África

Control demográfico y enormes inversiones: así es como Marruecos ha logrado dominar el Sáhara

Atrapada en una provisionalidad crónica, la población saharaui ve cómo el sueño del referéndum se aleja cada vez más

Un hombre sujeta la foto de Mohamed VI durante una marcha para celebrar el 50 aniversario de la ocupación marroquí del Sáhara Occidental.
07/11/2025
4 min

BarcelonaCuando Mahfud Bechri nació, en su casa había un baúl. Sus padres, como otros muchos saharauis de los campos de refugiados de Tinduf, le habían llenado de pertenencias para volver a su tierra. Era 1991 y la ONU se había comprometido a realizar un referéndum de autodeterminación, después de haber acordado un alto el fuego entre el Frente Polisario y Marruecos que ponía fin a 16 años de guerra. Todo parecía encauzado para que los saharauis pudieran decidir sobre su futuro, pero Rabat bloqueó el proceso, y el baúl del regreso que los padres de Mahfud habían preparado fue llenándose de polvo hasta que un día desapareció.

La zona del conflicte

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Cuando hace cincuenta años de la invasión marroquí, el Sáhara Occidental sigue considerado oficialmente un territorio no autónomo pendiente de descolonización y sin estatus definitivo. Pero su estatus es más frágil que nunca. Cerca de cincuenta países reconocen la soberanía de Marruecos sobre el territorio, donde cada vez los saharauis representan un menor porcentaje de la población. Y el derecho a la autodeterminación que les corresponde según la carta de Naciones Unidas parece un sueño cada vez más lejano. ¿Cómo se ha llegado hasta ahí?

En noviembre de 1975, el entonces rey de Marruecos Hasan II aprovechó que el dictador Francisco Franco agonizaba en el lecho de muerte para lanzar la Marcha Verde: una manifestación estratégica coordinada por el gobierno de Rabat en la que más de 350.000 ciudadanos marroquíes se adentraron en la colonia en la colonia. Días después, se firmaba un acuerdo por el que España se comprometía a poner fin a su presencia en el Sáhara.

Pero esa retirada fue unilateral y dejó al Sáhara en una situación anómala. "Al marcharse, España renunció a su condición de potencia administradora, aunque la Carta de la ONU le obliga a acompañar el proceso hacia la autodeterminación", asegura al ARA el profesor de la Universidad Complutense de Madrid Isaías Barreñada. "Es una anomalía que no se ha dado en ningún otro proceso de descolonización", añade este experto en el norte de África. Así, de iure España sigue siendo la potencia administradora, pero de facto no tiene presencia en el territorio. "Si España no hubiera traicionado su responsabilidad, ahora no estaríamos así", lamenta Mahfud.

Con la ocupación de Marruecos, la población saharaui cerró filas bajo la bandera del Frente Polisario y empezaron los enfrentamientos entre los dos bandos, que acabarían provocando el exilio de miles de personas hacia Argelia. Entre ellos estaban los padres de Mahfud. "Argelia les abrió la frontera y entraron en Tinduf, la ciudad más cercana, a la espera de que se resolviera el conflicto. Creían que sería cuestión de meses", relata. Pero la guerra duró 16 años y las fronteras ganadas por la fuerza siguen vigentes hoy y afianzadas por un muro de 2.700 kilómetros: Marruecos controla el 80% del Sáhara Occidental, la zona costera, la más rica en recursos como la pesca.

Inversión y conquista demográfica

Desde entonces, Marruecos ha hecho todo lo posible por conseguir que la comunidad internacional considere esta anexión irreversible a través de una política de hechos consumados. Ha impuesto su control sobre el Sáhara con una estrategia basada en la demografía y la inversión.

Por un lado, ha apostado por dar la vuelta a la demografía del territorio promoviendo la inmigración de ciudadanos marroquíes. Actualmente, los saharauis que viven en el Sáhara ocupado representan sólo 1 de cada 4 habitantes, mientras que ahora los colonos marroquíes son ya la primera comunidad que vive allí. Con estas cifras, el gobierno de Rabat dificulta una victoria de los saharauis en caso de que finalmente se llevara a cabo un referendo de autodeterminación.

Por otra, ha hecho enormes inversiones en infraestructuras y ha rociado la ex colonia con promesas de convertirla en un hub energético y tecnológico que, por ahora, no se han concretado. Aunque el Sáhara es rico en fosfatos y pesca, hoy en día genera más gasto que beneficios para Marruecos. Representa menos del 5% del PIB marroquí, pero absorbe a más del 50% de las transferencias públicas de Rabat. Esta diferencia, opina Barreñada, "es insostenible a largo plazo", pero tiene por objetivo "consolidar la idea de que el Sáhara es parte de Marruecos". A esto se suma una estrategia educativa y cultural, según el historiador y presidente de ACAPS Xavier Serra, quien asegura que a través del "sistema escolar, la política lingüística y la discriminación laboral" se ha ido reduciendo la presencia de la cultura y la identidad saharaui.

Para apuntalar esta visión, el papel de ciertos socios internacionales ha sido clave. Marruecos ha logrado algunas victorias diplomáticas relevantes, como el reconocimiento de la "marroquinidad" del Sáhara por parte de Estados Unidos durante el primer mandato de Donald Trump o el apoyo explícito al plan de autonomía marroquí por parte del gobierno de Pedro Sánchez. El último revés lo tuvo el pasado viernes en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, en una resolución que validaba el plan de autonomía propuesto por Rabat como base de negociación central para resolver el conflicto.

Pocas perspectivas para los saharauis

Tanto dentro del territorio ocupado como en los campos de refugiados, la población saharaui vive atrapada en una provisionalidad crónica. En el Sáhara controlado por Marruecos, muchos saharauis denuncian discriminación en el acceso al trabajo y persecución de cualquier expresión política o cultural propia. Mientras que en los campos de Tinduf, en Argelia, la vida sigue marcada por la dependencia de la ayuda humanitaria y por una economía precaria. A pesar de ser una de las regiones de África con mayor porcentaje de formación, la única opción viable que tienen la mayoría de jóvenes para ejercer sus oficios es emigrar.

A esto se suma la decepción con la comunidad internacional por la inacción ante el progresivo dominio marroquí. "En lugar de reconocer nuestros derechos, las potencias internacionales parecen querer legitimar el empleo marroquí", lamenta Mahfud, quien asegura que "el sueño [de la autonomía] se ha ido alejando con los años".

Ahora tiene dos hijos, nacidos como él en los campos de refugiados, y en su casa, como en tantas otras casas saharauis, ya no hay ningún baúl. Pero no pierde la esperanza: "Espero poder vivir en un Sáhara Occidental libre. No quiero que mis hijos vivan como refugiados, como yo. Si el pueblo decide convivir con los marroquíes, que así sea; lo que importa es que podamos decidir".

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