Balcanes

Una revuelta estudiantil en Serbia enciende una movilización histórica

La mayoría de las facultades públicas del país están bloqueadas por universitarios que denuncian la corrupción y mal funcionamiento del gobierno de Vucic

Ana Ćurić i Roger Valsells

BarcelonaEste viernes Serbia se ha detenido. Una huelga general, el evento más reciente de la ola de manifestaciones estudiantiles, ha reunido a decenas de miles de ciudadanos en las calles de decenas de ciudades de todo el país, con el mensaje de que "todo debe detenerse". Las universidades llevan semanas bloqueadas, las escuelas están en huelga, y este viernes se han sumado abogados, artistas, periodistas, programadores, decenas de empresas, librerías, bibliotecas y otras comunidades que detuvieron su actividad para formar parte de esta huelga general por exigir cambios democráticos.

Las manifestaciones más importantes de la historia reciente de Serbia, iniciadas por los estudiantes universitarios, están inspirando y animando a la gente a salir a las calles de todo el país contra el régimen de Aleksandar Vucic, en el poder desde hace más de doce años. La movilización social no tiene afinidad con ningún partido político, según recalcan los estudiantes.

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Grupos violentos afines al sistema están provocando incidentes entre los manifestantes. Al menos dos estudiantes resultaron heridas al ser atropelladas por coches en Belgrado, y otros sufrieron agresiones en las últimas semanas.

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La chispa de las protestas

La gota que colmó el vaso de la paciencia ciudadana fue la tragedia del 1 de noviembre en la estación de ferrocarriles en Novi Sad, la segunda ciudad de Serbia, a 70 kilómetros de Belgrado. Un voladizo de 35 metros cayó a las once de la mañana y mató a quince personas. Desde ese día, el símbolo de esta ola de protestas son manos pintadas de rojo señalando al gobierno.

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"Creo que el terrible accidente en Novi Sad y la respuesta inadecuada de las autoridades estatales son un símbolo de todo lo que no funciona en Serbia", comenta la profesora universitaria y ex rectora de la Universidad de Belgrado, Ivanka Popovic. "Ha quedado claro que no existe un estado de derecho ni instituciones independientes, y que el gobierno sólo reacciona con represión".

Para los serbios se trató de un crimen de estado. El gobierno del Partido Progresista gastó 65 millones de euros en la rehabilitación de la estación de tren de Novi Sad y organizó hasta dos actos de inauguración proclamando que era la más moderna y segura de Europa. Dos semanas después, la estructura recién inaugurada se derrumbó.

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"Necesitamos encontrar a los culpables y castigarlos. Su reacción fue catastrófica. Están empleando los mismos métodos de siempre; violencia contra los manifestantes, negación de responsabilidades y falsas acusaciones para difundir miedo", declara Dinko Gunhonjic, editor de la Asociación Independiente de Periodistas de Vojvodina (NDNV), antigua región autónoma en el norte de Serbia, y profesor universitario. Gruhonjic ha sido objeto de una intensa campaña de acoso por parte de grupos ultranacionalistas serbios.

En una de las manifestaciones silenciosas en Novi Sad, provocadores infiltrados agredieron a algunos estudiantes, lo que provocó una reacción masiva. Los universitarios bloquearon la mayoría de las facultades en todo el país iniciando un movimiento de denuncia social y político espontáneo. Profesores, abogados, artistas y otros profesionales se solidarizaron con los jóvenes denunciando el mal funcionamiento del gobierno a través de las redes sociales y del periodismo independiente.

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El 22 de diciembre, más de 100.000 personas salieron a la calle en el centro de Belgrado, mucha más gente que en la movilización histórica del 5 de octubre de 2000 previa a la caída de Milosevic. "En las demás manifestaciones había mucho ruido, pero en esta ocasión hubo momentos de silencio absoluto. Fue la mayor expresión de luto colectivo que he visto nunca", relata Perica Grunjic, periodista veterano serbio.

La repercusión de las movilizaciones ha llegado a otros países; estudiantes de Croacia fueron de los primeros en apoyar a sus compañeros, y en ciudades como Londres, Nueva York, Madrid y Barcelona se organizan actos de solidaridad.

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Amenazas a los profesores

Pero la presión gubernamental no suelta. El primer ministro, Milos Vucevic, y la ministra de Educación, Slavica Djukic Dejanovic, han amenazado con despedir y multar a profesores si siguen participando en las huelgas, enviando inspectores a las escuelas donde no se dan clases. Otros colectivos profesionales como los abogados convocaron un paro, pero el Tribunal Supremo los desautorizó.

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"La sincera y justificada revuelta estudiantil ha movilizado a todos los segmentos de la sociedad, ha liberado a la gente del miedo y les ha dado la esperanza de que es posible perseverar en la lucha por un estado normal en el que se respeten la Constitución y las leyes –dice la profesora Popovic–. Creo que esta lucha conducirá a cambios en Serbia y contribuirá a la preservación del orden democrático, porque cualquier otro resultado traería el país a una dictadura", añade.

Esta crisis política y social no ha empezado ahora. Hace tiempo que los serbios piden cambios en un sistema que no funciona. Los precedentes más recientes fueron las protestas de mayo de 2023 en Belgrado por dos tiroteos masivos en la ciudad y en 2024 contra el proyecto de extracción de litio en el valle del Jadar después del acuerdo firmado entre Serbia y la Unión Europea. "Esta vez el gobierno no puede culpar a nadie; los culpables son ellos", concluye Gruhonjic.

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