Frontera Sud

Migrantes en Ceuta: "Somos víctimas del juego entre Marruecos y España"

El cambio repentino en la política de Rabat corta las llegadas al enclave

Militars y policías ayer al Tarajal impidiendo el paso de personas en Ceuta.

Enviats especiales en Ceuta“Marruecos ha enviado a Ceuta a toda esta gente engañada diciéndoles que aquí les arreglaban los papeles para subir a la Península, y cuando se han dado cuenta de que no era verdad, muchos están volviendo por su propio pie. ¿Y hablan de invasión? Son personas que han llegado nadando o a pie, agotadas. Son víctimas de los dos reyes del número VI: Mohamed VI y Felipe VI... y, en el fondo, de los mismos intereses”, resume Aziz Ahmed Ali, un vecino de la barriada del Príncipe.

Lo encontramos al lado de la playa del Tarajal, el escenario de la entrada entre el lunes y el martes de 10.000 personas desde Marruecos, una crisis sin precedentes en el enclave español. Es la enésima escaramuza diplomática entre los dos países, la última en la que el reino alauí ha vuelto a aprovechar su condición de guardián de la frontera española, puerta de entrada a la UE. Y los que han pagado el pato, otra vez, han sido las familias más humildes.

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Mohamed Abdelaziz, barbero de 27 años de Tetuán, no puede contener las lágrimas después de tres días agotadores. Entró en Ceuta el lunes por la noche nadando alrededor de la valla que separa la playa ceutí de la marroquí. Enseña las heridas en las piernas que se hizo en las rocas del rompeolas y recuerda horrorizado cómo vio ahogarse a dos hombres. “En Marruecos no hay trabajo para sacar adelante a nuestras familias. Este país no nos da nada. Estaba en la playa y vi en Facebook vídeos de cómo la gente cruzaba sin que la policía marroquí hiciese nada. Cogí un taxi y vine hacia aquí. La policía nos dijo que adelante, que pasáramos, y me tiré al agua”. Después corrió en medio de la multitud, ante la impotencia de los agentes de la Guardia Civil, desbordados.

Sueño roto

Pero al cabo de tres días durmiendo a la intemperie, sin comida y sin encontrar a nadie que lo ayudara ni siquiera a cargar el móvil, ha visto que no puede seguir su viaje hacia la Península, y ayer decidió dar media vuelta. Anda hacia el paso fronterizo, en dirección a Marruecos, cabizbajo y con las manos vacías. “Mi madre se enfadó mucho cuando le dije que estaba en Ceuta, y me ha dicho que vuelva, que aquí no hago nada. Y tiene razón”. La frustración de estos jóvenes devueltos ha estallado esta noche en enfrentamientos a pedradas con la policía marroquí en la localidad de Castillejos, al otro lado de la frontera.

Según anunciaba ayer el gobierno de Madrid, 5.600 personas han sido devueltas o han vuelto por su propio pie a Marruecos, que las ha admitido en aplicación del protocolo de devoluciones vigente con España. En un cambio repentino, las fuerzas auxiliares marroquíes -el cuerpo paramilitar que controla las fronteras- han vuelto a cerrar la puerta. Por la mañana ha habido apenas algunos jóvenes que intentaban llegar nadando y eran interceptados sin dificultades por las patrulleras de la Guardia Civil española, y por la tarde un grupo de unas 200 personas ha vuelto a intentar colarse por el espigón del Tarajal a pie o nadando y solo 60 lo han conseguido, porque los agentes de los dos lados -los de Marruecos a caballo en plena playa, los españoles con equipación antidisturbios- han contenido al resto.

Mientras tanto, miles de jóvenes siguen deambulando en grupos por las calles ceutís. En bolsas de plástico llevan sus pocas pertenencias. La mayoría de ceutís reaccionan con miedo: el martes muchas tiendas bajaron la persiana y muchas familias prefirieron que sus hijos no fueran a la escuela por miedo al descontrol en la calle. Junto a una gasolinera del puerto, seis chicos que dicen tener entre 15 y 18 años buscan la ocasión de hacer risky: meterse en la bodega de un barco de carga que los lleve a la Península. “Mejor buscarnos la vida aquí que quedarnos en Marruecos”, dice uno de ellos, enfundado en una chaqueta de operario reflectante dada por alguien, que le va muy grande. “Mi padre es un militar retirado y cobra una pensión que equivale a 150 euros. Somos cuatro hermanos y no tenemos ni para empezar”.

Solidaridad

Pero también hay gente, sobre todo la población local de origen marroquí, que los ayuda. “Sé que me criticarán, pero yo no puedo permitir ver a estos chicos así y no hacer nada. Todavía no entiendo lo que ha pasado. Creo que no lo sabe nadie”, dice Sabah Almad, una mayorista de ropa femenina que ha convertido su casas en un centro de acogida improvisado, donde los chicos acuden a buscar comida, a ducharse y a cambiarse. Mientras aparta las cajas de ropa de encima del sofá para hacernos un lugar para hablar, asegura que esta crisis no es solo por Brahim Ghali, el líder saharaui acogido en Logroño por un tratamiento médico, cosa que ha enfurecido a Rabat. “Esto es la gota que ha colmado el vaso, pero los problemas vienen de más lejos”.

Esta crisis no se entiende tampoco sin el efecto devastador que ha tenido la pandemia sobre unas economías ya muy precarias: hace un año y medio que Marruecos cortó el comercio informal a través de la frontera ceutí del que vivían miles de familias a los dos lados. Y la pandemia ha supuesto un cierre total del enclave, que todavía ha empeorado más las cosas. Un caldo de cultivo ideal para Vox, que, como pasó con la llegada de pateras en las Canarias, está intentando capitalizar la crisis. Ayer Santiago Abascal visitaba la ciudad, donde su partido fue la fuerza más votada en las pasadas elecciones generales.

Yassin, estudiante de derecho de 23 años, también acabó cruzando la frontera marroquí de vuelta.: “El rey de Marruecos nos ha utilizado, nos ha cambiado por 30 millones de euros [la partida que el gobierno español anunció ayer que enviaría a Rabat]. Nosotros no nos marcharíamos si tuviéramos un futuro en nuestro país. Pero no lo hay. Cuando llegue a casa hincharemos una barca con unos compañeros y lo volveré a intentar”.

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