Kamala Harris promete ayudas a Centroamérica para frenar la crisis migratoria
La vicepresidenta de los Estados Unidos se reúne con los presidentes de Guatemala y México en su primer viaje internacional
WashingtonCuando levantó la mirada de su atril y la condujo hacia las cámaras de televisión, la vicepresidenta de los Estados Unidos, Kamala Harris, se estaba dirigiendo a la población de Guatemala, pero también a la de su país. “No vengáis”, aconsejó a quienes aspiran a una vida mejor en el norte. “No vengáis”, repitió negando con la cabeza en una rueda de prensa junto al presidente guatemalteco, Alejandro Giammattei. Pudo quizá haberlo dicho en castellano, pero lo hizo en inglés, consciente de que tan importante en su primer viaje al extranjero es tratar de disuadir la migración desde los países de América Central como que en casa resuene el mensaje disuasorio de la Casa Blanca.
Según las encuestas, la gestión de la inmigración es uno de los puntos débiles de la administración Biden y los republicanos están tratando de sacar rédito tras meses con un elevado número de detenciones en la frontera con México. Solo en marzo la cruzaron unos 19.000 menores no acompañados. Y en abril se detectó la entrada de más de 170.000 personas, el número más elevado en un solo mes desde hace más de 20 años, con el matiz de que muchos son los mismos individuos intentando cruzar en varias ocasiones. Al contrario que la administración Trump, la actual no expulsa a los menores. Eso sí, Biden ha mantenido en vigencia para los adultos y familias la aplicación del Título 42, que le permite cerrar la frontera alegando razones de salud pública.
En el caso de Guatemala, el primero de los dos países que Kamala Harris ha visitado esta semana, desde 2019 alrededor de 400.000 de sus ciudadanos han sido detenidos en la frontera estadounidense. Es decir, más del 2% de la población de un estado en el que casi la mitad de sus 19 millones de habitantes vive bajo el umbral de la pobreza. El mensaje de Harris para los guatemaltecos es que “la ayuda está en camino”. Estados Unidos invertirá 48 millones de dólares en apoyar a emprendedores en Guatemala, en ayudas al sector agrícola y en facilitar el acceso a la vivienda.
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, que se reunió ayer con Harris en el palacio presidencial de la capital mexicana, se comprometió igualmente a cooperar con su vecino del norte en la asistencia a países como El Salvador, Honduras y Guatemala. Antes de recibir a la vicepresidenta, López Obrador insistió en la necesidad de “atender a las causas” de la migración y “dar opciones de trabajo en sus lugares de origen” a los migrantes. Sin embargo, un 36% de quienes fueron detenidos en abril en la frontera eran mexicanos, la nacionalidad predominante entre los detenidos, seguida por la hondureña (22%) y la guatemalteca (17%).
Historia llena de fracasos
Que la ayuda prometida tenga un efecto está por ver. La historia reciente recuerda que esfuerzos semejantes han fracasado. En abril, en su primer discurso en el Congreso, el presidente Joe Biden defendió que en su etapa como segundo de Barack Obama la financiación de proyectos en los países en los que se origina la migración “funcionó”. Sin embargo, en la última década Estados Unidos ha proporcionado más de 1.600 millones de dólares en ayuda a Guatemala. El porcentaje de población bajo el umbral de la pobreza, los casos de malnutrición y la corrupción no han hecho más que aumentar.
Para que la ayuda sea efectiva es importante que el dinero llegue a sus destinatarios. La corrupción está tan extendida en Guatemala que incluso el propio anfitrión de Harris, el presidente Giammattei, se vio en la tesitura de tener que defenderse de las acusaciones de corrupción. El mandatario apuntó contra las redes sociales como fuentes de “desinformación” y se defendió apuntando a que no existen cargos en su contra. De la reunión salió el compromiso de crear un equipo de trabajo contra la corrupción con el que Washington asesorará no solo a Guatemala, sino al resto de la región.
Más allá de la corrupción, la efectividad de la ayuda estadounidense queda minada incluso de forma legal. Entre 2016 y 2020, el 80% de los proyectos de desarrollo en América Central financiados por Estados Unidos fueron encargados a contratistas estadounidenses. Según el New York Times, cerca de la mitad del dinero de la ayuda fue destinado a otros fines. Por ejemplo, a los salarios de los ejecutivos de las compañías.