Ampliación de la OTAN

¿Qué ha ganado Erdogan con el bloqueo de Suecia en la OTAN?

Turquía ha aprovechado la ocasión para presionar a Estados Unidos y Canadá para desatascar la venta de material militar

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El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, en la cumbre de la OTAN de Madrid, en el 2022.

BarcelonaDurante veinte meses, Turquía ha tenido paralizado el proceso de entrada de Suecia en la OTAN. Finalmente, la semana pasada le dio la luz verde definitiva. Durante este año y medio largo, Ankara ha presionado no solo a Suecia, sino también a otros socios importantes, como Estados Unidos y Canadá, para conseguir sacar todo el provecho posible de una situación en la que tenía la sartén por el mango. Cualquier solicitud de ampliación de la Alianza Atlántica requiere la ratificación de cada uno de los estados miembros y, por tanto, ello implica que cualquiera puede ejercer el derecho de veto o puede retrasar el proceso tanto como desee. De hecho, Suecia todavía está a la espera de Hungría, que es el único aliado que falta por ratificar la petición.

Estocolmo solicitó el ingreso en la OTAN en mayo de 2022, junto con Helsinki, pero enseguida topó con la oposición de Turquía. En abril del año pasado, Finlandia se convirtió en el miembro número 31, pero el ingreso de su vecino nórdico quedó estancado. ¿Qué ha ganado Recep Tayyip Erdogan con este retraso?

Turquía argumentaba que Suecia da refugio a personas consideradas terroristas por Ankara: miembros del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) y otros grupos kurdos, como las Unidades de Protección del Pueblo (YPG) sirias, y opositores del gobierno turco como el movimiento de Fethullah Gülen. Pero, más allá de eso, Erdogan también ha aprovechado el trámite sueco para presionar a Estados Unidos y Canadá para desatascar procesos de venta de material militar. El Parlamento turco dio luz verde a la entrada de Suecia en la Alianza Atlántica el 23 de enero y dos días después, el presidente ratificó su decisión. Ya al día siguiente, Turquía recibía buenas noticias de los dos países estadounidenses.

Reuters informó el pasado viernes de que Canadá había accedido a levantar el embargo de armas a Turquía, vigente desde 2020. Según la agencia, los dos países firmaron el acuerdo a principios de enero después de meses de negociaciones y pactaron que el país estadounidense revocaría el bloqueo tan pronto como Ankara ratificara el ingreso de Suecia en la OTAN. Canadá suspendió la venta de tecnología para los drones turcos tras concluir que los habían utilizado las fuerzas de Azerbaiyán en los combates contra Armenia por el control del Alto Karabaj en el 2020. Ahora, el acuerdo establece que Ankara informará a Ottawa sobre los usuarios finales de los materiales canadienses, especialmente si se revenden a miembros que no son miembros de la Alianza Atlántica.

Paralelamente, Turquía negociaba la compra de aviones de combate F-16 fabricados en Estados Unidos, una transacción prevista desde hace años, pero bloqueada por el Congreso estadounidense. El pasado viernes, la administración Biden notificó formalmente al Congreso la intención de hacer efectiva la venta de 40 unidades de F-16 y 79 kits de modernización para sus flotas, tras recibir el visto bueno de los líderes demócratas y republicanos de los comités de relaciones internacionales del Senado y la Cámara de Representantes, que deben aprobar las grandes transacciones de material militar del país.

Exprimir cualquier posición de ventaja

"La política exterior de Turquía es muy transaccional, de buscar acuerdos, y cuando está en una posición de ventaja la utiliza todo lo que puede", explica al ARA Paul Levin, director del Instituto de Estudios Turcos de la Universidad de Estocolmo. A su juicio, las negociaciones con Estados Unidos y Canadá por la venta de material militar eran importantes, pero considera que la cuestión de los movimientos kurdos en Suecia ha tenido también un peso muy destacado. "La entrada de Finlandia a la OTAN suponía el gran premio geoestratégico; si Ankara hubiera querido utilizar la posición de ventaja sólo para presionar a Estados Unidos por los F-16, también habría bloqueado el proceso finlandés", argumenta.

Según Levin, Turquía históricamente ha intentado convencer a sus aliados para que consideren como grupos terroristas a otras milicias kurdas, más allá del PKK, pero no lo ha conseguido. "Suecia tiene una gran comunidad kurda y algunos de los implicados en política tienen fuertes simpatías por el PKK", indica el experto, que añade que hay organizaciones suecas que recaudan fondos para esta guerrilla. "Turquía se ha quejado otras veces de que esto también ocurre en otros países miembros de la OTAN, pero en este caso ha podido ejercer presión", añade.

"Suecia es uno de los primeros países [del bloque de la OTAN] que ha dicho públicamente que se distancia de las YPG, lo que supone una victoria política para Erdogan", dice Levin. El anterior gobierno sueco, socialdemócrata, había expresado el apoyo a las milicias kurdo-sirias y a su brazo político, el Partido de la Unión Democrática (PYD). Este cambio de posición de Estocolmo lleva meses ha puesto en alerta a los exiliados kurdos en Suecia. Pero el analista considera que, aunque no deben ignorarse estas preocupaciones, "no debería exagerar" el impacto que el acuerdo puede tener en la comunidad kurda. "Los tribunales son muy reacios a la hora de extraditar a presos políticos e incluso sospechosos de terrorismo que podrían no tener un juicio justo en Turquía", argumenta.

Además, presionada por Turquía, Suecia implantó una nueva ley antiterrorista en mayo del pasado año y aumentó las penas para las personas que participen en organizaciones terroristas. También ha levantado el embargo de armas a Turquía, al igual que Finlandia, que se había aplicado en 2019 por las operaciones turcas en el norte de Siria. La posición de fuerza de Erdogan en estos últimos meses también le permitió crearse un "escudo político" para evitar las críticas o más sanciones cuando anunció una nueva incursión militar contra milicias kurdas en Siria e Irak.

Con todo, Levin considera que el bloqueo del proceso sueco no sólo ha aportado beneficios a Erdogan, sino que también le ha supuesto aún más desgaste en términos de confianza por parte de sus aliados militares. "Desde el punto de vista de Estados Unidos, ha sido un gran problema: ha detenido durante veinte meses una ampliación de gran importancia estratégica mientras hay una guerra abierta en el continente europeo; no es algo que pueda verse con buenos ojos", concluye.

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