La nueva vida en Olot del traductor afgano y su familia
Huyeron desde el aeropuerto de Kabul y, tras un trayecto infernal, están en Catalunya
OlotDicen que las ocho horas de viaje en autocar de Madrid a Olot han sido una gozada en comparación al trayecto infernal que tuvieron que hacer desde Herat, la ciudad afgana de donde son originarios, hasta Kabul para coger un vuelo de evacuación español. "Aquí las carreteras son carreteras de verdad, hay lavabos públicos y el autocar paraba cada dos horas", comenta ella con cara de estupefacción. En Afganistán el viaje duró 24 horas, la carretera era en buena parte de tierra y el autobús solo paró en una ocasión.
Javad Hossaini, Fatemah Mohammadi y su hijo Amir Mohammad, de 5 años, son una de las muchas familias afganas que han llegado a España durante los últimos días. Él, fisioterapeuta de profesión, había sido durante años traductor de diferentes periodistas españoles. Ella trabajaba como doctora. Ahora no saben qué les deparará el futuro. Acaban de llegar a Olot y andan un poco perdidos. “Queríamos ir a Barcelona pero no había ningún piso disponible y nos trajeron aquí”, justifica Javad, que admite que sabe poco de la ciudad, más allá de que tiene unos 30.000 habitantes, está en la provincia de Girona y se habla catalán.
Durante los próximos seis meses vivirán en un piso de alquiler que gestiona la fundación Cepaim y que tiene cuatro habitaciones y capacidad para seis personas. De momento están ellos solos, pero en cualquier momento puede llegar otra familia. “Dios quiera que non venga nadie más”, suelta Fatemah sin poder disimular su fastidio de tener que convivir con unos extraños. “Y si viene, que al menos sean limpios”.
Javad explica que, cuando llegaron a Olot el pasado 26 de agosto, en el piso había de todo: sábanas, toallas, productos de higiene personal y algo de comida. La cocina también estaba completamente equipada. Además, añade, un trabajador de Cepaim les acompañó a un supermercado Mercadona y les dijo que podían gastarse 28 euros en comida. “Es la primera vez en mi vida que busco las cosas más baratas”, comenta. En Afganistán vivían bien: tenían casa, coche y no pasaban estrecheces económicas.
“Nos han dicho que nos darán 272 euros cada mes para comida y 120 para otros gastos”, detalla Javad. La responsable de Cepaim en Olot, Núria Vila, añade que también se le pagará 90 euros por cabeza cada seis meses para la compra de ropa, y se les facilitará material de limpieza u otros productos que necesiten. “Al cabo de seis meses se les dará apoyo económico para que ellos sean quienes alquilen un piso por su cuenta”, declara. Según dice, pueden recibir ayudas durante un máximo de 18 meses, que es el tiempo máximo que se calcula que tarda el trámite para que consigan la protección de asilo.
Aun así Javad y Fatemah no pueden evitar preocuparse por el dinero. Están un poco obsesionados con los precios. “¡He comprado una tarjeta para el móvil y me ha costado 10 euros!”, dice él sin poder creer que sea tan cara. Además, se queja, en tan sólo cuatro días ya casi no le queda internet en el móvil. Ella explica que ha comprado harina para hacer pan para así ahorrar dinero y porque, confiesa, el pan del Mercadona le ha parecido malísimo. No saben que existen panaderías.
La pareja realmente ha llegado a Olot con muy poca cosa. Llevaban más equipaje pero lo tuvieron que dejar por el camino. Entrar al aeropuerto de Kabul fue una odisea: había tanta gente que no podían cargar con tanto peso. Han traído tres conjuntos de ropa de verano y dos de invierno para el hijo, y dos de verano para cada uno de ellos, enumera Fatemah. “¿Y cómo es que no metimos en la bolsa ni un juguete para el niño”?, pregunta él. “No tuve tiempo. ¡Apenas tuve dos horas para prepararlo todo!”, contesta ella. Javad reconoce que marcharon a la carrera: “No había vuelos para viajar de Herat a Kabul y era muy difícil encontrar plaza en los autobuses. Así que, en cuanto encontré, le dije a mi mujer que nos teníamos que marchar ya”.
Lo que Javad y Fatemah más valoran en Olot es el sentimiento de libertad y de seguridad, que aseguran que nunca antes habían tenido. “Aquí puedo ir a cualquier parte de día y de noche con mi familia, sin miedo que les pase nada”, comenta él. Lo que más les gusta, el río Fluvià. “Nos encanta oír el sonido del agua correr”. “A mí me gusta el parque”, suelta el hijo con una sonrisa de oreja a oreja y estirando el brazo para llamar la atención.
Ahora, afirman, esperan ser útiles aquí, en Catalunya. Poder trabajar y aportar algo en la sociedad. ¿Qué les preocupa? La familia que han dejado atrás, en Afganistán, contestan. "Cuando conseguimos entrar en el aeropuerto de Kabul llamé a mi padre y se echó a llorar. Nunca antes lo había oído llorar. Desde entonces no se ha querido poner más al teléfono", explica Javad. Fatemah dice que su familia también llora cada vez que les llama. A ella le preocupa una cosa más: "En Afganistán estudié medicina en la universidad durante siete años. ¿Aquí reconocerán mi título? ¿Podré trabajar de médico?"