Fiestas en el 'beach club' y turistas muertos por minas marinas en Odessa
Los rusos disparan desde el otro lado del mar Negro contra esta ciudad histórica y estratégica de Ucrania
Enviado especial a Odesa (Ucrania)Los beach club de la playa de Odessa están llenos de turistas bebiendo Aperol, pero un cartel enorme te recuerda que estás en guerra.
"En caso de que suene la alarma antiaérea, está prohibido bañarse en el mar. En caso necesario, hay que ir al refugio y hacer caso a las indicaciones de los socorristas". Los aullidos de la sirena que avisan de la llegada de bombas rusas suenan casi todos los días.
Una DJ hace sonar música electrónica desde una cabina con vistas y la gente baila alrededor de una piscina, pero el cartel insiste en que estás en guerra.
"En caso de detectar un objeto sospechoso en el mar, mantenga la calma. No toque ni mueva el objeto sospechoso, aléjese inmediatamente del objeto al menos 100 metros y avise a los socorristas". Hay imágenes de los objetos sospechosos: son minas marinas. Desde principios de agosto, tres turistas han explotado mientras se bañaban en el mar.
Bienvenidos a Odessa, paraíso turístico del mar Negro. Bienvenidos a Odesa, paraíso en guerra. Bienvenidos a Odessa, paraíso ucraniano anhelado por Vladimir Putin. La guerra también son contrastes. Odessa es un gran contraste.
En invierno del 2022, las tropas rusas avanzaban con contundencia desde Kherson hacia Odessa. Los habitantes de esta ciudad histórica temían una ocupación inminente por tierra y por mar. Pero el ejército ucraniano cerró el paso de los hombres del Kremlin a Mikolaiv, a unos 130 kilómetros de Odessa y, desde allí, protagonizó la mayor reconquista de toda la guerra: los soldados ucranianos recuperaron a Kherson y situaron el frente al otro lado del río Dnipró. El mapa de guerra sigue así en este flanco. Desde entonces, Odesa es víctima habitual de los ataques de Moscú. Las tropas rusas están al otro lado del mar y disparan con nitidez desde la península de Crimea, ocupada por Putin desde el 2014.
"Podemos decir que Ucrania está ganando la guerra del mar Negro. Al principio de la invasión, veíamos a los buques de guerra rusos en el horizonte. Ahora se han visto forzados a esconderlos al otro lado de Crimea, por miedo a que les hundamos", dice Dmitró Pletenchuk, portavoz de la mar. Habla desde un parque en el centro de Odessa. Niños juegan encima de un monumento recientemente estrenado: es en honor a los soldados caídos desde el inicio de la invasión rusa."A los que han muerto por Ucrania", se lee en letras doradas sobre mármol negro. Los que han muerto por Ucrania son muchos. Tantos, que no se pueden contar.
—¿Le da miedo que los barcos rusos vuelvan a amenazar cuando desembarquen en Odessa?
—No. No lo harían sin el apoyo terrestre, y nuestros chicos están haciendo un trabajo excepcional en el frente de Kherson para mantener la línea defensiva. Además, tenemos la situación en el mar Negro estabilizada, aunque ellos controlan la mayoría de agua.
—Rusia bombardea a menudo Odessa.
—Odessa es como si estuviera en la frente: los rusos nos disparan desde el otro lado del mar, desde Crimea.
—¿Qué necesita para ganar la guerra?
—Apoyo militar estable de los líderes del mundo. No pedimos que luchen por nosotros, aunque nosotros estamos luchando por toda Europa, pero sí necesitamos más ayuda, más armamento.
—¿Qué pasaría si Ucrania perdiera esta guerra?
—Que Ucrania, controlada por Rusia, atacaría mañana a otros países de Europa. El mundo debe entender que las demandas rusas no terminarán nunca.
Los niños siguen jugando encima de los nombres de los héroes caídos. Pienso si la estampa molestaría a los que han muerto por Ucrania. Un soldado me decía esta semana que la imagen que más le había impresionado desde que lucha en la frente era ver niños haciéndoles el saludo militar cuando pasaban con los vehículos militares por sus pueblos de Donetsk. Son niños en guerra. Luchan por ellos. Le hago una última pregunta al portavoz de la marina ucraniana.
—¿Es seguro bañarse en la playa de Odessa?
—Sí, lo único que si ves algún objeto sospechoso, es mejor que no lo toques. Si es una mina, llegarás a Barcelona antes de tiempo.
No veo minas, pero sí medusas en una de las playas principales de Odessa. Son pequeñas, transparentes. Me aseguran que éstas no pican. Las medusas se dejan llevar por la corriente marina: van y vienen, como si bailaran a ritmo de ola. Quizás vienen del otro lado del mar y ayer estaban bailando con el enemigo. El agua está fría. El agua está llena de gente bañándose. Todavía hay más gente en la arena: unos chicos juegan a voley, unas chicas se hacen selfies, cuesta encontrar tumbonas libres. Un hombre grita: vende pescado secado. En el horizonte, donde se encuentra Crimea, sólo se ve cielo azul. Y una embarcación: aalgunos barcos comerciales siguen haciendo esta ruta a pesar del riesgo de minas. Está prohibido el uso de embarcaciones civiles. Hace unos días se hizo viral un vídeo grabado en esa playa. Los bañistas aplaudían cuando las defensas antiaéreas abatían drones rusos que venían a atacar a Odessa. La guerra son contrastes.
Hay una medusa gigante en el cielo que cuelga de una grúa. Es el gran elemento de decoración del beach club de moda en Odessa. Su nombre les resultará familiar: Ibiza Beach Club. La gente come ostras y bebe champán francés mientras toma el sol. Los camareros reparten bandejas de fruta a sus clientes. Los camareros reparten shijas para fumar frente a la piscina. La música electrónica lo impregna todo: Boom, boom, boom. En una de las piscinas hay un flamenco hinchable. Y un cisne. Cataratas de agua caen sobre espaldas de clientes que se relajan. La costa de Odessa, la perla del mar Negro, está llena de beach clubs como éste. De noche, algunos mutan a discotecas al aire libre. La fiesta termina a las once. A las doce comienza el toque de queda. Es de noche cuando más castiga al Kremlin.
Inmobiliarias en guerra
El turismo internacional ha desaparecido de Ucrania. En Odessa, los turistas son ahora nacionales: vienen sobre todo de Kiiv. "Las playas ayudan a desconectar de la guerra", me decía una chica de 30 años con la que compartí viaje desde la capital. Esa noche, Kiiv, gran objetivo de la guerra psicológica del Kremlin, fue atacada con rabia imperial: 31 misiles y 600 drones mataron a 23 personas y dejaron unas sesenta heridos.
Al Myhailo y Alina, Kiiv les parecería un santuario. Están tomando el sol sobre la arena de Odessa. Tienen un niño de cuatro años. Vienen de la región de Járkov, de un pueblo a sólo veinte kilómetros del frente. Es la primera vez que salen de su localidad desde que empezó la invasión, hace tres años y medio. Habla Myhail. Conoce bien la guerra: es bombero y trabaja haciendo rescates a todo lo que el ejército ruso bombardea.
—Para nosotros, estar aquí es un placer. Venimos del infierno, aquí la vida florece, aquí podemos relajarnos.
—¿Cómo es la situación en su pueblo?
—Como decírtelo, el 60% ha sido destruido. A las ocho de la tarde ya hay toque de queda y los rusos nos bombardean todos los días, con armamento de toda clase. Y las explosiones del frente se sienten todo el rato, todo el rato.
El niño interrumpe a su padre mientras habla. El niño es la primera vez que ve el mar. A su padre le han pagado el viaje. Se alojan en un centro de salud mental para víctimas de la guerra. En unos días volverán a casa. La guerra son contrastes.
Unas toallas más allá, el paisaje es diferente.
Otra pareja, Vaisilio y Karina, vienen de una localidad cercana a la frontera de Polonia. La lógica dice que su pueblo es más seguro que Odesa. La lógica en las guerras de nada sirve. Hace unos días, un misil ruso impactó en la fábrica en la que trabajan. Era de noche y ellos no estaban allí. Putin demuestra a menudo que sus misiles pueden llegar a todas partes. Guerra psicológica. "Sabemos que Odesa es a menudo atacada, pero es nuestra primera vez aquí y nos está encantando el ambiente", dice el hombre. Les pregunto sobre negociar para terminar la guerra. Respuesta contundente: "Han muerto demasiados soldados para dar tierra alguna a los rusos".
La guerra ha hecho cambiar la geografía del país. Regiones se revaloran según la distancia que les separa del frente y la asiduidad con la que Moscú bombardea. La gente huye del Donbás, de Zaporíjia, de Járkov, de Kherson y busca techo en zonas más seguras. En Kramatorsk, en Donbás, se puede comprar un piso de dos habitaciones por menos de 10.000 dólares. Es una inversión arriesgada: las bombas se caen, los rusos avanzan. En Odessa, el precio de las viviendas está volviendo a subir y pronto recuperará el nivel previo de la guerra. En Lviv, junto a la frontera con Polonia, los precios se han disparado.
"Oh, Madre Odessa"
Odessa es una ciudad en reconstrucción. Es una reconstrucción simbólica.
Como en Ucrania, todo lo que sea ruso está desapareciendo de los mapas de la ciudad. Calles de nombre soviético se sustituyen por avenidas Europa. El ruso sigue siendo la lengua principal de los habitantes de Odessa. En 2014, cuando Moscú ocupó Crimea, muchos vecinos habrían estado encantados de formar parte del país de Putin. Por las calles se explica que el alcalde, Guennadi Trujánov, era abiertamente prorús antes del 24 de febrero del 2022. Algunos creen que lo sigue siendo, aunque su discurso cambió radicalmente cuando quedó claro que las tropas del Kremlin no llegarían a la ciudad. Las guerras acentúan las desconfianzas.
Pero la influencia rusa es evidente: el jueves por la noche, en un bar musical del paseo marítimo, la gente bailaba y cantaba Odessa mama, una canción tradicional rusa que se vincula a la Unión Soviética. La letra la podría haber escrito Putin: "Oh, Madre Odessa, eres para siempre amada por mí. Oh, Madre Odessa, ¡cómo te añoro! Oh, Madre Odessa, ¿quién te puede olvidar?".
No parece que la elección del DJ fuera por vocación política. La canción siguiente gritaba "¡Slava Ukraini!" (Gloria en Ucrania), clamor histórico convertido ahora en símbolo de la resistencia ante la invasión.
La guerra son contrastes. Odessa es un gran contraste.
El paseo marítimo está lleno de atracciones. Las atracciones que más abundan son las de disparar con rifles de mentira y realizar puntería contra objetos metálicos. Los premios son peluches: Mickey Mouse, Bugs Bunny, Bob Esponja, Tom y Jerry... La puntería media de los ucranianos seguro que ha incrementado en los últimos tres años y medio. Mal negocio para los feriantes.
Soldados de vacaciones pasean entre tenderetes y kaláshnikovs de mentira. El soldado Vitaly no está de vacaciones. El soldado Vitaly se está recuperando. La hija del soldado Vitaly lo coge de la mano. Los rusos bombardearon justo cuando él estaba saliendo del vehículo blindado. Trozos de metralla perforaron su cuerpo. En una semana volverá al frente, con los kaláshnikov que matan de verdad.
— ¿Quieres volver, Vitaly?
—Yo soy de un pueblo de la provincia de Luhansk, que está ocupado por las tropas rusas desde el 2014. No podemos hacer otra cosa que luchar por recuperar nuestras casas.
—¿Luchar hasta cuándo?
—Hasta el final. No tenemos más remedio. Es lo que nos ha tocado.
Es lo que nos ha tocado. Es una frase que se escucha a menudo en Ucrania.
En la clínica Virtus les ha tocado reconvertirse. En este centro de cirugía estética tratan también desde el 2014 a soldados heridos en la frente: les reconstruyen partes del cuerpo destrozadas por la guerra. Lo que más cura son rostros y extremidades. También ayudan a los militares con las tareas de rehabilitación. "Lo hacemos voluntariamente. Es otra forma de ayudar a nuestro ejército", asegura Pavlo Kozlov, portavoz del centro. En la sala de espera a menudo deben producirse escenas irracionales: clientes esperando para ponerse bótox en los labios junto a soldados dañados por el ejército de Putin.
La guerra, aunque se disimule, está en todas partes. Pavlo Kozlov explica que la mayoría de médicos que trabajaban en ese centro están ahora salvando vidas en hospitales de campaña a pocos kilómetros de las trincheras. La guerra son contrastes. La guerra es, sobre todo, dolor.