Primer año de reinado

Carlos III, un rey masovero que deja al hijo cualquier reforma de la Corona

Un año después de la muerte de Isabel II, el monarca no ha sacudido se ha limitado a ofrecer una imagen más cercana de sí mismo

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Carlos III

LondresPara los críticos, el primer año de reinado de Carlos III ha supuesto la confirmación de los peores temores, ya anunciados tanto por los aspavientos que hizo el día de su proclamación como nuevo monarca como durante su primera visita a Irlanda del Norte, una semana después de la muerte de su madre. Para los entusiastas de la monarquía británica, la temida transición abierta el 8 de septiembre de 2022, con el traspaso de Isabel II, ha confirmado que no había para tanto, y que los cimientos del Palacio de Buckingham siguen bien asentados sobre décadas, si no siglos, de tradición.

Pero, cuando hace ya un año que el mundo despidió "la reina del mundo" –como dijo el presidente francés, Emmanuel Macron– y cuatro meses después de que Carlos III fuera coronado rey en una decadente ceremonia disfrazada de austera, multicultural y ecuménica para evitar críticas y presuntamente adaptarse a los nuevos tiempos, ¿cuál es balance?

Toda evaluación, claro, se hace en relación con las expectativas que había, y que se fueron incubando a lo largo de los más de setenta años de espera. En 1995, en la famosa entrevista emitida por la BBC en la que Diana Spencer dijo que "en este matrimonio somos tres, y, por tanto, está demasiado lleno" –en referencia a la entonces constante presencia del amante de Carlos, Camila Parker-Bowles–, la madre del futuro rey Guillermo puso en duda la idoneidad del heredero de Isabel II para ocupar su puesto. Según las palabras de Lady Di, Carlos encontraría el trabajo demasiado "exigente" y "asfixiante".

Carlos III en Irlanda del Norte.

Desde hace un mes, el bombardeo de la prensa británica para afianzar la figura del monarca ha sido constante. Hasta tal punto que se ha llegado a asegurar, citando siempre a "amigos del monarca" que nunca se identifican, que "parece muy feliz y cómodo en su piel, algo que no siempre ha sido así". Y las mismas fuentes, u otras tampoco identificadas, sostienen que "cada vez trabaja más y se lleva trabajo al despacho todos los días después de cenar".

Más allá de eso –verosímil o solamente una construcción mediática más alrededor de la monarquía–, lo cierto es que aquellos que veían a Carlos III una figura polémica y disruptiva, que intentaría imponer desde el trono la marcada personalidad intervencionista en los asuntos públicos que demostró como príncipe, se han equivocado. Y también han errado aquellos que veían la oportunidad para una reforma a fondo de la institución.

Desde este punto de vista, Carlos más bien se ha limitado a hacer el papel de masovero, dejando cualquier tarea de mayor envergadura y más calado para su hijo Guillermo, cuando le toque tomar el relevo. Al menos, esto es lo que afirma Pauline Maclaran, especialista en la familia real británica y profesora de la Universidad Royal Holloway de Londres: "Creo que la transición ha sido mucho más suave de lo esperado. Podemos esperar pequeños cambios, pero realmente está preparando el camino para Guillermo, y me imagino que será él el auténtico modernizador de la monarquía".

Pero, en serio, ¿es posible modernizar una institución como la monarquía –la británica o cualquier otra–, que se basa en la transmisión del trono por el linaje y que, como demostró la ceremonia del 6 de mayo, basa su legitimidad en una serie de actos y rituales tan arcaicos?

La imagen de Carlos III rey en relación con la del príncipe Carlos se ha suavizado, se ha reconstruido con tonos mucho más amables, algo muy evidente cuando se observan las fotografías oficiales que hace circular el aparato mediático del palacio de Buckingham. Una vez más, como se hizo para la rehabilitación pública de la ahora reina consorte, Camila, se ha diseñado una perfecta operación de relaciones públicas que ha hecho del rey un hombre algo más humano, alejado de las extravagancias de las que algunas biografías no autorizadas se habían hecho eco: como que se cambia cinco veces al día de camisa y que las va dejando caer al suelo para que las recojan sus ayudantes. El nuevo jefe de los Windsor ni siquiera se ha dejado interpelar por las continuas apariciones en escena de su hijo pequeño, Enrique, ni las de su nuera, Meghan Markle, sean en formato libro o en formato documental de Netflix. Desde este punto de vista, ha seguido al dedillo la política de Isabel II: nunca se debe explicar nada; nunca debe quejarse por nada.

Escándalos archivados por la policía

Carlos sigue muy por detrás en relación con los índices de popularidad de la madre y también en relación con los de su heredero, Guillermo. Pero su aprobación ha experimentado un significativo aumento desde su ascensión al trono. Ahora, el 55% de los británicos tiene una opinión positiva del monarca; hace un año solamente eran el 44%. Aprobación que no ha tenido en cuenta episodios oscuros. Entre otros, la investigación, finalmente archivada por Scotland Yard, sobre la Fundación del Príncipe Carlos después de que aparecieran evidencias escritas que el trust prometía distintos honores a los donantes de fondos para la institución.

Que el primer discurso de Navidad dirigido a los ciudadanos tuviera una audiencia de 10,6 millones de personas es otro síntoma positivo, si bien en este caso probablemente responde más a la curiosidad y al deseo de compararlo con la madre que a un verdadero interés por sus palabras.

Carlos III, en todo caso, ha aparecido como un personaje mucho más accesible que cuando era príncipe. Solamente así se entiende que antes de la coronación bajara del coche a saludar y dejarse tocar por los fieles que había a lo largo de The Mall, la avenida que va del palacio de Buckingham a Trafalgar Square. Saludar y acercarse a la gente, estrechar manos y sonreír ha sido, de hecho, una constante del monarca en los numerosos viajes que ha hecho por todo el Reino Unido, y también durante el que hizo a Alemania, a finales de marzo. "Carlos es más consciente [que su madre] de que estas cosas deben hacerse", dice Jonathan Spangler, profesor de historia en la Universidad Metropolitana de Manchester.

Por su parte, Anna Whitelock, historiadora de la monarquía, sostiene que no ha habido "ningún error importante", pero tampoco "ningún momento definitorio" del año de reinado. "Queda, sin embargo, saber cómo se resolverán algunas grandes preguntas: entre otras, qué dirá [si dice algo] en relación con la demanda de disculpas por el pasado colonial de la Corona" o también qué ocurrirá con asuntos como las exenciones de impuestos de los que se beneficia la familia real.

Aquellos que temían un hundimiento de la monarquía no deben temer nada. Y aquellos que lo querían, como Graham Smith, fundador y alma del movimiento Republic, deben contentarse con manifestaciones de protesta, como la que tendrá lugar el 7 de noviembre, con motivo de la apertura oficial del año parlamentario. Manifestaciones, por su parte, muy reprimidas por Scotland Yard y otras fuerzas policiales del país.

En declaraciones al ARA, Smith asegura que "la monarquía está perdiendo rápidamente el apoyo público y cada vez es más poco probable que los menores de 40 años la apoyen". Sin embargo, sus palabras son de parte y no necesariamente exactas. Lo cierto es que la encuesta más reciente sobre la Corona, de YouGov, muestra que el 62% de los británicos siguen apoyando a la monarquía, frente al 26% que se muestran en contra. Se pueden realizar otras lecturas, aislando algunos datos, como que un tercio de los ciudadanos tienen una visión muy negativa (16%) o bastante negativa (17%) de la familia real, lo que supone un ligero aumento en relación con el pasado año. Pero tanto ahora como en los próximos años, los partidarios de la república están muy lejos de conseguir sus objetivos.

Un año después de la muerte de Isabel II, la monarquía británica goza de una mala salud de hierro. Contra todo pronóstico, el masovero no solamente ha sido coronado, sino que se ha hecho mayor y cuida del negocio familiar para su hijo y su nieto. Sin embargo, son las generaciones más jóvenes las que más alejadas están de la Corona. Por lo menos mientras no se hacen mayores.

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