Balcanes

Yugonostalgia: cuando los jóvenes añoran un país en el que no vivieron

El desencanto con la política y la situación económica actuales acentúa la nostalgia hacia el régimen socialista de Tito

Un póster de Made in Yugoslavia en el que se lee "Yugoslavia, Adriático soleado en coche".
21/11/2025
5 min

BarcelonaCamisetas con el coche Yugo, calendarios con el icónico quiosco rojo K67, colecciones de tazas de café de Yugokeramika o pósters con las siluetas de Josip Broz Tito y su esposa Jovanka. Son algunos de los productos que comercializa la eslovena Spela Golcer a través de la marca Made in Yugoslavia. Golcer empezó a coleccionar objetos típicos de Yugoslavia por afición, pero cuando los estantes le quedaron pequeños, decidió abrir un perfil de Instagram para documentar lo que iba encontrando. "Para mi sorpresa, la página se hizo popular muy rápido. La gente empezó a preguntar si podía comprar algunos objetos, y fue entonces cuando me di cuenta de que había un interés real por las cosas de la antigua Yugoslavia". Cuando empezó, la presencia de tiendas dedicadas al diseño yugoslavo era anecdótica, pero con el tiempo, dice, ha detectado un auténtico resurgimiento de nostalgia y cariño por aquel pasado.

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Esta fiebre para recuperar el legado cotidiano de la exrepública socialista dirigida por Tito –ahora que se cumplen 80 años de su proclamación– se llama popularmente yugonostalgia. La etiqueta sirve para describir la melancolía que sienten los ciudadanos que con la atomización de lo que había sido la República Federal Socialista de Yugoslavia quedaron huérfanos de patria. Pero en los últimos años muchas personas nacidas bajo pasaportes serbios, croatas, bosnios o eslovenos también parecen añorar un pasado que nunca han vivido.

Un grupo de personas muestra los colores de la bandera de Yugoslavia durante una manifestación.

La yugonostalgia puede servir "como contenedor íntimo" para canalizar la memoria individual y colectiva de este estado desaparecido, en un marco de "discursos hegemónicos antiyugoslavos", explica la doctora especializada en estudios de memoria en el espacio postivo-goslavo de la Academia Austríaca de Ciencias, Milica Pop. Es "una liberación emocional ante la imposibilidad de volver al pasado, y de confesar el anhelo de ese regreso". Es decir, es una forma de aferrarse a la identidad perdida de las personas que vivieron en Yugoslavia. ¿Pero es posible añorar un país sin haberlo conocido?

"La vida era mejor –asegura Pavle, nacido en 1988 en la actual Croacia–. El paro era mínimo, casi inexistente, y el estado tenía especial cuidado de sus gentes: proporcionaba viviendas, puestos de trabajo, universidades y escuelas gratuitas, incluso permiso de conducir sin coste", reivindica. Este zagrebí era una criatura cuando a principios de los 90 el territorio se derrumbó en un desbarajuste de guerras, pero ha oído las historias de su madre, Nevenka, que guarda un recuerdo preciado de aquel tiempo: "Era una época mejor –relata–. Todo parecía más seguro y la gente podía ir de vacaciones por muy poco dinero" porque prácticamente cada empresa tenía prácticamente cada empresa.

Volver a ser una economía líder

Yugoslavia de Tito, nacida de la resistencia partisana contra los nazis, aplicó un régimen comunista que ofrecía muchos beneficios sociales para la clase trabajadora. Manteniéndose al margen de la política de bloques de la Guerra Fría, logró potenciar una industria que se alimentaba de ambos bandos. Bajo el gobierno socialista, la producción industrial se disparó, al igual que las tasas de alfabetización, mientras los derechos de las mujeres estaban más avanzados que en cualquier lugar de la Europa occidental de entonces.

Filip Curic, de 27 años, destaca desde Belgrado que en aquella época la gente miraba hacia el futuro con más esperanza. "Todo se fabricaba aquí, no dependíamos del capital extranjero, y las cosas duraban más. Hoy tenemos más libertad, pero la gente está más estresada, siempre cambiando de trabajo, compitiendo. Mi abuelo trabajó 40 años en el mismo sitio y estaba tranquilo", sostiene. Curic nota mucha nostalgia entre su generación, pero cree que ese deseo de volver atrás tiene un componente más bien estético. "Les gusta la música, las películas, quieren recuperar los éxitos deportivos, las fotos en papel, el diseño retro típico de Yugoslavia… todo el mundo sabe que era más fácil viajar con el pasaporte yugoslavo. Quieren lo bonito del pasado sin haber probado realmente cómo era vivir en él", afirma.

El icónico quiosco K67 en una imagen de archivo.

Aunque las condiciones materiales eran considerablemente mejores para las capas más desfavorecidas de la sociedad, no pasa por alto a nadie que la república socialista de Yugoslavia era una dictadura. Bajo el lema "hermandad y unidad", reprimió duramente cualquier nacionalismo disidente a través de campos de trabajo, juicios políticos, ejecuciones y encarcelamientos políticos.

Blaz, que nació en Eslovenia en 1995, explica que su abuelo vivió en primera persona la mano de hierro del régimen de Tito: estuvo en prisión y no le dejaron estudiar por razones políticas. Por eso este joven, que reconoce las ventajas del antiguo régimen, no volvería a ello por la falta de derechos civiles. La editora croata Ana Hadzic, que destaca la represión que vivieron los intelectuales, coincide con su diagnóstico: "No creo que la vida fuera mejor en Yugoslavia. Hoy tenemos mucha más libertad de expresión y pensamiento. No era como en Rusia o Corea del Norte, pero el régimen comunista tampoco dejaba hacer según qué".

A la pérdida de condiciones materiales con la formación de los nuevos estados, se añaden otras dos heridas: por un lado, las guerras –en las que murieron entre 130.000 y 140.000 personas– dejaron mucho más que ciudades destruidas. El mismo nacionalismo feroz que originó el estallido de la violencia acabó con la armonía entre serbios, croatas, bosnios, kosovares, eslovenos, montenegrinos y macedonios. Una armonía que ahora los ciudadanos de las nuevas repúblicas echan de menos.

Por otra parte, la población pasó de un día para otro de vivir bajo el comunismo al capitalismo. Más concretamente, a un postcapitalismo defendido por democracias débiles y muy ancladas a achaques del régimen (como un clientelismo exagerado), y con mucha dependencia del exterior. "Al despertarse en el infierno capitalista neoliberal de las semiperiferias, los pueblos del espacio postivo-goslavo han vuelto a caer en realidades poscoloniales y en una pérdida de agencia", destaca Popovic. Por eso identifica que el sentimiento de yugonostalgia va muy vinculado a la posición generacional, pero también a la postura política. Por lo general, cuanto más de izquierdas es un ciudadano, más añora el pasado socialista.

Josip Tito, presidente de la República de Yugoslavia, en una asamblea de la ONU en 1960.

Pero, sobre todo, para la mayoría de jóvenes, la nostalgia de hoy tiene mucho que ver con un profundo descontento con los estados surgidos de la disolución: "Con los nuevos estados, la gente tenía expectativas irreales de riqueza y libertad. Ahora la realidad económica es mucho más dura", afirma Blaz. "La gente no vive bien, hay mucha emigración, corrupción, precariedad… Cuando estás jodido siempre piensas que antes era mejor", coincide Hadzic.

Sea como fuere, la nostalgia no es ningún rasgo distintivo de este territorio. Europa lleva años inmersa en una ola de nostalgia para buscar en el pasado la confirmación de que otra realidad es posible. La cuestión es qué referentes se eligen. Mientras en este rincón de los Balcanes una parte de los jóvenes anhela las condiciones socioeconómicas del régimen de Tito, otra mira hacia otro pasado, el de la extrema derecha: "Muchos jóvenes de Croacia, cuando buscan inspiración, miran más hacia regímenes fascistas que hacia Yugoslavia", concluye Hadzic.

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