Suecia

Obligados a socializar: el experimento sueco contra la soledad de gente mayor y refugiados

Una empresa municipal ofrece alquileres asequibles a cambio de pasar como mínimo dos horas juntos

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Veïns del edificio SällBo, al sur de Suecia.

Helsingborg (Suecia)Quien haya visto el documental La teoría sueca del amor de Erik Gandini probablemente percibe Suecia como un país de gente solitaria y fría. La fama que se ha ganado el país escandinavo tiene alguna base, como por ejemplo que es el estado europeo donde más personas viven solas –un 40% de las viviendas están ocupadas por una sola persona–, herencia de la política de independencia individual promovida en los 70 de Olof Palme. Pero, ¿qué hay de realidad y qué de estereotipo? A pesar de que la sensación de soledad es subjetiva, las estadísticas sugieren que el aislamiento social es un mal en alza. Y, cuanto más mayores, más solos. A pesar de que el problema se extiende cada vez más también en los jóvenes.

Para combatir el aislamiento y fomentar la integración social, una empresa municipal de vivienda de Helsingborg, una pequeña ciudad del sur de Suecia, ha desarrollado un experimento social que, según destacan sus promotores, es único. Es un edificio residencial sin ningún vecino de mediana edad: para conseguir un piso, hay que tener o bien más de 70 años o bien menos de 25. Entre los jóvenes, una parte son refugiados que llegaron a Suecia como menores no acompañados. Y todos están obligados, por contrato, a socializar entre ellos como mínimo dos horas a la semana. "El objetivo es romper la soledad involuntaria con la integración de personas de diferentes edades y procedencias", explica Dragana Curovic, la encargada de desarrollar el proyecto.

El edificio SällBo –un juego de palabras que combina los términos sällskap (compañía) y bo (vivir)– está en una explanada llena de bloques de pisos, todos bastante homogéneos, no muy altos y sin demasiada gracia arquitectónica; una típica zona residencial construida durante el llamado programa del millón (miljonprogrammet), un programa de vivienda pública implementada en Suecia en los 60 y 70. Durante muchos años, este edificio había sido una residencia de ancianos.

En 2013, la empresa pública Helsingborgshem lo compró para transformarlo en un bloque de pisos tutelados para gente mayor, pero en 2015, con la llegada masiva de refugiados, se convirtió en un alojamiento improvisado de menores no acompañados. Helsingborg recibió aquel otoño a más de 450 jóvenes refugiados –hasta entonces llegaban unos 30 cada año, explica Curovic– y 98 fueron alojados aquí durante tres años.

400 euros de alquiler

"En 2018, antes de empezar las reformas, hicimos un proceso de diálogo con los vecinos de la zona, la mayoría gente mayor. Muchos nos decían que se sentían muy aislados. Y los jóvenes refugiados también se sentían muy solos; no estaban integrados", recuerda Curovic. "Pensamos que podríamos beneficiar a los dos grupos. Pero mucha gente mayor se sentía insegura rodeada de aquellos chicos. A la vez, los refugiados también se sentían inseguros y algunos, además, arrastraban traumas después de años viajando por el mundo", añade. "Y incorporamos un tercer grupo puente: jóvenes, como los refugiados, pero muy establecidos en la sociedad sueca, como la gente mayor".

Así nació SällBo, una vivienda social –los alquileres oscilan entre los 415 y los 480 euros– y a la vez un proyecto de integración. En el edificio hay 51 apartamentos: 31 para mayores de 70 años y el resto para jóvenes de entre 18 y 25 años (la mitad para refugiados y la otra mitad para los jóvenes del "grupo puente"). Pero el valor añadido son las zonas comunes: hay dos grandes en la planta baja y otras más pequeñas en cada una de las cuatro plantas.

La gran sala de estar está vacía cuando llegamos a las tres de la tarde, pero se llenará por la tarde, cuando unos cuantos vecinos aficionados al fútbol se juntarán para ver juntos, en una gran pantalla de proyector, un partido de la Champions. "Cuando hay fútbol, siempre nos juntamos cinco o seis vecinos para mirar el partido juntos", explica Manfred Bacharach, que pronto cumplirá 75 años y que dice con honor que fue el primero en firmar un contrato para vivir aquí. "No me iré nunca", afirma convencido.

Manfred Bacharach, uno de los locatarios del edificio SällBo de Helsingborg (Suecia).

SällBo empezó como un proyecto de dos años, pero este enero la empresa decidió mantenerlo como una vivienda ordinaria, con lo cual todos los locatarios ahora ya tienen un contrato permanente de alquiler –en Suecia, la ley hace que sea muy complicado romper un contrato de alquiler.

Seleccionados uno a uno

La gran diferencia del proyecto –y que ahora se mantiene– es que los locatarios se seleccionan individualmente a través de una entrevista personal: "Nos hemos podido saltar las colas habituales y elegir quién queremos que viva aquí. Nuestra estrategia no es buscar personas que se asemejen entre si, sino por el contrario, que sean lo máximo de diferentes posible", explica Curovic. Subraya, por ejemplo, que hay una pareja homosexual, una persona de género neutro y vecinos de varias religiones. "Hay una mujer musulmana que, al comienzo, usaba un burka; dos semanas después, se destapó la cara, y ahora ya va con la cabeza descubierta. No le dijimos que no podía ir tapada, fue un proceso natural".

Los vecinos tampoco pueden elegir en qué apartamento viven: los diferentes perfiles se mezclan por plantas, que también tienen varias áreas comunes. En una de ellas, por ejemplo, Maria (que tiene alrededor de 80 años), hace los preparativos para un taller de pintura al óleo. En otra planta, los locatarios aficionados a los puzzles han conquistado la sala de juegos; y en la planta de arriba, una niña pequeña, nieta de uno de los inquilinos, hace los deberes en una sala de estar que se ha convertido en biblioteca.

Hace un par de semanas, una mujer tuvo un ataque de corazón. Uno de los chicos jóvenes estaba afuera y oyó un ruido. Enseguida vino la ambulancia. "En otro edificio probablemente habría muerto", dice Manfred. De hecho, esta es una de los grandes miedos de la gente mayor que vive sola –en Suecia, un 35% de los mayores de 60 años–. El año pasado, más de 300 personas murieron solas en su casa y pasaron como mínimo un mes muertas sin que nadie se diera cuenta, según datos de la Junta Nacional de Medicina Forense. En 2019, causó impacto la noticia de que un hombre había pasado más de tres años muerto en su piso. "Cuando hay alguien que hace más tiempo de lo normal que no se le ve por el edificio, la gente se pregunta dónde está. Es el centro del concepto SällBo", resume Curovic.

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