Brasil

El golpe en Brasil fracasa: ¿es el final del bolsonarismo?

El gobierno Lula sale reforzado del asalto a las instituciones, pero la ultraderecha continúa teniendo importantes apoyos entre las fuerzas armadas

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Las fuerzas de seguridad arrestan los partidarios del expresidente brasileño Jair Bolsonaro que invadió el palacio presidencial de Planalto en Brasilia

BarcelonaEl asalto del domingo a las instituciones de Brasil fue un movimiento premeditado y anunciado. Las primeras columnas con miles de manifestantes llegaron a las tres de la tarde, hora local, a la avenida principal de Brasilia, después de haber recorrido unos seis kilómetros desde el cuartel general del ejército, donde estaban acampados desde el 30 de octubre, cuando Lula da Silva ganó por un margen ajustado la segunda vuelta de las presidenciales ante Bolsonaro.

Desde entonces muchos de los seguidores del expresidente ultraderechista reclaman un golpe de estado para desalojar del poder al gobierno electo del Partido de los Trabajadores (PT). Con banderas brasileñas entraron en Palacio de Planalto subiendo la misma rampa que justo una semana antes había recorrido Lula del brazo de una mujer indígena y sindicalista y donde había prometido "reconstruir" la democracia brasileña. Una vez dentro del palacio presidencial, destrozaron mobiliario y obras de arte durante cinco horas, hasta que la policía federal los desalojó. Lula, que se encontraba en el estado de Sao Paulo para visitar una zona afectada por graves inundaciones, calificó a los manifestantes de "vándalos nazis" y acusó a Bolsonaro de haber instigado el asalto siguiendo el ejemplo de Donald Trump.

Ana Ayuso, investigadora del CIDOB, considera que lo que se vivió ayer en Brasilia fue muy grave y que "hubo una clara connivencia de mandos policiales intermedios con los asaltantes, que se tendrá que investigar". A diferencia del ataque al Capitolio en Washington el 6 de enero de 2020, las sedes del poder ejecutivo, legislativo y judicial –situadas en la plaza de los Tres Poderes del centro de Brasilia– estaban cerradas y no había representantes electos, los manifestantes no iban armados y tampoco se produjeron víctimas mortales, pero las imágenes confirman que la turba se saltó con muchas facilidades los controles de la policía local, bajo las órdenes de un gobernador bolsonarista que ha sido destituido.

Ayuso destaca la resiliencia de las instituciones brasileñas: "Todas las instituciones y todos los partidos políticos, incluido el de Bolsonaro, han condenado el asalto, y esto demuestra que Brasil no es un país donde ahora se pueda perpetrar un golpe de estado". Ayuso subraya también que ningún sector del ejército se ha sumado a los que hace meses que reclaman el golpe de estado contra Lula: "Los militares quizás quieren más poder en el país, pero no son golpistas", dice. Por eso tilda de "fracaso" el movimiento de ayer y cre que supondrá "el principio del fin" del bolsonarismp, porque "la derecha tendrá que empezar a buscar otra figura".

Pero Carlos Malamud, investigador principal del Real Instituto Elcano y catedrático de la UNED, considera que no se puede dar por muerto al bolsonarismo. "No está cerrado. El gobierno, después de un desconcierto inicial, aunque desde el 3 de enero había indicios de que había un gabinete en marcha, ha reaccionado rápido, sobre todo el ministro de Justicia, que ha tomado las riendas para reconducir la situación. Y las instituciones, la prensa, los partidos y la opinión pública han calificado de golpistas y terroristas a los responsables de los disturbios. La situación está en vías de reconducción, pero no se tiene que olvidar que el bolsonarismo tiene importantes apoyos internos y externos".

Malamud destaca que el apoyo al bolsonarismo dentro de las fuerzas armadas no es despreciable: "Sobre todo entre militares retirados, porque en su mandato Bolsonaro garantizó que no habría recortes en el ejército, fijó salarios y pensiones elevados, y nombró a muchos militares en cargos del gobierno federal. Además, tiene un apoyo considerable entre la policía militar, donde consiguió instalar muy bien su discurso de fraude electoral". Para el investigador, si los militares no se sumaron al movimiento de domingo es porque, a diferencia del asalto al Capitolio, "no es lo mismo impulsar un golpe contra un gobierno ya investido que cuando todavía no ha tomado posesión".

Lula, reforzado

Los dos analistas coinciden en que lo que pasó el domingo reforzará al gobierno Lula, que es una coalición heterogénea de partidos y afronta una situación socioeconómica muy complicada por la inflación, el endeudamiento y las consecuencias del desmantelamiento de los servicios públicos en los cuatro años de gobierno Bolsonaro. "Tener que hacer frente a la amenaza común reforzará la cohesión de la administración, al menos durante los primeros meses", dice Ayuso. Los hechos del domingo en Brasilia, para Malamud, "darán más capacidad al gobierno de intervenir en ámbitos donde tenía las manos más atadas, como intentar buscar más control sobre las fuerzas armadas, y tendremos que ver si esto destapa a un Lula más pragmático o a uno más ideologizado". "Pero creo que lo que ha pasado reforzará su lado más dialogante y pragmático, porque verá la necesidad de apoyarse en una coalición muy amplia", concluye.

El futuro de Bolsonaro, en el aire

Desde que se marchó a Estados Unidos, todavía como presidente en funciones, crecen las voces en Brasil que reclaman que Bolsonaro sea procesado. La Fiscalía ha solicitado la detención del comisario Anderson Torres, exministro de Justicia de Bolsonaro y hasta ayer máximo responsable policial del país, que viajó a Estados Unidos a pesar de los claros indicios de la insurrección para reunirse con Bolsonaro, que desde diciembre vive en Orlando (Florida). Ya sin la protección del cargo, varias causas contra el presidente se trasladarán del Supremo a la justicia de primera instancia, donde es más posible que algún juez esté dispuesto a procesarlo, y es probable que la investigación del asalto saque a la luz nuevas pruebas contra el expresidente.

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