La resiliencia de Bolsonaro eclipsa el triunfo de Lula en la primera vuelta
El exsindicalista obtiene el 48,42% de los votos y el ultra un inesperado 43,2% que deja un escenario incierto
Río de JaneiroNada está decidido en Brasil. Lula da Silva, del Partido de los Trabajadores (PT), se ha impuesto en la primera vuelta de las presidenciales con un 48,42% de los votos válidos, pero la revitalización, que ningún sondeo supo prever, del candidato a la reelección Jair Bolsonaro, del Partido Liberal (PL), con un 43,20% de los apoyos, fortalece la incertidumbre de cara a la segunda ronda del 30 de octubre.
“Nunca he sido escogido en la primera vuelta. La lucha continúa hasta la victoria final. Ganaremos estas elecciones, esto solo es una prórroga”. Lula da Silva ha intentado levantar los ánimos de la izquierda y ha retado a su adversario a participar en los debates televisivos “para poder hacer comparaciones de qué Brasil podemos construir”. A pesar de todo, el sentimiento agridulce es palpable entre el electorado progresista, que veía la posibilidad real de decidir a la primera oportunidad y que ahora tendrá que encarar cuatro semanas de campaña electoral con un altísimo nivel de virulencia y un ambiente de confrontación muy enrarecido como nunca se ha visto en el país.
El bolsonarismo ha parado el golpe, y sigue siendo una opción válida para más de 51 millones de electores, a pesar de la gestión negacionista del ejecutivo durante la pandemia, que se tradujo en centenares de miles de muertos. Lo que hace cuatro años era una oleada antisistema se ha transformado en un movimiento de extrema derecha absolutamente estructurado, fuerte, arraigado y con una agenda temible para las minorías. Su normalización hace que sea una opción viable para los votantes del espacio liberal y conservador, sin afectarles nada las derivas y las amenazas golpistas y totalitarias.
6 millones de votos de ventaja
Queda claro que aunque Bolsonaro salga derrotado en la segunda vuelta, a la que Lula llegará con más de 6 millones de votos de ventaja, la extrema derecha (como ha pasado con Donald Trump en Estados Unidos) perdurará y seguirá apostando por la polarización, criminalizando al adversario político y haciendo todavía más honda la división instalada en la sociedad brasileña.
La resiliencia de un presidente al que más de la mitad del electorado asegura que no votaría bajo ninguna circunstancia alienta todavía más a una militancia eufórica que tiene una fe ciega en su líder y que vota en bloque a aquellos diputados, senadores o gobernadores que indica Bolsonaro, sin importar cómo ha sido su gestión.
El éxito de la extrema derecha en las elecciones en el Congreso, en el Senado y a la hora de escoger gobernador es incuestionable: con mayoría absoluta en Río de Janeiro y ganando la primera vuelta en São Paulo, con Tarciso de Freitas, un exministro amigo de Bolsonaro que nunca ha vivido en el estado.
Expertos en 'fake news’
Bolsonaro ha salvado los muebles y ha revivido a partir de una estrategia perfectamente diseñada. En primer lugar, el uso de la maquinaria pública ha acabado dando los resultados electorales en el momento oportuno, con el aumento temporal de la transferencia de renta del programa Auxílio Brasil, que sustituye el Bolsa Familia lulista, o la bajada temporal de impuestos sobre combustible. Estas medidas han coagulado la hemorragia de pérdida de votos de los más desfavorecidos.
Y, en segundo lugar, se ha apostado por la deconstrucción de la figura de Lula avivando el sentimiento anti-PT muy arraigado entre el votante de centro y de derechas desde el gobierno de Dilma Rousseff. Por eso, ha entrado en juego el gabinete del odio, que es la fábrica de fake news que se ha instalado dentro del palacio presidencial, y que ha funcionado en toda su capacidad para crear y distribuir contenido concentrándose en los días previos en las elecciones. Los resultados obtenidos han sido muy evidentes en São Paulo, el principal colegio electoral del país, donde Bolsonaro se ha impuesto con 7 puntos de ventaja sobre el exsindicalista.
El bolsonarismo cuenta cada vez con un dominio más esmerado de las herramientas digitales, con capilaridad en un país continental, que ya se han probado. En este sentido, las elecciones municipales de 2020 sirvieron como banco de pruebas. El caso que llama más la atención es el de la candidata de izquierdas en Oporto Alegre, Manuela De Ávila, que, después de sufrir un bombardeo incesante, perdió la segunda vuelta y ahora, incluso, se está planteando exiliarse por las amenazas constantes que todavía recibe. De cara a la segunda vuelta del día 30, las fake news jugarán todavía un papel más predominante.
El efecto bumerán del voto útil
En un ambiente de polarización, el llamamiento al voto útil de los correligionarios de Lula para sellar el triunfo definitivo en la primera vuelta ha despertado una reacción contraria inesperada. Aquellos votantes que habían pensado en apoyar a Bolsonaro en la segunda vuelta abandonaron la tercera vía para concentrarse en el actual presidente.
Paralelamente, varios analistas coincidían la noche electoral en que ha habido una cierta relajación en la candidatura transversal de Lula que se había impregnado del sentimiento de que todo ya estaba hecho. Delante, sin embargo, la maquinaria bolsonarista, que vive permanente movilizada, siguió estimulada con la misma intensidad.
La estrategia para la segunda vuelta ya está diseñada. De las valoraciones de Bolsonaro en caliente se puede extraer que irá a disputar los votos lulistas de la población que ha sufrido los efectos económicos de la pandemia. “Hay una voluntad de cambio, pero explicaremos que, a veces, todo puede ir a peor, y aquí en Sudamérica tenemos los ejemplos con los gobiernos de izquierdas de Chile, Colombia, Argentina y Venezuela”, ha afirmado el actual presidente.