Emergencia climática

La incongruencia de ir a una cumbre del clima en el desierto... para comprar combustibles fósiles

El objetivo de los 1,5 ºC pende de un hilo en el arranque oficial de la COP27 en Sharm al-Sheikh (Egipto)

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Vista del Centro  de Convenciones Internacional de Sharm El Sheikh antes de la apertura de la cumbre del clima de la GOLPE27 a Sharm el-Sheikh, Egipt

BarcelonaLa nueva Cumbre del Clima de la ONU COP27 ha arrancado este lunes en medio de un desierto climatizado. El gobierno egipcio ha hecho una inversión ingente para convertir el resorte turístico de Sharm al-Sheikh en una "ciudad verde" para acoger el encuentro internacional más importante contra la emergencia climática. Pero los campos de golf y los parajes de lujo que lo conforman requieren un consumo de agua y energía que es dudosamente sostenible. Aún así, esta no es la única incongruencia de la COP27.

Una pregunta clave sobrevolaba el ambiente: ¿Todavía está vivo el compromiso de limitar el calentamiento global a 1,5ºC? El encuentro del año pasado, la COP26 de Glasgow, lo salvó por la mínima. Pero el contexto internacional ha dado un giro radical desde entonces debido a la guerra de Ucrania. Por primera vez una cumbre climática tiene lugar en medio de una guerra abierta en la que hay implicadas varias grandes potencias, un hecho que dificulta todavía más unas negociaciones que ya acostumbran a ser complicadas. Consciente de ello, el propio presidente de Francia, Emmanuel Macron, quiso dejar claro en su discurso inaugural que no piensa "sacrificar los compromisos climáticos por culpa de la guerra de Ucrania".

Una promesa que no es intrascendente, porque otras muchas señales políticas indican justo lo contrario. Algunos de los líderes presentes en la inauguración, de hecho, aprovechaban las circunstancias para hacer la apuesta contraria: "Los Emiratos Árabes Unidos son un proveedor de energía responsable y seguirán ejerciendo este rol mientras el mundo necesite petróleo y gas", se ofrecía su presidente, Mohamed bin Zayed al-Nahyan. En un encuentro internacional que tiene como objetivo trabajar para poner fin a los combustibles fósiles, parecía una oferta atrevida e incluso irónica, pero desgraciadamente era del todo seria.

Como también lo son los intentos de algunos países europeos de combatir la dependencia del gas ruso con gas de otros países, no solo árabes sino también africanos. Líderes como el presidente alemán, Olaf Scholz, que aprovechaban esta "COP africana" para "buscar acuerdos de suministro de gas". Lo denunciaron este lunes, en una rueda de prensa desde la propia cumbre, representantes del Climate Action Network (CAN), la red de ONG climáticas que actúan como observadoras en estas negociaciones. El propio ex vicepresidente de los Estados Unidos Al Gore pedía acabar con este "colonialismo de los combustibles fósiles", sumándose a la expresión que habían usado desde el CAN. Pero a Scholz lo apoya la UE, que ha acordado incluir el gas dentro de su clasificación de "energías limpias".

La inauguración oficial de la COP27, en la que han participado más de 100 jefes de estado y de gobierno, tenía lugar este lunes después de una negociación maratoniana previa de hasta 40 horas. El debate para incluir "las pérdidas y los daños" en la agenda de la COP27 se alargó todo el fin de semana y no fue hasta el domingo de madrugada cuando se logró un acuerdo: el tema se debatirá oficialmente por primera vez en una Cumbre del Clima, 31 años después de plantearlo por primera vez. Pero el acuerdo incluye la fecha del 2024 como periodo límite para conseguir un plan concreto en este sentido; una fecha que para muchos activistas y para los estados más vulnerables queda todavía demasiado lejos.

Las dos próximas semanas serán claves para impulsar este trabajo, que tiene que obtener una vía estable de financiación para los países más vulnerables a la crisis climática, pero que también intentará establecer sistemas de alerta temprana ante los acontecimientos climáticos extremos. En este sentido, el secretario general de la ONU, António Guterres, ha presentado su propio plan de acción para establecer este sistema de alerta, que calcula que costaría unos 3.100 millones de euros. En el primer día de la cumbre, Guterres ha pedido a los países ricos que aporten esta cantidad para impulsar este nuevo sistema, que se crearía con la colaboración del Organismo Meteorológico Mundial (OMM) y la oficina de la ONU por la Reducción del Riesgo de Desastres.

Otra propuesta que se ha presentado este lunes ha sido la del presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, y el de Senegal, Macky Sall, por una Alianza Internacional para la Resiliencia ante la Sequía, formada por 29 países y 20 organizaciones. España hará una aportación inicial de 5 millones de euros, para poner en marcha acciones que preparen a los estados para las futuras sequías extremas y los hagan más resilientes.

"Autopista hacia el infierno climático"

"Estamos en una autopista hacia el infierno climático con el pie en el acelerador", ha advertido Guterres para reclamar a los gobiernos del mundo que reduzcan de forma drástica sus emisiones. De hecho, uno de los principales acuerdos de la pasada cumbre climática de Glasgow fue el compromiso de los estados de llegar a Egipto con nuevos planes de recorte de emisiones más ambiciosos que los que ya tenían, lo que en el argot climático se llaman NDC (siglas en inglés para contribuciones determinadas nacionalmente). Pero la COP27 ha arrancado este viernes con solo 24 nuevas NDC presentadas formalmente. Habrá que ver cómo acaba, pero nadie espera que los grandes emisores, como China, Estados Unidos o la UE, presenten objetivos nuevos. El secretario general de la ONU ha reiterado la petición a "todos los gobiernos" de que establezcan impuestos sobre los beneficios extraordinarios obtenidos por las energéticas fósiles para paliar el alza de los precios de los alimentos y la energía y el impacto del calentamiento global a los países más afectados.

Con estas actualizaciones y los planes que ya hay encima de la mesa, el mundo se encamina hacia el aumento de 2,8 ºC a finales de siglo. Si todos los estados cumplen las promesas que han hecho, que ya es mucho decir, las emisiones globales se reducirán en 2030 un 1%, cuando la ciencia insiste desde hace tiempo en que la reducción en aquella fecha tiene que ser del 50% si queremos evitar subir del 1,5 ºC de calentamiento global. Parece claro que el objetivo de los 1,5 ºC pende de un hilo, y podría morir definitivamente al final de estas dos semanas de COP27.

Es por eso que Guterres lanzaba una pregunta a los líderes reunidos estos días en Egipto: "En los próximos días nacerá el habitante número 8.000 millones de la Tierra. ¿Cómo responderemos a este bebé cuando tenga edad para preguntarnos qué hicimos por nuestro planeta en Sharm al-Sheikh?"

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