La extrema derecha europea, expectante ante la sucesión del papa Francisco

Un nuevo pontífice conservador podría reforzar la base de los partidos ultras, que ponen uno de los acentos en la guerra cultural 'antiwoke'

El papa con dos criaturas refugiadas este domingo a Lesbos.
22/04/2025
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LondresEn uno de los momentos claves de la tercera parte deEl Padrino (1990), de Francis Ford Coppola, el cardenal Lamberto pronuncia una frase que, más o menos, resume el debate al que se enfrenta el Vaticano cada vez que muere el ocupante de la silla de San Pedro. "This pope has very different ideas. He's going to clean house" ("Este papa tiene unas ideas muy diferentes. Tiene la intención de poner orden y limpiar la casa").

En el contexto de la película, la expresión "to clean house" es una metáfora que debe leerse como martillo contra la corrupción, intencionalidad de purgar en una institución con 2.000 años de historia y renovar sus mecanismos de poder. Sin duda, una tarea propia de Dios, más que de los hombres. Lamberto, reformista, al menos en lo que se refiere a los asuntos materiales de la Santa Sede, tendrá un mal final. Como el propio papa al que sustituye y al que se refiere con dicha frase, en un guiño a la misteriosa muerte de Juan Pablo I (1978), después de treinta y tres días como pontífice.

En las circunstancias geopolíticas actuales, la muerte de Francisco, el papa que llegó desde el fin del mundo to clean house, podría aprovecharse bien para continuar las reformas –de los asuntos materiales, pero también doctrinales, que no ha tocado– empresas por Jorge Mario Bergoglio, bien para dar un golpe de timón y realizar un viraje de 180 grados.

Las reformas de Bergoglio intentaban asear a una Iglesia que, en el momento de su elección (2013), estaba avergonzada y desquiciada por la revelación de secretos papales de su predecesor, Benedicto XVI, hecha por el mayordomo papal en un libro que los detallaba con eres y tío y, celos, intrigas y luchas entre facciones. Todo ello muy en consonancia con la imagen que transmite el thriller Cónclave, de Robert Harris, convertido en oscarizada película ese mismo año.

Rotura o continuidad

Francisco también limpió otras manchas que se le resistieron a Benedicto XVI. Por ejemplo: la readmisión a la Iglesia de un obispo que negaba el Holocausto (el británico Richard Williamson, finalmente excomulgado por el argentino en el 2015), la evidencia creciente de corrupción en el Banco del Vaticano, los miles de casos de abusos sexuales en todo el mundo cometidos por clérigos en el cono, generada con la traducción del Nuevo Misal Romano al inglés.

Muy básicamente, las reformas de Francisco podrían resumirse al abrir la Iglesia a los pobres y los marginados, abordar las desigualdades globales, dar voz a los que no tienen y poner el foco en aquellos que viven en la periferia. La acogida de los homosexuales y de los trans –“cualquier persona es hijo de Dios; Dios no rechaza a nadie”, dijo Francisco refiriéndose a ella–, la apertura de las puertas del Vaticano a las mujeres, tímida todavía, y su preocupación por los males del neoliberalismo y la salud de la Tierra son otros elementos fundamentales de su legado.

¿Perdurará? ¿Profundizará el sucesor? ¿Seguirá el futuro papa considerando a los migrantes como los más desvalidos entre los desvalidos? ¿O tal vez sea la ola reaccionaria y antiinmigratoria la que, como uno fantasma que recorre Europa y el mundo, impondrá su agenda?

Alguien que se ha ocupado de estudiar la relación entre la extrema derecha europea y la religión es Nicholas Morieson, profesor de la Universidad Católica de Melbourne. Habla en el libro Religión y el Populista Radical Right, donde asegura que muchos partidos populistas de derecha radical en Europa occidental instrumentalizan el cristianismo no como un "compromiso religioso genuino", sino como una "herramienta de política identitaria". Estos partidos, sostiene el profesor, invocan la identidad y la herencia cristiana no por devoción religiosa, sino por definir y defender una "identidad culturalmente exclusiva", principalmente contra el islam y la inmigración. El cristianismo se redefine así como un "factor cultural de la identidad occidental o europea, más que como un sistema espiritual o teológico".

Un claro ejemplo de ello sería el comentario que este lunes hizo en la red X Sílvia Orriols, la alcaldesa de Ripoll y líder de Aliança Catalana, en relación con Francisco, al que acusó de "promover y aplaudir la islamización de Europa vía la inmigración desenfrenada". Francisco la llamaría "infiltrada", como dijo de aquellos que, desde la Iglesia, demonizan a los demás. La lectura, este martes, de algunos editoriales de la prensa más reaccionaria de España, desde La Razón hasta Libertad digital, o el muy breve mensaje de despedida de Santiago Abascal, líder de Vox, muestran que Francisco no era de su cuerda: ni en economía, ni, sin embargo, en valores éticos, morales y religiosos.

Batalla ideológica

Las democracias iliberales de la Europa del Este –como la Hungría de Viktor Orbán, que combate los derechos LGBTI– han puesto de relieve la relación entre los valores religiosos conservadores y sus postulados. El politólogo Martin Steven, de la Universidad de Lancaster (Reino Unido), lo ha examinado en grupos como el de Conservadores y Reformistas Europeos (ECR), de la Eurocámara, que se ha convertido en una voz importante para difundir la ideología religiosa más retrógrada dentro de la Unión. La cara más conocida de esta órbita es la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, aunque ahora pasa por moderada. En especial junto al citado Orbán o de Mateusz Morawiecki, ex primer ministro de Polonia por Ley y Justicia.

Un nuevo papa conservador –como Juan Pablo II o Benedicto XVI– podría tener un gran eco en los valores tradicionales que pregonan partidos como Hermanos de Italia, Vox, el polaco Ley y Justicia, el Reagrupamiento Nacional de Le Pen o el Fidesz húngaro, reforzando sus bases y atacando valores cristianos woke.

Pero la Iglesia no es monolítica, ni menos aún lo son los fieles. Y pese a algunas intransigencias rotundas en las que Francisco nunca fue permeable –el debate sobre el aborto, por ejemplo–, el mensaje sencillo y no excluyente del argentino puede haber calado en sectores sociales europeos que no se sientan llamados por las consignas ultras de dichos grupos. La batalla ideológica, que es también geopolítica, y que se libra mucho en las redes, vivirá un nuevo asalto tras las puertas de la Capilla Sixtina. Entonces el mundo sabrá quién y cómo pondrá orden en el Vaticano en los próximos años.

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