La Última

Dolors Bramon: "Se ha matado más en nombre de Dios que en nombre de otra cosa"

Profesora emérita de estudios árabes e islámicos de la Universitat de Barcelona

8 min

Nadie en Catalunya sabe tanto del islam como ella. Tampoco nadie lo cuenta con sus conocimientos, pasión y vehemencia. Parece que te regañe, pero no. Si ese pedazo de mujer te regañara, no te preocupes que lo notarías. Dolors Bramon (Banyoles, 1943) es la profesora de religiones que deberíamos haber tenido todos. Este año ha recibido la Creu de Sant Jordi y ha publicado Professora d'Islam (Fragmenta Editorial), un libro-conversación con Ignasi Moreta. En esta entrevista hablamos de Dios y las diferentes maneras de entenderle, pero también vamos a parar a Carrero Blanco o a Ernest Lluch, su primer marido.

¿Cuál es la última vez que le has pedido algo a Dios?

— Nunca le he pedido nada, me suelo espabilar. Mi abuelo renegaba mucho y un día pedí a Dios que le convirtiera, pero yo debía tener seis o siete años. No he gastado mucho de Dios, pero me he ganado la vida gracias a Dios, en el doble sentido de la expresión.

¿Cuál es la última explicación que has encontrado en por qué tanta gente cree en Dios?

— Hay personas que necesitan tener un apoyo. En la vida hay problemas y si tienes el consuelo de la religión va muy bien. Si no lo tienes, si no puedes pedirle nada a Dios, tienes que espabilarte. Y normalmente acabas saliendo adelante, ¿eh? Tampoco es tan imprescindible, creo. Yo no creo que deba ser buena persona porque hay un ser superior. Tienes que ser buena persona por tu dignidad personal. Yo no he necesitado a Dios, pero hay gente que lo necesita y me parece muy bien, no tengo nada en contra de los creyentes.

¿Crees que lo necesitarás a Dios? Hay gente que quizás no ha creído nunca y en los últimos años de su vida busca algo.

— Je, je, perdona que me ría. Es que a veces lo pienso: "A ver si al final acabarás creyendo en Dios". No, yo nunca he dicho que Dios no existiera. Es un orgullo decir que existe y es también un orgullo decir que no existe. Yo qué sé. Yo soy agnóstica, no sé si hay o no Dios. Si lo hay, por ahora no me ha hecho falta. Si no lo hay, tampoco.

¿Pero te da miedo que te pueda hacer falta algún día?

— No, miedo no. Me da risa.

¿Qué diferencia existe entre las tres religiones monoteístas: cristianismo, judaísmo e islam?

— Mucha menos de la que quieren pensar y creer sus practicantes. Los tres grupos se han dedicado toda la vida a buscar más diferencias que similitudes. Y en esto se han equivocado. Todos. Las tres vienen del mismo Dios. Hay alguna pequeña diferencia. Por ejemplo, el judaísmo no cree en la Virgen María. El islam, sí. Jesús es un gran profeta hijo de una madre virgen. Y tiene sentido: un Dios todopoderoso puede hacer que una madre virgen dé a luz a un hijo o a veintiocho.

Por tanto, Alá...

— Es la manera árabe de decir Dios.

...no es otro.

— Por supuesto que no. Ahora, si estuviéramos en clase, ya tendrías un suspenso.

Por tanto, ¿hay un solo Dios y tanto Jesús, por un lado, como Mahoma, por otro, serían profetas?

— No, porque para los cristianos Jesús es Dios. Es el lío ese que Jesús es la segunda persona de la Santísima Trinidad. Esto se han cuidado muy bien de decírnoslo a los de Taradell, como tú, y a los de Banyoles, como yo, cuando éramos pequeños, que eso era un misterio y que no te capficaras en entenderlo, porque no se puede entender. Si hay Dios, sólo puede haber uno. Y esto lo dice muy claro el Corán: Dios es un ser superior, eterno y creador. Si hubiera más de un dios, cada uno de estos dioses reclamaría lo que hubiera creado. Y a mí el dios creador del sida o de los terremotos no me interesa. Me interesa el dios que ha creado lo bueno.

Después volveremos a la religión. Has contado muchas veces dónde te llevó Ernest Lluch, tu primer marido, el primer día que salísteis juntos...

— Ah, sí. Al Price, a ver un combate de boxeo: Ben Alí contra Vetroff. Y no me disgustó. Pero no volví más.

Vosotros os separásteis en 1984 y a él lo matan en el año 2000. ¿Recuerdas la última vez que lo viste antes de su muerte?

— No me acuerdo, nos veíamos, había tres hijas en común. Lo que no se ha explicado y puede tener interés es que las tres hijas y yo fuimos muy sanas cuando le mataron. Era un asesinato. Por tanto, te quedas blanco, verde y amarillo. Establecimos, sin darnos cuenta, una especie de concurso porque no te puedes imaginar la cantidad de gente que la víspera que le mataran había cenado con Ernesto. Las hijas decían: “Llenó el campo del Barça. Todo el mundo cenó con él”. Y llego yo, que había ido a Etiopía, y dije: “Chicas, os gano, he conocido a la última persona que vio a los etarras cuando salían del parking”. Esto ya era insuperable. Nos lo tomamos muy mal, pero muy bien. A mucha gente se les ha muerto el padre... Es peor asesinato, vale, pero es algo que te puedes encontrar. Ellas se lo pasaban mal cuando iban al médico, por ejemplo, y les preguntaban: “¿Qué enfermedades ha tenido? ¿De qué murió el padre?” Y tenían que decir: “Asesinato”. Mira, hoy mismo [la entrevista la hacemos el miércoles 20 de diciembre] hace 50 años que ETA mató a Carrero Blanco. De eso me alegré, tengo que confesarlo. Quedará fatal que lo diga.

Fíjate, entre que ETA mata a Carrero Blanco y tú te alegras, y que ETA mata a Ernest Lluch, pasan poco más de 25 años.

— Sí, sí, habían cambiado las cosas. No lo veíamos como un asesinato, sino casi como buena obra. No sabíamos que Arias Navarro sería peor.

Tú, como madre de las hijas de Ernest Lluch, como su primera mujer, ¿también te consideras de algún modo víctima de ETA?

— Hombre, claro. Fue un golpe para muchísima gente. Si te mueres, y de esta forma, es enseguida santo subito. Esto es cierto, pero no diré más.

Que a Ernesto se le hizo santo en el acto, quieres decir.

Subito. Y todo el mundo. Y no puede ser que gustara a todo el mundo. Nunca gustamos a todo el mundo.

En ese caso, ETA mataba por unas ideas. Pero en nombre de Dios se ha matado mucho.

— Mucho más que en nombre de nadie más. Todos los grupos de creyentes han matado más en nombre de Dios que en otra cosa.

¿Y por qué?

— Porque la humanidad es muy bestia y si tú te crees que tienes la verdad... Tú me has preguntado por estas tres formas de entender a Dios. Yo no suelo hablar de religiones, sino de maneras de entender a Dios. Hay un Dios, si es que está ahí, y cada uno lo entiende a su manera. El mal de la gente que piensa que sólo hay un Dios –y que es el suyo– es que siempre cree que tiene la verdad y que puede matar en nombre de esa verdad.

Últimamente, tenemos la tendencia –diría que sesgada, tú me lo confirmarás– de que en nombre de Dios sólo mata el islam.

— Nooo. Es un gran error que cometen algunos que se llaman musulmanes. Porque eso de llamar “Alahu-akbar” en el momento de matar es una aberración, porque Dios te prohíbe matar. Esto hace mucho daño al islam y no todos los musulmanes, ni mucho menos, están de acuerdo con esto.

Yo quería decir que históricamente todas las religiones habían matado.

— Todas. Hombre, los católicos europeos, sobre todo los hispánicos, tenemos un pasado muy terrible. Si piensas en la Inquisición, no hace falta que te detalle nada. No podemos presumir de ello. ¿Sabes lo que pasa? Que estas tres religiones están ahora yendo hacia la derecha. Esto no hay quien lo pare, todas van hacia el conservadurismo.

Pero los católicos tienen ahora un Papa más progresista, ¿no? Lo último que ha hecho es decir que la Iglesia bendecirá a las uniones homosexuales.

— Sí, exactamente, ahora lo has dicho: bendecir. ¿Y si quieren casarse? ¿Y si tu hermana quiere ser capellana? ¿Eh? Todo va hacia la derecha. A ver, cuando los papas hablan ex cathedra, es decir, inspirados por el Espíritu Santo, yo pienso: "Este Espíritu Santo es un poco extraño, porque a Juan XXIII le inspiraba unas cosas, a Ratzinger otras y al de ahora, otras". Este Papa se ha abierto. Espera al próximo. La curia es mucha curia y Roma es mucha Roma.

Te estoy escuchando y pienso que qué lástima no haber tenido una profesora como tú, no creyente, que me contara las religiones.

— Es que nada tiene que ver. Precisamente si no crees en ninguna tienes más capacidad de raciocinio. Siempre que empezaba un curso les decía: “La fe queda fuera del aula. No me interesa qué pensamiento religioso tengais, ni a vosotros debe interesaros si yo lo tengo o no”. Aquello no era una catequesis.

Visto así, los curas no deberían enseñar religión.

— No deberían, no. Es que ahora quizás me adelanto a una pregunta que me harás después, que es si se debe enseñar religión en las escuelas. Yo sería partidaria de que una persona tipo yo enseñara todas las religiones. ¿Cómo quieres entender un capitel románico? ¿O Verdaguer? ¿O Carner? ¿O Espriu?

Ahora que has dicho Espriu, ¿tú crees que últimamente ha desaparecido el espejismo que había en Catalunya con Israel?

— Fíjate, el primer viaje que realizó el presidente Pujol al extranjero fue a Israel. A un país islámico quizá tardó quince años en ir. Fue a Túnez. Los catalanes hemos tenido predilección por Israel, en buena parte gracias a la guardia mora de Franco, que entró en muchos pueblos e hizo mucho daño. Espriu también contribuyó: el pueblo perseguido, la lengua perseguida... Esto empezó a cambiar con Ariel Sharon y la tontería de Sabra y Chatila.

En esta última guerra entre Israel y Hamás, ¿con quién vas? Te lo digo porque parece que no puedas seguir lo que ocurre sin ir con unos o con otros.

— No puedo ir con nadie, pero te contaré algo. La idea es de Salah Jamal, una persona encantadora, un palestino que lleva muchos años aquí. Un día dijo: “Imagínese que va a ver una película del oeste y llega tarde, y cuando llega, en la pantalla hay un apache que quita la cabellera a un blanco. ¿Qué va a pensar usted? Que los apaches son unos... Pero es que usted ha llegado tarde a la película”. Con esto ya está todo dicho.

¿Lo mejor que te ha pasado este último año es que te dieran la Creu de Sant Jordi?

— Me ha hecho ilusión. Mucha. Me pica la curiosidad saber quién me hizo buena para que me la dieran. ¿No se dice esto en tu pueblo?

Sí, por supuesto que se dice. Dolors, ¿cuál es la última vez que te has mordido la lengua?

— Ahora, aquí contigo, ja ja. No, siempre he dicho lo que pensaba. Yo diría que siempre. Y así me ha ido. He tenido dificultades aquí en la universidad, por ejemplo, pero he salido adelante. ¿Sabes qué es lo que más me gusta? Cuando me encuentro a exalumnos por la calle y me dicen: “Usted me enseñó a pensar”. Más de uno me lo ha dicho. Es bonito haber enseñado a pensar. Como no he creído en ninguna religión, he hablado de todas tranquilamente y con rigor.

¿Y la peor noticia de este último año es que el 31 de diciembre cumplirás 80 años?

— Ah, no, me encanta hacer años a mí. Ni cifras redondas ni cuadradas. Lo que quiero es encontrarme bien. Mira, una buena noticia del pasado año. Me hicieron una biopsia para saber si tenía cáncer y yo estaba en Madrid haciendo un master y me llamaron a media clase. Cogí el teléfono y dije, desde la tarima: “¡No tengo cáncer!” Y me aplaudieron.

Las dos últimas preguntas son las mismas para todos. ¿Me sabrías decir alguna canción de El Último de la Fila?

— No te sé decir una canción, pero les conozco. Ahora ya no están de moda... Pregúntame por los The Tyets, pero no El Último de la Fila.

Las últimas palabras de esta entrevista son las tuyas.

— Muchas gracias, tengo que decirte. Porque a veces te encuentras a gente que te hace preguntas que no sabes qué decir. Y tú no me has hecho ninguna de estas.

Dolors Bramon en el aula 113, donde la experta en el mundo islámico hizo primero económicas en 1961
Una conversación en la misma aula donde estudió

La entrevista con Dolors Bramon la grabamos en el aula 113 de la Universidad de Barcelona, la misma clase donde ella estudió el primer curso de económicas en 1961. Pasea, mira, observa qué ha cambiado y qué está igual, y termina lamentando que esté dejada.

La sesión de fotos de Francesc Melcion le supone una tortura. Aún no ha empezado y ya quisiera que hubiera terminado. Lo que a Dolors le gusta es hablar, “lo que he hecho toda mi vida: predicar”. Cuando termina la conversación, se va corriendo a coger el “coche de línea”, el autobús de la Teisa, hacia Banyoles. Una hora y cuarto que aprovechará para leer o dormir. “Cuando llegue, debo comprar por estos días, que ves las tiendas y parece que en Banyoles la gente sólo coma en Navidad”.

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