Europa, sin triunfos ante el juego de Trump y Putin
Se enfría el efecto de la reunión de Washington y continúa la falta de concreción sobre las garantías de seguridad para Kiiv
LondresEl pasado lunes, la Casa Blanca emitió en estríming casi 26 minutos del encuentro entre el presidente Donald Trump y los líderes europeos más el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, que acompañaron a Volodímir Zelenski a su cita con el magnate después de la cumbre de Alaska con Vladímir Putin. El objetivo era que todo esto no acabara como el rosario de la aurora. Es decir, como la reunión de febrero, cuando el presidente ucraniano fue invitado a marcharse con la cola entre piernas después de la humillación del Despacho Oval. Y también para evitar que Kiiv se viera forzado a aceptar unas condiciones de paz en los términos que establece el Kremlin.
Si se repasan con cuidado sus palabras introductorias, Trump concibió el encuentro, en parte, como un espectáculo destinado a su agrandamiento. De entrada, hizo autorreferencias constantes en su misma figura: "Es un gran honor…", "He hablado indirectamente con el presidente Putin… le llamaremos después...", "Estoy seguro de que tendremos una reunión sólida, quizás una gran reunión"... El énfasis de su discurso no fue el proceso de paz, sino él mismo como protagonista. Hasta el punto de ubicarse a la altura de hechos históricos. "Desde la Segunda Guerra Mundial, ¿ha habido algo parecido?", llegó a decir.
Habló también de su experiencia como pacificador de guerras. Las actuales –"seis o así"– y las que vendrán. Y dedicó mucha palabrería a elogiar a los líderes presentes, a veces con un tono casi frívolo: "Tienes muy buen aspecto con tu bronceado, yo ya lo querría, debes ser más poderoso que todos estos", le dijo al canciller alemán Friedrich Merz, mientras el resto de líderes –Emmanuel Macron (Francia), Keir Ursula von der Leyen (Comisión Europea), Alexander Stubb (Finlandia), el propio Zelenski y Mark Rutte–, le reían la gracia o lo hacían ver. Todo ello reforzaba la imagen de una diplomacia basada en simpatías y relaciones personales que Trump cree que controla con maestría.
Lo preocupante para Europa desde el punto de vista político y militar es la poca concreción en relación con las garantías de seguridad para Ucrania que Zelenski tanto necesita. Al día siguiente de la reunión, Trump pasó de no descartar tropas estadounidenses en Ucrania a negarlo y sugerir sólo cobertura aérea. Y el miércoles por la noche, el vicepresidente JD Vance reiteraba en la cadena Fox que Europa "tendrá que soportar la mayor parte de la carga".
Los europeos, frente a las cámaras, no contradijeron a Trump. Al contrario. En total, hasta dieciséis veces, con fórmulas distintas, le expresaron gratitud y reconocimiento por su papel de mediador: sobre todo Zelenski, Starmer y Rutte.
Macron y Merz hablaron de la necesidad de una tregua, y el canciller alemán advirtió de que "los próximos pasos son los más complicados". Merz tenía razón. Los próximos pasos son los más complicados. Y Trump juega constantemente en la ambigüedad de lo que hará exactamente y por qué. En este punto, la directora del programa de Rusia y Eurasia de la Chatham House de Londres, Orisia Lutzevich, considera que el presidente de Estados Unidos "está presionando para realizar una reunión bilateral entre Putin y Zelenski, al menos en parte con la esperanza de conseguir una nominación al premio Nobel de la Paz".
Moscú, sin embargo, sigue sin dar el visto bueno a la reunión, bilateral o trilateral. Y este mismo viernes, una vez más, el ministro de Exteriores, Sergei Lavrov, ha rechazado la idea: "No está nada listo; no hay ninguna reunión prevista", ha dicho. Por el contrario, Rusia bombardea aún con más ensañamiento a Ucrania, incluso al occidente del país, con una demostración de fuerza como la de la madrugada del jueves, cuando lanzó 40 misiles y 574 drones.
Un ataque que abre serias dudas sobre la voluntad de negociar nada del Kremlin. O de aceptar algo que no sean los planteamientos que ya llevó a las embrionarias conversaciones de paz en Turquía en el 2022, poco después de iniciar la invasión. Aquel planteamiento exigía neutralidad permanente a Ucrania y renuncia explícita a la OTAN a cambio de huelgas promesas de seguridad de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, incluida la propia Rusia. La propuesta, rechazada por Kiiv, es todavía hoy la única base que Moscú repite, con el objetivo de congelar la línea del frente y consolidar los territorios ocupados.
Un sapo inasumible por Moscú
La Unión Europea sabe que un paso atrás en Ucrania podría tener efectos devastadores: pondría en riesgo los tres estados bálticos, aumentaría la presión sobre Georgia y erosionaría la credibilidad de un continente que depende militarmente de EE.UU. Bruselas es consciente de que no dispone de una defensa propia –por eso su carrera armamentística– capaz de garantizar una respuesta inmediata en caso de escalada rusa. La OTAN sigue siendo imprescindible, pero con un Trump imprevisible en la Casa Blanca –este jueves ha invitado al ejército ucraniano a atacar a Rusia en una publicación en su red social–, los europeos vuelven a enfrentarse a su vieja contradicción: aspiran a la autonomía estratégica, que Macron tanto dice que es necesario, pero no tienen ni la.
Además, aunque el viernes Rutte y Zelenski ha vuelto a discutir en Kiiv sobre cuáles son las garantías de seguridad necesarias en Ucrania, veinticuatro horas antes, el omnipresente Lavrov recordaba que la presencia de tropas occidentales en Ucrania es inasumible para el Kremlin. La prensa estadounidense ha informado que el jefe de la diplomacia de Estados Unidos, Marco Rubio, liderará en los próximos diez días una serie de discusiones para hilvanarlas, pero la falta de concreción es alarmante y la determinación rusa a no tragar el sapo, también.
El analista Orisia Lutzevich advierte, sin embargo, que lo que Ucrania necesita no es sólo el apoyo político que ya tiene, sino un mecanismo operativo que responda inmediatamente en caso de un nuevo ataque. "Como Rusia es un estado nuclear, la protección de la seguridad ucraniana debe incluir otras potencias nucleares", subraya.
En todo caso, la ambición personal de Trump por pasar a la posteridad con el citado Nobel o una posible nominación choca con la realidad: Moscú no tiene ningún incentivo para ofrecer concesiones que vayan más allá de la sumisión ucraniana. ¿Apostará finalmente Trump por presionar a Putin? Muchos analistas consideran que el presidente de Estados Unidos quiere tenerlo por su parte para, después, empezar el embate estratégico contra China. Así, la respuesta más probable a la pregunta no es. Mientras, Europa alaba a Donald Trump, la Casa Blanca impone aranceles en todo el mundo y en Ucrania la guerra continúa. Alaska fue un espejismo y Bruselas y Londres eran conscientes de ello a pesar del espectáculo de Washington. Putin y Trump han dejado a Europa sin unos triunfos que nunca ha tenido.