África

La oposición senegalesa se moviliza mientras Ousmane Sonko agoniza en el hospital

El líder opositor anticorrupción detenido lleva un mes en huelga de hambre

Jaume Portell
4 min
Ousmane Sonko, en una conferencia en Dakar, el 8 de marzo de 2021

Barcelona“Tenemos el corazón triste. Con la vida no se juega”. Aida Mbodj, una política senegalesa, aparece cubierta de blanco y con los ojos llorosos. Junta las manos, como rezando, mientras transmite su mensaje al país: el estado de salud de Ousmane Sonko ha empeorado y hoy ni siquiera ha reconocido a los pocos visitantes que le han ido a ver. No come desde hace prácticamente un mes, y si la situación no cambia, morirá en los próximos días.

De esta forma, la historia del opositor más popular de Senegal acabaría antes de haber empezado. Condenado a dos años de cárcel por "corrupción de la juventud" en junio, Sonko fue acusado de más cargos en julio: preparar una insurrección, atentar contra la seguridad del estado y asociación delictiva con organización terrorista. Su partido, el PASTEF (Patriotas Africanos de Senegal por el Trabajo, la Ética y la Fraternidad), fue disuelto por el ministerio del Interior senegalés a finales de julio. Detenido el 28 de ese mes, Sonko comenzó una huelga de hambre dos días después. Desde entonces, su estado de salud ha ido empeorando y le han trasladado primero al hospital y después a la unidad de cuidados intensivos.

Tanto en Senegal como en la diáspora, la situación ha desatado movimientos de protesta pacíficos. En Senegal, sus seguidores han llamado a la sonkorización, es decir llevar el nombre de Sonko a todas partes: desde las calles, con caceroladas, hasta los estadios de fútbol. En la diáspora, el tono contra el gobierno senegalés es más duro. En Barcelona, donde este verano se han convocado manifestaciones de forma periódica, los seguidores de Sonko definen al presidente Macky Sall como un “dictador” y un “asesino”.

Cheikh Thioro, de 55 años, llegó a España a principios de los 2000 y trabaja en la construcción. Es un habitual de estas manifestaciones y acude con sus dos hijos y su mujer, que trabaja en el sector del trabajo doméstico: “Por eso hoy no ha podido venir, está trabajando”, explica. En las últimas elecciones, en el 2019, votó a Sonko, y hace una sonrisa irónica cuando le pregunto a quién cree que debían de votar muchos de los manifestantes en el 2012: seguramente Macky Sall, responde. Sall era, entonces, el candidato que se enfrentaba a Abdoulaye Wade, que quería aferrarse al poder tras los dos mandatos que, a lo sumo, se pueden encadenar según la Constitución senegalesa. Este verano, Sall anunció que no se presentará a las elecciones de febrero del 2024. De todos modos, en la declaración de renuncia recordó tener derecho a la reelección, y los movimientos contra Sonko despiertan sospechas entre los opositores.

“Sonko quiere luchar”

"Estoy aquí porque Sonko ha criticado los acuerdos que hemos firmado por el petróleo", dice Thioro. Senegal empezará a exportar petróleo a partir del próximo año, y Sonko se hizo famoso por criticar la corrupción de las concesiones petroleras cuando era inspector de Hacienda. Esto hizo que perdiera su trabajo, pero catapultó su carrera política. "Nos corresponde un 10% de los beneficios y Sonko quiere luchar para que esta cifra sea más alta", explica Thioro en la manifestación de Barcelona.

Fode Mané es el coordinador del PASTEF en España y vive en el Maresme. Su móvil recibe cientos de mensajes y llamadas todos los días. Me enseña el movimiento de su WhatsApp: "Es una locura", dice sonriendo. Hay militantes y simpatizantes de la oposición en todos los puntos de España, y se coordinan para manifestarse y difundir mensajes en wolof y demás idiomas de Senegal. Fadyla Badji, enfermera, está afectada personalmente por la situación: “Está muriendo gente y hay más de mil presos políticos. Sonko es el único opositor que vemos como válido... y yo soy su sobrina. Espero que en todo el mundo la gente pueda empatizar con nosotros”, dice Badji.

La inflación llega a las pateras

Sadio (nombre ficticio) busca un sitio en una patera desde hace semanas. Su gran oportunidad laboral acaba de esfumarse. Quería trabajar en el sector público, pero eran 5.000 aspirantes y sólo había 28 plazas. "Cada año es así", dice resignado. Un año, incluso, pagó 50.000 francos CFA (76 euros) a una persona influyente en el proceso de selección para tener más posibilidades, pero ni así lo logró. Está casado y tiene dos hijos pequeños, y dice que no escucha las noticias sobre los fallecidos en la ruta canaria: “Como padre de familia no tengo ni 500 CFA (menos de un euro) diarios por los gastos cotidianos. En Europa, si trabajas puedes cobrar 1.500 euros. ¿Qué quieres que haga? Si encuentro la embarcación, arriesgaré la vida. Si tengo éxito, bien. Si muero, habrá terminado. Estoy en manos de Dios. Un día nos encontraremos en España”.

Ahogado por el aumento de precio de los alimentos, el país vive otra paradoja: el precio de las pateras es cada vez mayor. Sadio pensaba que tendría suficiente con 500.000 CFA (763 euros), pero finalmente necesitará 700.000 (1.068 euros). Mientras los reúne, intenta ahorrar y malvive en Dakar, la capital de Senegal. Él también es seguidor de Sonko. Le pregunto qué van a hacer la gente como él si su líder acaba muriendo en la cama: "Quemaremos el país".

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