Fusiles de asalto para custodiar los bebés de la gestación subrogada en Kiev
Los pequeños esperan que las parejas que pagaron por su gestación los vayan a recoger a Ucrania
Enviada especial a KievLas oficinas de BioTexCom, la empresa más grande de Ucrania que se dedica a la gestación subrogada, están en una mansión con jardín en una de las zonas más acomodadas de Kiev. La sala de espera es una estancia amplia en la primera planta, con varios sofás y butacas y una especie de cambiador para bebés como los que se pueden encontrar en los lavabos públicos. El doctor Igor Pechenoga es el responsable médico de la clínica que la empresa tiene en la capital ucraniana y atiende solícito las visitas. Llama la atención que no viste una bata blanca como se podía esperar, sino un uniforme militar y lleva un fusil de asalto colgado del hombro. Por debajo de la chaqueta verde del uniforme también le sobresale la funda de una pistola.
“Tengo que ir a recoger dos bebés para llevarlos a la estación de tren”, afirma el doctor disculpándose por las prisas y antes de subir a una furgoneta blanca con el nombre de la empresa impreso con grandes letras en la carrocería. El chófer del vehículo también va armado. "Llevamos fusiles para proteger a los bebés y porque nos facilita pasar por los controles militares que ahora hay en Kiev", argumenta el médico.
En la actualidad BioTexCom tiene una decena de bebés en Kiev que nacieron por gestación subrogada: ni las mujeres que los parieron quieren hacerse cargo de ellos, ni las parejas que encargaron su gestación han ido a recogerlos a Ucrania ahora que el país está en guerra. Además 450 mujeres más están embarazadas y darán a luz en los próximos meses, afirma el doctor Pechenoga. Sin embargo, no parece preocupado. Confía que las parejas que pagaron por todos esos bebés acaben viajando un día u otro a Ucrania. En España la gestación subrogada está prohibida.
Los pequeños están ahora en el sótano de una casa en el noroeste de Kiev, donde hay una veintena de cunas y cochecitos para bebé, además de infinidad de paquetes de pañales, leche de fórmula, biberones, bolsas con ropa para recién nacido… Dos trabajadoras y dos asistentes se hacen cargo de todas las criaturas. Al principio de la guerra, llegaron a haber allí hasta 25 bebés.
Según el doctor Pechenoga, el procedimiento “normal” es que la madre que da a luz al bebé viaje a Kiev una vez al mes para hacerse controles del embarazo y se instale en la capital ucraniana una vez ya está en la semana 38 de gestación, hasta que llega el momento del parto. Por su parte, la pareja que paga por la gestación también debe trasladarse a Kiev y esperar allí diversas semanas a que la criatura nazca y se complete el papeleo para poder llevársela.
Pero con la guerra, todo esto ha saltado por los aires. Ni las madres pueden viajar a Kiev, ni las parejas se atreven a ir a Ucrania a recoger la criatura. Además, llueve sobre mojado. Muchos pequeños ya quedaron varados en el país con la pandemia. Algunos incluso siguen ahí. Según dice el doctor, el 40% de los clientes de BioTexCom eran chinos hasta que el coronavirus cambió el mundo. “Con el confinamiento de China, muchas parejas que pagaron por un bebé no han podido venir a buscarlo. Algunos ya tienen siete u ocho meses. A este ritmo, aprenderán a hablar ucraniano”, declara el médico. Ahora predominan las parejas procedentes de Italia, Alemania y Rumanía.
En el sótano donde están los bebés, una mujer que dio a luz una niña por gestación subrogada el pasado 26 de marzo espera a que le entreguen la pequeña para que el doctor Pechenoga las lleve a ella y a la niña a la estación. Tienen que coger un tren en dirección a la ciudad de Lviv, en el oeste de Ucrania, donde la pareja que encargó la criatura espera para recogerla. La niña se llama Emma y es de piel oscura y ojos negros. En cambio, la madre que la ha llevado nueve meses en el vientre es una ucraniana de piel pálida y ojos azul claro. Se llama Anastasia y tiene 38 años. “Los clientes que la encargaron son de India”, aclara ella para justificar que la niña sea tan morena. Según dice, ésa es la tercera criatura que tiene por gestación subrogada. Además tiene dos hijos más propios. “Es que me gusta estar embarazada”, argumenta.
Dinero para comprar una casa
En cambio el doctor Pechenoga aclara que si las mujeres se quedan embarazadas es por otra razón: “El 90% lo hace para comprar un apartamento o una casa. Y el 10% restante para pagar la educación se sus hijos”. En definitiva, todas lo hacen por dinero. La empresa BioTexCom paga entre 16.000 y 26.000 euros por embarazo, una cantidad que es suficiente para comprar un apartamento, tal vez no en Kiev pero sí en otros municipios donde los precios son más baratos. “Los honorarios dependen del número de criaturas que han tenido. Por cada vez que repiten, les damos un plus de 3.000 euros porque preferimos trabajar con una mujer que ya conocemos, que con una que lo hace por primera vez –sigue explicando el doctor-. Si tienen buena salud, lo pueden hacer cada año. No les ponemos límites”.
Los únicos límites son que la mujer que se queda embarazada no puede tener más de 43 años, debe disfrutar de buena salud, no consumir drogas ni alcohol, haber dado a luz al menos un hijo que no haya sido por gestación subrogada y que esté sano, y haber tenido como máximo cinco partos en su vida, enumera el doctor. “Al principio del embarazo le abonamos una cantidad muy pequeña de dinero, 2.000 euros en la semana 16 de gestación, y el resto cuando ya ha dado a luz y ha firmado el documento conforme renuncia al bebé”, afirma. ¿Y qué pasa si no renuncia? “Se lo puede quedar. La legislación ucraniana la protege”, asegura Pechenoga. Pero lógicamente no verá ni un céntimo. Las mujeres dan a luz en hospitales públicos, pero BioTexCom paga a estos centros sanitarios para que estén en una estancia diferente al resto de madres y para que no tengan contacto con la criatura con el objetivo que no establezcan un vínculo emocional con el pequeño.
El doctor Pechenoga carga en la furgoneta a Emma y a otra criatura que se llama Cata para llevarlas a la estación de tren. Es cierto que el vehículo no tiene que esperar en los controles militares de la capital: puede pasar sin casi pararse. Una vez en la estación, el médico entrega uno de los bebés a una cuidadora para que lo lleve a Lviv, le da instrucciones sobre los biberones que le tiene que dar y los papeles que tendrá que firmar la pareja que se lo quede.