbrarme. Toda la calle se encendía y se apagaba, porque sobre la puerta de una farmacia acababan de instalar una cruz intermitente que brillaba como el faro de Alejandría. ¿Hacía falta toda aquella luminaria? No era una calle oscura, no es que de noche la farmacia se viera menos que de día. Y ni estaba de guardia.

¿Soy yo solo, que me pone negro la agresividad de estas señales intermitentes gratuitas? Para mí sólo señalan grosería y poco respeto, y alertan de la poca conciencia de la contaminación lumínica de los responsables que les permiten o, lo que es peor, los promocionan.

Cuando algo de la administración es absurdo o incomprensible –hormigón público desacertado ya raudales, permiso, subvención o rotonda inexplicables, trámites inútiles, apagón general–, suele consolarnos pensar que al menos alguien hará negocio. Pero a menudo nos queda la duda: ¿y si fuera pura dejadez o incompetencia? Es a los detalles que el mundo se deja entender. ¿Y ese reciente deleite por las lucecitas –también festivales de drones, mappings y todo tipo de pesca con luz artificial– no será otra igualación a la baja, fomentada desde arriba?

Fijémonos en las carreteras y sobre todo en las calles, especialmente en lugares turísticos. Con los años se han ido acumulando carteles obsoletos, señales redundantes y trastos que, para llamar la atención, deben hacerse la competencia entre ellos y ser cada vez más llamativos. El último grito son las luces intermitentes, que deben ser suficientemente potentes para que se vean de día. En mi ciudad ya tenemos señales intermitentes prohibiendo el paso de camiones, señales intermitentes remarcando el límite de velocidad, señales intermitentes avisando de pasos cebra, en algunos casos con una hilera de luces intermitentes incrustadas en el asfalto… Parece una discoteca. Y después están las señales de luz que te dicen a qué velocidad vas y te dibujan una cara sonriente o enojada horrible, como si fueras un niño pequeño. O los nuevos avisos de peligro de animales en la N-II en Tordera, con flashes intermitentes suficientemente potentes para asustar no a las bestias sino a los conductores. Ahora procuro de noche tomar otra carretera aunque sea más larga.

Se ha estudiado el efecto de los parpadeos de luz rápidos e intensos. Son perjudiciales para los jóvenes, sobre todo para los epilépticos y autistas, pero también para cualquier animal o persona con un mínimo de sentido común y de amor por la luz natural.

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