Masacre en Kenia

Ayuno mortal para encontrarse con Dios: la secta que ha matado a más de 400 personas en Kenia

Todavía hay más de 600 desaparecidos, que podrían haber muerto por inanición siguiendo las directrices de su predicador, ahora encarcelado

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Paul Mackenzie, líder de la Iglesia Internacional de las Buenas Noticias, y su esposa Rhoda Mumbua Maweu hablan con su abogado desde una celda en un juzgado de Mombasa (Kenia), el 10 de mayo.

BarcelonaEl 13 de abril la policía keniana recibió un aviso sobre un posible crimen en una zona boscosa remota del sudeste del país. Cuando se acercaron encontraron a quince personas raquíticas: tanto, que cuatro murieron antes de llegar al hospital. Los investigadores empezaron a rastrear el terreno de ese bosque aislado –aunque es sólo a un par de horas en coche de la ciudad turística de Malindi, en la costa– y una semana más tarde descubrieron una veintena de cadáveres enterrados.

Desde entonces, la cifra de cuerpos exhumados no ha dejado de subir, y el último balance, de este lunes, es de 403 muertos. El bosque de Shakahola se ha convertido en una gran fosa común de los miembros de una secta a la que habían hecho creer que el fin del mundo se acercaba y que debían adelantarse para poder encontrarse con Dios. La forma más efectiva de asegurarse el cielo, garantizaba su líder, era a través de un ayuno total que los acabara matando.

El jefe de la secta es Paul Nthenge Mackenzie, un extaxista reconvertido en predicador en 2003, cuando creó un movimiento religioso de inspiración cristiana evangélica que bautizó con el nombre de Iglesia Internacional de las Buenas Noticias. En 2021 se trasladó al bosque de Shakahola, donde vivía con un millar de seguidores, según el testimonio de algunas personas que abandonaron la secta. Las cifras oficiales dan credibilidad a este número: además de los 403 cuerpos hallados, hay 613 personas reportadas como desaparecidas. Por el momento se han rescatado 95 personas vivas. Según el diario keniano Nation, al menos 65 de los supervivientes han sido acusados de intento de suicidio, un delito según el Código Penal keniano.

El patólogo jefe del gobierno, Johansen Oduor, dijo el 27 de junio que de los 338 cuerpos que se habían examinado hasta entonces, al menos 117 eran de menores. Las autopsias han evidenciado que todos los cadáveres mostraban signos de inanición, pero algunos, sobre todo de menores, también tenían rastros de estrangulamiento y asfixia. La policía cree que los fieles eran forzados a continuar el ayuno aunque no quisieran.

En una declaración judicial a la que tuvo acceso la CNN, los inspectores afirmaban que, en algún momento de este año, Machenzie anunció a sus seguidores que el fin del mundo era inminente y que debían empezar el ayuno extremo. "Dijo que el ayuno empezaría con las criaturas, hasta que muriera la última, y continuaría con los jóvenes, después las mujeres y finalmente los hombres, y que él sería el último en morir y ascender al cielo".

Posible tráfico de órganos

Mackenzie, que desde hacía años instaba a sus seguidores a no llevar a sus hijos a la escuela y a evitar los hospitales, está detenido –junto con su esposa y más personas de su círculo más cercano– desde que se descubrieron las primeras fosas comunes. El 3 de julio un juzgado de la ciudad portuaria de Mombasa amplió su detención un mes más, mientras siguen las exhumaciones y las investigaciones. Los fiscales del Estado apuntaron a que el predicador podría enfrentarse a cargos de terrorismo o genocidio, pero aún no le han imputado ningún delito.

Además, una declaración presentada en los juzgados señala que el predicador podría estar involucrado en un tráfico de órganos "organizado", con "varios actores" involucrados. Los investigadores contemplan esta hipótesis porque varias autopsias han revelado que a algunos de los exhumados les faltaban órganos.

La libertad de culto, en el extremo

El presidente de Kenia, William Ruto, pidió disculpas públicamente por no haber podido impedir la ya conocida como "masacre de Shakahola". "Es evidente que hubo laxitud en nuestro gobierno", dijo en una entrevista emitida en varios canales de televisión del país. Hacía años que las autoridades kenianas tenían a Mackenzie en el radar por sus posturas extremistas, e incluso había sido detenido, pero nunca le imputaron ningún delito. En marzo le habían vuelto a arrestar después de que dos criaturas murieran de inanición bajo la custodia de sus padres, pero quedó en libertad bajo fianza.

Ruto, además, prometió vigilar a las instituciones religiosas de Kenia para evitar que se repitan hechos similares, aunque subrayó que sería "injusto" condenar y criticar a todas las religiones basándose en las acciones de varias personas. "Queremos establecer con los líderes religiosos un mecanismo que garantice que delincuentes y ladrones no se aprovechen de la religión y la fe para provocar daños", dijo el presidente, un ferviente creyente evangelista.

La tragedia de Shakahola ha hecho aflorar el debate sobre la libertad de culto, protegida por la Constitución del país, que se ha llevado al extremo y que en algunos casos se utiliza para encubrir sectas criminales como la de Mackenzie. Según cifras oficiales, existen más de 4.000 iglesias registradas en este país de África oriental, que tiene unos 50 millones de habitantes.

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