El ataque ruso a Ucrania

Zelenski se la juega en mayo: claves de la ofensiva que desencallará la guerra

Kiev, que siente la presión de Occidente, alerta de que la alta expectación alrededor del contraataque "se ha sobrevalorado"

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Un soldado ucraniano en una trinchera a Donetsk, al este de Ucrania.

BarcelonaEl comunicado de guerra del ministerio de Defensa ruso de este domingo decía lo siguiente: "Los destacamentos de asalto han conseguido el control de dos islas de casas en las partes noroeste y oeste de Bajmut".

La lucha por esta ciudad del Donbass, donde tiene lugar uno de los peores asedios de la invasión rusa, está siendo tan larga que Moscú, carecido de éxitos militares, celebra incluso la captura de un grupo de edificios residenciales. Las batallas son calle por calle y casa por casa, como mostraba un vídeo difundido este lunes por blogueros militares ucranianos, en el que se veía a un grupo de soldados de Kiev huyendo de una vivienda completamente destruida mientras los rusos entraban –y disparaban– por el otro lado.

De alguna manera, Bajmut es un buen reflejo de la situación de estancamiento que, en los últimos meses, ha caracterizado el mapa de guerra de Ucrania. El frío ruso no ha sido decisivo y, durante todo el invierno y parte de la primavera, los adelantos en el frente –tanto en el Donbass como en las regiones del sur– han sido prácticamente insignificantes. No han sido insignificantes, sin embargo, las víctimas: soldados de los dos ejércitos han continuado muriendo a un ritmo que obliga a Kiev y Moscú a ensanchar cementerios. Pero esta dinámica –la del estancamiento, no la de las bajas– parece que está a punto de cambiar. Casi todo el mundo, también las partes implicadas, dan por hecho que la esperada contraofensiva ucraniana está a punto de empezar. El objetivo de Volodímir Zelenski está claro: desencallar la guerra para intentar recuperar el máximo territorio posible.

Las armas de la OTAN

Kiev lo ha tenido claro: para poner en marcha la contraofensiva necesitaba tener listo todo el armamento prometido por los aliados de la OTAN. Parece que este momento ha llegado. El portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, John Kirby, aseguraba hace unos días que Ucrania ya tiene en sus manos el 98% del armamento y los equipos que había pedido a Occidente. "Equipos blindados, artillería, defensa antiaérea, munición... también los entrenamientos a las fuerzas armadas ucranianas, para que sepan cómo utilizarlo", explicaba Kirby. No tendrán, sin embargo, los cazas militares que Zelenski sigue pidiendo. Al menos, de momento.

El envío de armamento es, evidentemente, una buena noticia para Zelenski. Pero es también una forma de presión. Llegado este momento, Ucrania se ve obligada a salir del punto muerto en el que está la guerra. Si ahora no consigue progresos significativos en el campo de batalla, Zelenski corre dos grandes riesgos: por un lado, que la moral de sus tropas y de la población salga tocada; por el otro, que la paciencia de los mandatarios occidentales, que continúan armando y ayudando económicamente al gobierno ucraniano, se acabe. Quizás para deshacerse de esta presión, el ministro de Defensa ucraniano lanzaba una advertencia: "La expectación que hay en el mundo alrededor de nuestra contraofensiva se ha sobrevalorado, y esto es peligroso".

El dilema de Crimea

"Hasta Crimea". Es una consigna bastante compartida entre los soldados ucranianos que, desde hace más de 400 días, luchan contra la invasión rusa. El gobierno de Zelenski refuerza este mensaje: la guerra solo se acabará cuando se recuperen todos los territorios ocupados, incluyendo esta península que Rusia se anexionó ilegalmente en 2014.

En una entrevista al podcast del ARA , el director del CIDOB, Pol Morillas, se hacía una pregunta interesante: "¿La contraofensiva ucraniana tiene que incluir el intento de recuperar Crimea, con todo lo que esto significa para Putin y la escalada que puede suponer?". Desde Kiev la respuesta parece clara, pero algunos aliados occidentales no opinan lo mismo, porque temen una reacción definitiva del Kremlin. Hay otras preguntas –y respuestas– que separan a Zelenski de sus socios. Por ejemplo: ¿La contraofensiva se tiene que alargar hasta conseguir una victoria total, o bastaría con que acabara con una posición favorable para los ucranianos para negociar un desenlace pactado con Rusia? Difícil de contestar, a pesar de que Morillas hacía otra reflexión acertada y, probablemente, realista: "Actualmente, los dos bandos saben que la victoria total no existe: Rusia continúa siendo un ejército demasiado fuerte como para que pierda todo el territorio que ha ganado hasta ahora, y la resistencia ucraniana es demasiado robusta como para que Kiev tenga que sucumbir al dominio de Putin".

El sur, clave

Evidentemente, Kiev mantiene en secreto sus intenciones, pero, mapa en mano, se pueden anticipar algunos movimientos. Hace semanas que los servicios de inteligencia de los Estados Unidos apuntan al frente de Zaporiyia, en el sudeste del país. Es la región donde parece que Ucrania puede impulsar una operación más grande. Concretamente, desde allí se querría intentar llegar a la ciudad ocupada de Melitopol, considerada el eje de los territorios ocupados por el Kremlin en la costa ucraniana. Recuperar esta ciudad o, como mínimo, acercarse para castigarla con fuego de artillería permitiría a los ucranianos dividir la zona invadida por los rusos y cortar el corredor existente.

Más al sur está el frente de Jerson, donde también se auguran movimientos. El río Dniéper hace de frontera natural entre los dos ejércitos, como Jerson ciudad, castigada diariamente por el fuego de artillería que lanzan los rusos desde la otra orilla. Hace meses que se habla de una operación especial –y compleja, puesto que requeriría un desembarco fluvial– para terminar el trabajo que se inició en otoño: acabar de liberar toda la región de Jerson, con la vista puesta en Crimea. Pero durante todos estos meses las posiciones rusas se han hecho fuertes en el otro lado del río, con kilómetros de trincheras y fortificaciones no vistas desde la Segunda Guerra Mundial. La resistencia será feroz. Putin se juega la reputación y, posiblemente, el futuro.

Combates salvajes en el Donbass

La semana pasada, la Casa Blanca hacía pública una cifra: como mínimo 20.000 soldados rusos murieron y 80.000 más fueron heridos en los últimos cinco meses de guerra en Ucrania. Si nos fiamos de los cálculos de Washington –parte implicada de la guerra–, vemos que ha habido una aceleración del número de rusos que caen en el campo de batalla. La mayoría de estas bajas se producen en el Donbass, donde se concentran la mayoría de combates, que son feroces y donde cada metro ganado se paga con vidas humanas.

El efecto que la contraofensiva ucraniana puede tener en esta región es todavía más incierto: tanto en los frentes de la provincia de Lugansk como el de Donetsk, más activos, se juega una guerra de desgaste, constante. En este contexto, parece más difícil esperar movimientos diferenciales e inmediatos de Kiev, a pesar de que acercarse a la ciudad de Donetsk o romper líneas en Lugansk sigue siendo un objetivo primordial. La llegada del armamento occidental, el reagrupamiento de tropas y la desaparición del barro que todo lo para –y más después de un invierno especialmente lluvioso– serán factores decisivos.

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