Empantanados militar y geopolíticamente? La guerra tiene el invierno cerca
La pasada primavera Timothy Garton Ash alertaba de que lo que podía ocurrir en verano y en otoño sería decisivo en el desenlace de la guerra de Ucrania. El profesor británico venía a decir que si el riesgo que supone la contraofensiva ucraniana no fuera asumido con contundencia por los aliados occidentales y se llegase en invierno a estar empantanados militar y geopolíticamente, Putin se frotaría las manos. Pues bien, el invierno está muy cerca y algunas de las alertas de Garton Ash se estarían cumpliendo.
Polonia, uno de los aliados occidentales estratégicos, insinúa que podría desdecirse de los compromisos con Ucrania por cuestiones de competencia comercial (agrícola). Y también –aunque no lo menciona– por cuestiones electorales: los ultranacionalistas polacos en el gobierno se la juegan en las elecciones del 15 de octubre. Quien también se la juega en las urnas es Joe Biden ante la posibilidad del regreso de Donald Trump, pese a tener por delante un juicio en el que podría ser condenado por el asalto al Capitolio. Una auténtica pesadilla para EEUU, la OTAN, la UE y lógicamente para Ucrania, porque Trump presidente –en la Casa Blanca o en la cárcel– representaría un balón de oxígeno para Putin. Por eso Biden, tras enviar a Kiev los aviones F16, se arriesga ahora –no sin pesar– a hacer llegar ATACMS, los misiles cargados de bombas de racimo. Una escalada muy apresurada porque la contraofensiva ha ido más despacio de lo previsto y que, tal vez por eso, intensifica los ataques ucranianos que provocan la fulminante respuesta rusa.
¿Están a punto de llegar Rusia y Ucrania a un punto de no retorno, ese en el que ninguno de los dos beligerantes es capaz de imponerse al otro y, por tanto, lo que se impone es poner sobre la mesa las piezas de un armisticio? ¿Tiene padrinos la idea? ¿Hasta qué punto uno de ellos sería Stian Jenssen, jefe de gabinete del secretario de la OTAN Jens Stoltenberg, que el 15 de agosto, como quien no quiere la cosa, dejó ir que Ucrania podría "renunciar a una parte de su territorio" a cambio de la paz y la entrada en la OTAN? El comentario de Stian Jenssen fue descalificado por Stoltenberg, pero a nadie le pasa por alto que un responsable de gabinete no hace declaraciones de ese peso político sin que lo sepa el jefe directo, el hombre que técnicamente encabeza el frente aliado.
La otra posibilidad de acabar la guerra sería un clásico: un descalabro del régimen de Putin. Hay que preguntarse hasta qué punto la rebelión de Wagner contra el Kremlin a principios de verano respondía a una conspiración, cuyas coordenadas no se han extinguido a pesar de la eliminación física del líder Yevgueni Prigozhin. ¿Están bien controlados todos los mercenarios de Wagner, África o Bielorrusia?
No hay nada claro. Y mientras medios de comunicación europeos se resignan a creer que la derrota de Prigozhin constata el fortalecimiento del Kremlin, hay investigaciones, como la del periodista búlgaro Hristo Grozev, que pronostican un nuevo golpe contra Putin, cuyo detonante sería una operación de Wagner. Grozev, que estudió a fondo el abatimiento en el 2014 del vuelo de Malaysia Airlines en el que murieron 298 personas cuando sobrevolaba la zona de Ucrania bajo control ruso, es miembro de Bellingcat, una web especializada en verificar desastres violentos aparentemente accidentales. Lógicamente, el periodista Hristo Grozev vive peligrosamente, medio escondido, porque se sabe en el punto de mira de los servicios de inteligencia rusos.