¿La luna de miel entre Trump y Putin debería preocupar a China?
El acercamiento de EEUU a Rusia puede perjudicar a Xi Jinping, pero también puede hacer realidad su deseo de acabar con el actual orden mundial
PekínChina asiste como invitado de piedra al cortejo de Donald Trump con Vladímir Putin. El giro que ha dado Donald Trump a la política exterior estadounidense lanzándose a estrechar relaciones con Rusia y tensando los lazos con sus aliados tradicionales, como la Unión Europea y también Ucrania, despierta dudas sobre el papel que puede jugar el gigante asiático.
La decisión de Washington de restablecer a toda velocidad los lazos con Rusia ha sacudido las relaciones internacionales. Donald Trump no sólo está dispuesto a negociar directamente con Putin el fin de la guerra de Ucrania, aceptando la mayoría de las peticiones rusas, sino que también apuesta por normalizar las relaciones con su eterno enemigo. El objetivo incluye sacar a Putin del ostracismo internacional, llegar a acuerdos comerciales y levantar las sanciones sobre Rusia.
Entre los intereses de Trump se incluiría debilitar los vínculos China-Rusia formalizados con una declaración de "alianza sin límites" entre ambos países a principios de 2022. El propio secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, ha reconocido la postura estadounidense en una entrevista en el medio conservador Breitbart News. Rubio criticaba que "los rusos se han vuelto cada vez más dependientes de los chinos" y aseguraba que esto no era bueno, ya que ambos países son potencias nucleares.
Varios analistas han hecho comparaciones entre la decisión de Trump de acercarse a Putin con la política llevada a cabo por Kissinger y Nixon. En los años setenta y en plena Guerra Fría el presidente Nixon estableció relaciones con China de forma sorprendente en un movimiento que pretendía debilitar a la Unión Soviética fomentando las distancias entre Moscú y Pekín.
Pero tanto Pekín como Moscú se han apresurado a mostrar públicamente su firme alianza. Desde China se ha asegurado que cualquier intento de separar a ambos países está condenado al fracaso. El jueves el portavoz del ministerio de Asuntos Exteriores chino Lin Jian afirmó que "es totalmente inútil que la parte norteamericana siembra discordia en las relaciones entre chinos y rusos" y señaló que las estrategias y alianzas de ambos países son a largo plazo.
Aunque Donald Trump quiera aprovechar la química que tiene con Vladímir Putin, es difícil que logre resquebrajar la unión entre Moscú y Pekín.
A Estados Unidos les preocupa la expansión comercial de China por Asia central y que desarrolle una alianza euroasiática con Rusia. Washington preferiría que el petróleo ruso dejara de fluir hacia China para lastrar su crecimiento. También quiere combatir los acuerdos de Pekín con terceros países del Sur Global para utilizar el yuan como moneda de referencia en las transacciones comerciales en vez del dólar. Las sanciones impuestas a Rusia han favorecido que Moscú y Pekín utilicen la moneda china.
La división de China y Rusia también debilitaría al grupo de los BRICS que se ha ido ampliando y fortaleciendo económicamente. En el futuro los BRICS pueden convertirse en un contrapeso a los intereses estadounidenses.
A China también le interesa un acuerdo de paz en favor de Putin
Pero es difícil que Estados Unidos consiga marginar a Xi Jinping. China ha sido el principal apoyo de Moscú desde la invasión de Ucrania, que nunca ha condenado. Su ayuda económica fue vital para Putin. Asimismo, fue una buena inversión, ya que la debilidad de Moscú le permitió comprar gas y petróleo barato y aprovecharse de las sanciones por inundar el mercado ruso con sus manufacturas.
A Xi Jinping le interesa un acuerdo de paz en Ucrania que beneficie a Putin y deje debilitada a la Unión Europea, ya que así será más receptiva a sus prácticas comerciales. Especialmente, a China le gusta un acuerdo que no diferencie entre invasores e invadidos, tal y como proponía en su plan de paz.
Al contrario que en los años setenta, ahora China y Rusia no tienen ninguna gran diferencia y les une el interés por crear un nuevo equilibrio de poderes mundial. Xi Jinping y Vladimir Putin comparten una concepción del poder y una estrategia a largo plazo para sus países. Y ambos son conscientes de que, al contrario que ambos, el poder de Donald Trump tiene fecha de caducidad.
Cuando Trump encauce el fin de la guerra en Ucrania y sostenga el control de Israel sobre Gaza, se espera que centre sus intereses en Asia-Pacífico y en China, su principal competidor. En Pekín permanecen a la espera de que Trump apueste por una escalada de la guerra comercial. Por el momento, el presidente estadounidense se mostró cauto y se limitó a dar grandes titulares. Ha impuesto aranceles, aunque más bajos que los prometidos durante la campaña electoral, al tiempo que ha hecho concesiones como revertir la prohibición de TikTok.
Habría que ver si Xi Jinping está preocupado o simplemente se mantiene expectante, a la espera de que sea el propio Trump, con ayuda de socios como Putin o Netanyahu, que haga realidad sus deseos de acabar con el actual orden mundial.