¿Cómo restaurar el edificio democrático?

Analizamos cómo se redemocratiza la democracia de la mano de cinco analistas políticos

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Com restaurar  l’edifici democràtic? “Sense perspectiva de futur no hi ha llibertat”  “Calen jutges amb consciència democrà-tica i mitjans plurals”  “Necessitem líders que aportin solucions tangibles”  “L’amenaça és en el declivi de l’educació democràtica” “Una espurna pot tornar a incendiar  un terreny adobat”

Analizamos los factores que explican el asalto al Capitolio, nos preguntamos si podría pasar lo mismo aquí y, sobre todo, intentamos responder a la pregunta de cómo se puede restaurar el edificio democrático. Para hacerlo, hemos trasladado las siguientes tres preguntas a cinco analistas políticos:

1. ¿Por qué ha tenido lugar el asalto al Capitolio? ¿Qué fenómenos políticos y sociales son sus desencadenantes?

2. ¿Podría pasar lo mismo en nuestro país? ¿Existe en Europa, España y Catalunya el sustrato que lo haga posible?

3. ¿Cómo redemocratitzar la democracia? ¿Qué herramientas hay que fortalecer, crear o innovar?

“Sin perspectiva de futuro no hay libertad”

Judit Carrera, directora del CCCB

1.El asalto al Capitolio instigado por Trump y el voto de más de cien congresistas contra la certificación del presidente electo Joe Biden son una consecuencia directa de un mandato marcado por "la mentira organizada a la luz" (Hannah Arendt). La personalidad narcisista, nihilista y tiránica de Trump se inscribe en la semilla plantada desde hace décadas por la extrema derecha en el seno del Partido Republicano, que acusa al Partido Demócrata de ilegítimo y de amenaza existencial. Los actos de estos días profundizan la división racial fundacional de Estados Unidos y las heridas abiertas de la guerra civil. Esta deriva autoritaria se ha visto favorecida por la desaparición de la prensa local, tan importante en democracia, y por un nuevo ecosistema mediático capitaneado por Murdoch que instiga el odio, el racismo y la mentira y encuentra en las redes sociales su principal megáfono.

2.El asalto a instituciones representativas ya se ha producido en países europeos como Hungría, Polonia, Alemania o Holanda, y es un reflejo del aumento de la extrema derecha y de la crisis de los derechos y libertades fundamentales en todo el continente, también en nuestro país. Con las especificidades propias de cada país, el autoritarismo nace del miedo, el racismo y la crisis económica, y se define por la exhibición orgullosa del odio y la negación del futuro. La entrada de la extrema derecha a los Parlamentos y los medios altera profundamente los términos del debate público y supone un ataque frontal a la democracia liberal.

3.Sin perspectiva de futuro no hay libertad. Por ello es necesario que, a derecha e izquierda, se articulen nuevos horizontes de futuro con capacidad movilizadora que reposen en la imaginación política y el respeto escrupuloso a los hechos y a los principios de la democracia liberal. Defender la democracia pasa también por fortalecer la esfera pública y aquellos espacios intermedios capaces de articular la sociedad civil y de promover el pensamiento crítico y la percepción de mundo compartido, como los medios de comunicación, la escuela o los espacios culturales. Es fundamental contribuir desde todas las esferas a la mejora de la calidad del discurso público.

“Hacen falta jueces con conciencia democrática y medios plurales”

Andreu Mas-Colell, economista

1.El fenómeno social significativo es que un Trump fuera elegido hace cuatro años, y aún más que quedara tan cerca de repetir hace dos meses. Dentro del espectáculo del Capitolio solo hay una actuación muy negligente de la policía a cargo de su protección. El nombramiento de Biden no estuvo en peligro. Los jueces ya habían certificado la limpieza de las elecciones y las fuerzas armadas ya habían dejado claro que eran ajenas a cualquier pretensión golpista. El intento subversivo de Trump había fracasado. Ahora convendría que el Partido Demócrata, beneficiario de la otra noticia de la semana -la victoria de los senadores de Georgia-, se mantenga unido, y que el Partido Republicano, en cambio, perciba que su futuro pasa por combatir el trumpismo. Ninguna de las dos cosas está asegurada.

2.En el continente donde el totalitarismo llegó al poder por la vía de las elecciones democráticas, no podemos decir que aquí no podría pasar. Hay muchos estados en Europa y muchas circunstancias particulares.

3.No se trata de re-democratizar: la democracia no se ha perdido en Europa. Pero sí hay que trabajar para fortalecerla y garantizarla. Y aquí la experiencia de EE.UU. nos sirve. La democracia se ha demostrado muy sólida: los jueces estadounidenses, muchos de ellos muy conservadores y un buen número de ellos nombrados por el propio Trump, han sabido poner las leyes por encima del talante político personal, y el cuarto poder, los medios de comunicación, ha sido lo suficientemente plural como para garantizar que la información llegara a todo el mundo y que el debate público existiera y fuera muy vivo. Pues es lo que se tiene que mantener en Europa: jueces con conciencia profesional y democrática, y unos medios de calidad y plurales. Por cierto: a diferencia de los Estados Unidos, en la UE esto último exige financiación pública, dentro de un marco de garantías de neutralidad política en su concesión. Entonces quizás tendremos de vez en cuando elecciones que produzcan Trumps, pero la opción de expulsarlos por el mismo procedimiento no desaparecerá y, seamos optimistas, se ejercerá cuando sea necesario.

“Necesitamos líderes que aporten soluciones tangibles”

Montserrat Tura, médica, ensayista y ex 'consellera'

1.El fanatismo, el fanatismo egoísta insuflado sobre la frustración y la decepción, puede transformarse en ira. El fanatismo no está dispuesto a cambiar de opinión y no escuchará ninguna reflexión que lo aparte de lo que recibe en su burbuja de información. Los asaltantes están contra la libertad de prensa (¡pobre Lincoln!) porque deberían enfrentarse a la posibilidad de aceptar que hay más de una opinión. Trump les ha dado la razón: la culpa de todas sus frustraciones era de otros -de los burócratas, de los inmigrantes, de la competencia del libre mercado-, y haciendo culpables a los otros te liberas de cualquier responsabilidad. Trump representa todo lo que critica y ha vivido toda la vida perdiendo el respecto a los perdedores. El Tea Party, los Proud Boys, los Oath Keepers... han sembrado su semilla durante años. Pero en democracia a veces ganan los demás y hay que respetarlos.

2.Los Estados Unidos no son Europa: no podemos hacer paralelismos fáciles. Hay muchas Américas en EE.UU. El gobierno federal, la Casa Blanca, son una estructura poderosa en una ciudad que fue creada para ubicar el poder político; Europa está hecha de estados pequeños y de historias antiguas.

Ahora bien, la política de baja calidad que prefiere sumarse a la queja en lugar de empeñarse en entender y mejorar los desequilibrios también está presente en Europa y en nuestro país. Igual que el fanatismo de la opinión única. La búsqueda de problemas externos, en lugar de construir estructuras innovadoras que profundicen democracias siempre imperfectas, también está aquí entre nosotros. Nigel Farage lo hizo: destruyó, impregnó y se fue.

3.La respuesta es haciendo mejor política, con más implicación de la población en la construcción de nuevos modelos. La reaceptación de la democracia representativa. Para que esto sea posible es necesaria una revolución ética, una sinceridad genuina y perceptible, no fabricada ni autoproclamada.

Quien quiera ejercer liderazgo social y político, que demuestre su capacidad de resolver los complejos y gravísimos problemas con soluciones tangibles y consistentes, no con proclamas fáciles. La cohesión de sociedades cada vez más diversas es el objetivo; sin cohesión no hay interés general ni bien común, solo hay intereses grupales. La cohesión necesita solidaridad y políticas fiscales propias de un mundo de economía global y de consumo virtual.

También hace falta un discurso sereno, realista y riguroso sobre la seguridad pública y las fuerzas armadas. Si no lo hacen las fuerzas democráticas, otras alimentarán la rabia.

“La amenaza está en el declive de la educación democrática”

Ramin Jahanbegloo, filósofo

1.Dejando de lado por un momento la naturaleza populista de la presidencia de Trump y la mentalidad conspiranoica de muchos de los que votaron, hay que prestar atención a la tradición de la ciudadanía estadounidense tanto en un sentido negativo como en uno positivo. El negativo podemos encontrarlo en el filme Fury, de Fritz Lang, en el que una multitud violenta busca desestabilizar las instituciones, como vimos el miércoles. El positivo, el de la desobediencia civil de Henry David Thoreau y Martin Luther King, puede encontrarse en películas de Frank Capra como Mr. Smith goes to Washington. Tocqueville tenía razón: la norteamericana es una sociedad democrática con aspectos no democráticos. Y el tumultuario es el más importante. Las multitudes del miércoles son las mismas que hace 50 años creían que era bueno linchar a estadounidenses negros.

2.En cualquier democracia occidental podría pasar lo mismo. En el siglo XXI el enemigo está en casa, como el populismo en Hungría. Es fácil reconocer una amenaza externa como el yihadismo, pero la amenaza interior hay que ir a buscarla en el declive de la educación democrática. La democracia es un espíritu noble que no se puede imponer, sino que los ciudadanos tienen que aprender y practicar. La educación cívica y libre, lo que los griegos llamaban paideia, es una herramienta política de la democracia y no un elemento más del estado del bienestar.

3.Lo que constituye una democracia es su capacidad de interrogarse a sí misma. Si dejamos de preguntarnos cuál debe ser la reacción de los estados europeos ante los refugiados que mueren en el mar, o por qué la policía mata a un ciudadano no blanco, o por qué pega a personas mayores que quieren votar en un referéndum en Barcelona, hay una fallo de la virtud democrática. En la base de la democracia hay un sentido de responsabilidad común que nace como rechazo de lo que en nombre de la dignidad humana no podemos tolerar. La democracia no puede establecerse con unas elecciones y basta: hace falta también un énfasis en la práctica del pensamiento moral por parte de cada ciudadano.

“Una chispa puede volver a incendiar un terreno abonado”

Pol Morillas, director del Cidob

1.El asalto al Capitolio no es una movilización espontánea. Hacía semanas que grupos de extrema derecha como los Proud Boys invocaban acciones similares. Hacía años, además, que su referente político utilizaba Twitter y la presidencia para emitir mensajes de dudosas credenciales democráticas, atacar la libertad de prensa, cargar contra las minorías y la diversidad de la población estadounidense y fomentar la confrontación. Hasta el punto de que, hoy, un 70% de los votantes republicanos consideran que hubo fraude en la elección presidencial. Un 68% de los votantes republicanos no consideran el ataque al Capitolio una amenaza a la democracia, mientras que un 93% de los votantes demócratas sí. En política estadounidense, se han consolidado superidentidades ideológicas crecientemente polarizadas. La chispa del Capitolio fue un intento frustrado de toma del poder por parte de aquellos que creen representar la única opción política válida. "Es nuestra casa", gritaban. En el fondo creen, como Trump, que el Capitolio solo puede ser casa de algunos.

2.La polarización y las desigualdades, la política basada en identidades irreconciliables, el desgaste de las instituciones, la creciente influencia de la extrema derecha o la desincronización entre acontecimientos fugaces y la lentitud de la gestión y las instituciones son fenómenos de alcance global. Una chispa en tierra quemada puede volver a incendiar el terreno si sigue estando abonado. En Europa, la gran recesión de 2008 y la crisis de los refugiados de 2015 fomentaron cambios profundos en la escena política. Mientras que el episodio del Capitolio se enmarca en un cambio en la presidencia, el impacto del coronavirus vendrá acompañado de una crisis socioeconómica que derivará en una inestabilidad política mayor.

3.Paradoxalmente, al ataque al Capitolio lo siguió un episodio antagónico de normalidad institucional. De madrugada, el Congreso y el Senado validaron la victoria de Joe Biden. Redemocratizar la democracia pasa, en buena medida, por fortalecer y legitimar las instituciones que la sustentan. Sin dejar, evidentemente, que los elementos causantes de su erosión permanezcan inalterados. En las democracias occidentales, por ejemplo, la desigualdad creciente ha sido una elección política (por acción u omisión) tan real como la creación del estado del bienestar. Democracia, instituciones y acción política son una tríada que hay que preservar.

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