Islas artificiales que reproducen los países de Europa en Dubai (con nieve incluida)
Las monarquías del Golfo y Egipto exhiben proyectos faraónicos tan costosos como polémicos
El CairoUn simple vistazo a una imagen por satélite es suficiente para darse cuenta de la fina línea que separa la innovación lujosa del derroche megalómano. A solo cuatro kilómetros de la costa de Dubai, el emirato empezó en 2003 un macroproyecto para levantar 300 islas artificiales que recrean la forma del atlas mundial y convertirlas en una mezcla entre complejo turístico de élite, destino de ocio y espacio para segundas residencias.
La mayoría hoy en día están vacías, por las dudas que generan entre los promotores que tendrían que desarrollarlas. Solo seis islas en medio del archipiélago, que forman el llamado Corazón de Europa, están pendientes de los últimos retoques. Una emula Suecia, donde incluso nevará. Otra, las casas Bauhaus de Alemania, donde en octubre se celebrará el Oktoberfest. También se podrá estar como en la Costa Azul francesa o visitar una reproducción de la italiana Portofino entre playas de arena blanca tropical, calles de lluvia climatizada, suites y villas flotantes. En todas partes se podrá pagar en euros.
La apuesta de las Islas del Mundo es solo uno de los casos más excéntricos de los macroproyectos a los que han recurrido países del Golfo Pérsico, pero también otros de la región, como Egipto, como una forma controvertida de promover el desarrollo económico. Los ejemplos son muy variados, pero suelen pasar por la construcción de grandes infraestructuras para intentar estimular sectores como el turismo y la industria (fuentes de crecimiento no vinculadas al petróleo), atraer inversiones y crear ocupación.
A pesar de que en algunos casos se han demostrado exitosos, los críticos notan que estos proyectos faraónicos se aprueban de forma autoritaria, refuerzan el control sobre la economía de sectores muy conectados y son utilizados con fines propagandísticos. En muchos casos también se ejecutan en vez de otros que aportarían mejoras más tangibles, como invertir en sectores productivos. Y algunos han implicado expulsiones de comunidades locales, cambios profundos en las dinámicas sociales, deudas estratosféricas o impactos medioambientales.
Neom, la ciudad futurista saudí
Uno de los regímenes de la región que más ha apostado es el de Arabia Saudita, que actualmente tiene en la construcción de la ciudad futurista de Neom, anunciada en 2017 con un presupuesto de unos 450.000 millones de euros, la sede proyecto estrella. A pesar de que Riad ha asegurado que Neom se está levantando en medio de la nada, en la costa del mar Rojo, lo cierto es que se levanta en tierras de una tribu local y se espera que miles de personas sean reubicadas.
Otro macroproyecto de reforma urbana valorado en miles de millones de dólares en Yidda, la segunda ciudad más grande de Arabia Saudita y un destacado centro económico, ha generado alarma en las últimas semanas por las demoliciones repentinas en al menos 20 barrios y el miedo a la expulsión de un millón de personas.
Los Emiratos Árabes Unidos, a su vez, están actualmente inmersos en grandes planes conectados con el desarrollo de un nuevo distrito junto a Dubai, el mayor centro comercial del mundo, además del archipiélago de islas artificiales. Una batería de proyectos cuestionados por una deuda tan faraónica como los proyectos y por una capacidad excesiva para la demanda.
También Catar, sede del Mundial de fútbol de este año, está construyendo como un nuevo símbolo de progreso la enorme ciudad de Lusail, que acoge el estadio donde se disputará la final del torneo. Y Kuwait ha hecho una apuesta similar impulsando la construcción de la ciudad de la Seda, que con un presupuesto de más de 100.000 millones es uno de los más ambiciosos de toda la región. Otros proyectos incluyen la construcción de grandes infraestructuras de movilidad, puertos, extensas ciudades industriales o gigantescos planes vinculados al sector agrícola.
Un caso peculiar en esta apuesta es el Egipto del presidente Abdelfatah El-Sisi, que, reflejado en sus patrones en el Golfo, se ha abocado a promover macroproyectos a pesar de que dispone de recursos muy inferiores, lo que lo ha obligado a depender de la deuda. En su caso, la joya de la corona es la construcción de una nueva capital al este del Cariz, que tendría que empezar a funcionar en los próximos meses y que ya acoge edificios como la catedral más grande de Oriente Medio y la futura torre más alta de África.